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jueves, 17 de marzo de 2011

Última clase de literatura y pedagogía








vídeo EFE

El mundo de la literatura y de la docencia está apesadumbrado. Josefina Aldecoa (La Robla, León, 1926) falleció ayer mientras dormía en Las Magnolias, su casa de Mazcuerras (Cantabria) donde vivía retirada, debido a su delicada salud. Su única hija, Susana Aldecoa, apenas acertó a decir que se trataba de uno de los días más tristes de su vida. Toda su carrera se desenvolvió entre la narrativa, que buscó retratar el intimismo y el costumbrismo de la España de los últimos 60 años con títulos como Historia de una maestra, y la dirección del colegio Estilo, que fundó en 1959 en Madrid en pleno franquismo siguiendo las normas educativas de la Institución Libre de Enseñanza. Sus alumnos siguieron ayer atentos las clases de lengua y matemáticas como a ella le hubiera gustado. Sus restos serán incinerados esta tarde a las siete en Santander, en la intimidad.En Las Magnolias, muy cerca del jardín, en una pequeña casita, anexa a la residencia familiar, Josefina había hecho trasladar algunos de sus objetos más queridos. Allí junto a la vieja máquina de escribir, parte de su biblioteca, cuadros y algunas de las revistas de la época, en las que publicaba cuentos junto a su marido Ignacio Aldecoa, se sentía realmente a gusto. Pese a la enfermedad que le privó de muchos de sus recuerdos, Josefina siguió escribiendo pequeñas historias, relatos fantásticos que muy poco tenían que ver con su literatura tan pegada a la vida y a la sensibilidad de las mujeres.
No resulta fácil ocultar a los niños las malas noticias. Las lágrimas de algunas profesoras, las caras de tristeza y los teléfonos que no dejaban de sonar les pusieron sobre aviso, pero mantuvieron el tipo como ella les enseñó día a día. Muy pocos conceptos fundamentales se han modificado en su escuela. En los tiempos de Internet, los alumnos siguen estudiando sin libros de texto y son ellos mismos quienes ilustran sus cuadernos. Nieta, hija y madre de maestra, la escritora solía decir que la educación es lo único que puede cambiar a las personas.
Estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Pedagogía, pero nunca sospechó que acabaría en el patio de un colegio. Amiga de Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Buero Vallejo, Luis García Berlanga y Alfonso Sastre, se inició en la literatura muy joven. Fue precisamente la amistad con la pandilla lo que la impulsó a crear el colegio. Los amigos comenzaban a tener hijos en edad escolar y ninguno deseaba para sus vástagos ni la ideologizada escuela franquista ni la educación religiosa. En un chalé alquilado en la colonia del Viso empezó a los 33 años su carrera como pedagoga. Los últimos 50 años los pasó rodeada de niños, los vio crecer, enamorarse, volver con sus hijos al colegio y hasta enterró a alguno de ellos.
Josefina Rodríguez, como rezaba en las tarjetas del colegio, fue Josefina Aldecoa por decisión propia, al fallecer su marido, el escritor Ignacio Aldecoa en 1969 de un infarto. Así firmó todos sus libros. "Cuando falleció Ignacio para la gente seguía siendo la Aldecoa; por eso, y también como homenaje decidí adoptar el apellido", contó en una entrevista. La muerte de su marido la sumió en una depresión tan fuerte que durante años dejó de lado la literatura, una carrera en la que ambos habían arrancado juntos. En ese tiempo se refugió en el colegio y reapareció en 1990 con Historia de una maestra, una novela precursora de lo que luego se ha conocido como la memoria histórica. El manuscrito ya había sido rechazado por un editor antes de que Jorge Herralde (que finalmente fue su editor) le expresara sus dudas sobre el futuro de una novela de esas características. "Hubo una etapa de silencio sobre el pasado que fue como una cura de muchas cosas que nos habían ocurrido; para entender una literatura hay que entender el contexto histórico en que se ha desarrollado. Algunos escritores y críticos de los setenta despreciaban el realismo, y tuvimos que esperar a los noventa para que se produjera una reacción justa, de reflexión y memoria", contó años después cuando la novela, inspirada en la vida de su madre, una maestra en los años de la Segunda República, se había convertido en un éxito que todavía colea. La novela se ha convertido en un referente de la educación.
El pasado 8 de marzo, día de su cumpleaños, la autora de Los niños de la guerra recibía la medalla de la Igualdad que entrega el Ministerio de Sanidad, pero ya no pudo recogerla. Fue el último homenaje de reconocimiento a una mujer cuyo legado literario y pedagógico permanecerá.

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