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domingo, 30 de octubre de 2011

Los cuentos de este mundo de Muñoz Molina




Nada del otro mundo (Seix Barral) reúne 14 cuentos de Antonio Muñoz Molina escritos entre 1988 y 2011. De ellos, uno (Apuntes para un informe sobre la Brigada de la Realidad) se publicó en EL PAÍS en 1999 y otro (El miedo de los niños), último del volumen, es un inédito. Un libro, en definitiva, que recoge los relatos cortos del autor de El jinete polaco, quien ayer explicó su larga e intensa relación con un género que le hace sentirse "más tranquilo y desahogado".
"El cuento es una máquina que tú ves. Es como la maqueta de un edificio racionalista. Se ve todo el proceso de la construcción narrativa, pero de una manera sintética". Para Muñoz Molina, el cuento se rige por el mismo pulso que la poesía y eso lo convierte en impredecible: "Siempre recuerdo el momento, o el proceso, en el que surgió cada uno de ellos, como el último, que llegó repentinamente, por equivocación, en una noche de insomnio". Una fuerza emocional empuja a los grandes relatos que el escritor admira, como El nadador, de Cheever, o Un día perfecto para el pez plátano, de Salinger: "En ellos parece que no pasa nada, pero siempre pasa algo decisivo".

Un lugar para nacer

Sin embargo, el cuento no pasa por su mejor momento, al menos en España. Algo que para él tiene relación directa con los periódicos, que han ido relegando su espacio al del "microcuento". "Los directivos de los periódicos españoles viven con la extraña convicción de que el mejor público posible son las personas a las que no les gusta leer, lo cual es casi como que los bodegueros enfocaran sus vinos a seducir a los abstemios", escribe en el epílogo del volúmen. "El cuento", explicó ayer, "necesita un espacio que acaba siendo el del libro pero que no empieza en el libro. En un ecosistema literario saludable, las revistas y los periódicos son ese lugar de nacimiento. Pero tristemente los medios españoles no son hospitalarios con el género. Crítico con el "abatimiento y desdén" con el que se mira a la cultura desde esos medios,añadió: "Hoy hay más literatura en un vagón de metro que en un suplemento cultural".
El autor confesó que ha vencido la tentación de corregir sus viejos relatos."¿Hasta qué punto puede corregirse el pasado? La energía hay que concentrarla en lo nuevo. Yo no volvería a escribir un cuento de entonces, porque ya no soy el mismo. Pero he aprendido a convivir con esa mirada angustiada al escritor que fui".

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