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lunes, 26 de diciembre de 2011

Tema 1 (pregunta 5 de Selectividad) - La literatura del siglo XVIII: ensayo y teatro


El siglo XVIII es en toda Europa el siglo de la Ilustración. Este movimiento, nacido en Francia, tenía como fin primordial divulgar el saber, fomentando el espíritu crítico y el culto a la razón. Los autores ilustrados pretenden desterrar los prejuicios nacidos de la superstición y de la ignorancia, potenciando el racionalismo como única forma de caminar hacia el progreso en todos los órdenes de la vida. La luz será la metáfora de esta razón, que ilumina el saber y  alumbra la senda del progreso. Por ello se le denomina Siglo de las Luces o Ilustración.

 Las características principales de la literatura dieciochesca son las siguientes:
·        Utilitarismo: Predominio de la razón sobre el sentimiento o la imaginación. Se abandona la idea del arte por el arte: la literatura debe buscar la verdad, no la belleza.
·     Finalidad didáctica: se vuelve al principio clásico de “enseñar deleitando”. La literatura debe educar y ayudar a dar formación al pueblo.
·         Se estudia a los clásicos para determinar las reglas de los géneros literarios.
·         El artista debe buscar la claridad, la sencillez y el buen gusto.

  PROSA:
En la primera mitad de siglo algunos autores utilizaron moldes narrativos  siguiendo el estilo denominado Posbarroco. Este estilo todavía imita la dificultad y las formas del siglo anterior, aunque con una visión del mundo más optimista Es el caso de Torres Villarroel (Vida) o el padre Isla con novelas como Fray Gerundio de Campazas, en las que predomina el tono satírico y que están, en cierto modo, insertas en la tradición de la novela picaresca.
  Pero la principal manifestación de la prosa en el siglo XVIII  es el ensayo, pues es el género que mejor se ajustaba a los intereses didácticos y utilitarios de los ilustrados. La prosa ensayística trae consigo un nuevo estilo caracterizado por ser llano, directo, natural y preciso. No busca despertar la emoción del lector, sino que busca la reflexión. Los ilustrados lograron, además, impulsar el español como lengua de la ciencia y de la filosofía frente al latín.
   Los principales ensayistas son: Benito Jerónimo Feijoo (Teatro crítico universal), Gaspar Melchor de Jovellanos (Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas) y  José Cadalso (que cultivó todos los géneros literarios, aunque sus principales obras están escritas en prosa: Cartas marruecasNoches  lúgubres (una obra que se puede considerar prerromántica por su especial tendencia a lo melancólico, la presencia de paisajes nocturnos o el tema fúnebre). La primera es su obra más importante. Son noventa  y una  cartas que se entrecruzan tres personajes: el español Nuño y los marroquíes Gazel y  Ben-Beley, su anciano maestro. En ellas Cadalso  vierte su pensamiento sobre la sociedad y la cultura españolas. Los temas  tratados pueden agruparse en tres grandes bloques: la historia nacional, la sociedad española del XVIII y la proyección moral del ser humano. Esta obra responde a los rasgos del género ensayístico. Con un estilo claro, el autor muestra una actitud crítica ante los diversos temas que trata.

POESÍA:
   El racionalismo de los ilustrados hace que la poesía no sea considerada uno de los géneros principales. No es un momento propicio para la expresión de sentimientos. La poesía es más didáctica que lírica. De cualquier modo estuvo presente a lo largo de todo el siglo, sobresaliendo autores como Juan Meléndez Valdés o los fabulistas Félix Mª Samaniego y Tomás de Iriarte.

TEATRO:
Durante la primera mitad del siglo, se continúan las fórmulas del teatro de Calderón, con autores que repetían los temas y argumentos pero complicando la intriga y el montaje. Antonio Zamora o José de Cañizares.
En la segunda mitad hay una oposición a este teatro tanto por razones estéticas como sociales. El nuevo teatro se va a caracterizar por el respeto escrupuloso a la regla de las tres unidades (espacio, tiempo y acción), por su verosimilitud y por su intención didáctica. Los ilustrados conciben el teatro como medio fundamental para la educación y la propaganda política. Los géneros cultivados fueron la tragedia (Raquel  de Vicente García de la Huerta) y la comedia, que mostraba una realidad idealizada con personajes comunes (burgueses y sus criados). Dado su carácter didáctico trata de mostrar la vía de la razón y el buen sentido.
 El principal autor fue Leandro Fernández de Moratín, que es el creador de la comedia moderna española. Sus obras recogen la vida social de su tiempo y las preocupaciones de los ciudadanos. Invitaba a la burguesía a ser ella misma (El barón), recomendaba una educación basada en la sinceridad que acabara con las bodas de conveniencia (El viejo y la niña, El sí de las niñas) y criticaba los excesos del teatro popular (La comedia nueva o el café).
Por otro lado, existe un teatro popular: Dentro de las piezas menores destaca el sainete, pieza breve y humorística de carácter costumbrista y popular que tiene como objetivo simplemente divertir al público por medio de la caricatura y unos diálogos ingeniosos. La figura clave fue Ramón de la Cruz.

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