Chillar es tocar la flauta, al menos, etimológicamente.
Esta palabra procede del latín fistulare, que significaba ‘tocar la flauta’. Una fístula, en sentido general, es un canal o un conducto; y eso, al fin y al cabo, y no otra cosa, es una flauta. El paso de fistulare al significado de ‘chillar’ reposa sobre una metáfora. Los chillidos de personas y animales quedan asimilados a los pitidos agudos que salen de una flauta (sobre todo, cuando desafinamos).
El verbo latino se debió de deformar en latín vulgar hasta convertirse en *tsisclare. Esta forma lleva un asterisco delante porque no está atestiguada; pero tuvo que existir, pues de lo contrario no se entiende de dónde pudo salir toda una serie de cognados románicos como el castellano antiguo chirlar, el gallego-portugués chilrar, el aragonés chilar y el catalán xisclar.
Pero no se acaba ahí la descendencia del verbo latino fistulare. Ha tenido también su prolongación en euskera con las voces txistulari ‘flautista’ y txistu ‘flauta vasca’.
Esto es solo un ejemplo de lo que se puede encontrar uno hojeando el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Coromines, que no es lo peor que se puede hacer un miércoles por la tarde.
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