DESAYUNO CON... PEPA FERRANDO
Apasionada por la literatura, acaba de abrir en Dénia una librería para títulos escogidos
MAURICIO VICENT Dénia 2 MAY 2012 - 22:40 . El País
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Pepa Ferrando ha abierto en Dénia una librería para títulos escogidos. / L. FARAIG |
En estos tiempos que corren, cuando rebelarse contra la crisis y abrir un negocio nuevo puede considerarse un acto heroico, más si se trata de una pequeña librería en un país donde la gente lee poco y la industria del libro es exprimida como un limón en las grandes superficies, lo que acaba de hacer Pepa Ferrando en Dénia tiene mucho mérito. Por tercera vez en su vida, a contracorriente y sin reparar en el pesimismo general ni en augurios paralizantes, esta mujer mediterránea ha sacado fuerzas de sí misma y de su pasado más sufrido para abrir una librería de toda la vida, pequeña y cuidada hasta el último anaquel y el último recoveco, con volúmenes elegidos por razones muy pensadas. Ambra es una realidad desde Semana Santa, y lo es por una cuestión de “elemental coherencia”. “A mí los libros me han salvado la vida en varias ocasiones”, asegura con una sonrisa nada más encontrarnos.
Desayunamos dos cocas de tomate y berenjena en el mercado de Dénia, pueblo de vacaciones de Levante cercano al valle de Pego, el lugar donde nació y donde se cultivan las mejores hortalizas de la comarca. Pepa aterrizó en este mundo el 5 de agosto de 1945, el mismo día que cayó la bomba atómica en Hiroshima, y desde el principio su vida estuvo marcada por el trabajo duro y el sacrificio. Su padre era un rudo agricultor. Su madre, enferma del corazón, estuvo más de una década postrada en una cama y durante ese tiempo la cuidó día y noche y durmió con ella en su cuarto. “A los ocho años me enseñaron a hacer pan y arroz al horno y a ocuparme de las labores de la casa, en eso se me fue la infancia y la adolescencia”.
Casi no pudo ir a la escuela, pero la maestra le traía las tareas por lástima y un vecino que tenía una biblioteca empezó a prestarle algunos libros. “Los libros eran mi espacio, mi libertad. Me escondía en cualquier rincón a leer y, cuando mi madre no me oía trajinar, me llamaba desde la cama: ‘¡Ya estás otra vez...!”.
A los 21 años se casó y marchó a Dénia. Tuvo dos hijas, pero un padecimiento de riñón la mantuvo 11 años muy enferma y con una vida limitada. De nuevo la literatura fue su “liberación” y su “refugio”, y cuando se curó no lo pensó dos veces: en contra de lo que le aconsejaban en casa, vendió un huerto de naranjos que había heredado y montó en Dénia su primera librería. “No conocía a nadie ni sabía nada del negocio, pero tenía que hacerlo: cogí una guía y empecé a llamar a las editoriales y distribuidores. Cuando llegó la primera caja de libros a mi nombre casi me volví loca”. En los años noventa abrió otra librería en Gandia y ahora regresa a Dénia “con la ilusión del primer día”. “No me da vértigo la crisis; lo que no concibo es una existencia sin libros en el centro de mi vida”.
El respeto que siente por la literatura hace que lleve mal el actual modelo de negocio en los grandes almacenes —hoy por hoy, donde más libros se venden en España es en Carrefour y El Corte Inglés— , donde uno puede estar ojeando una antología de Pessoa, leyendo aquello de “creo en el mundo como una margarita / pero no pienso en él, porque pensar es no comprender…”, y “en eso suena por megafonía una oferta de bricolaje o de latas de fabada, tres por dos, dese prisa...”. “No es justo”, sentencia, “el espacio natural de los libros son las librerías”.
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