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martes, 12 de junio de 2012

Literatura entre barrotes



La novela carcelaria vuelve a las librerías con clásicos recuperados del siglo XX

  
La  terrible experiencia del encierro, narrada en primera persona, consigue una literatura de alto voltaje para el lector
La terrible experiencia del encierro, narrada en primera persona,
consigue una literatura de alto voltaje para el lector - Foto: Archivo
   
           
Carlos Sala - BARCELONA- La Razón

 Según los manuales, la cárcel tiene dos objetivos esenciales. El primero, por supuesto, el punitivo, ese que dicta que si has hecho algo malo, has de pagar. El segundo, menos obvio, es la reinserción, algo así como si te has desviado del camino correcto, aquí aprenderás a ser como los demás y volver a la sociedad como nuevo. Y luego está la experiencia in situ de vivir entre barrotes, y aquí no hay manuales que valgan, sólo un único vértigo, incomprensible para todo el mundo si no fuera por algunos grandes escritores encerrados han sido capaces de explicar su vivencia.

De San Quintín al Gulag
Las editoriales parecen haberse puesto de acuerdo para rescatar en las últimas semanas grandes clásicos de este subgénero literario, que desde Memorias del subsuelo, de Dostoievski a El hombre de Alcatraz, de Tomas  E. Gaddis han alcanzado grandes cotas, tanto artísticas como, sobre todo, humanas. Sajalín Editores acaba de publicar En el patio, de Malcolm Bradly, que nos lleva al interior de la célebre San Quintín, lugar en el que el autor entró y salió por pequeños delitos durante 20 años hasta que a los 40 se cansó y escribió esta novela. Sin caer en la truculencia y los grandes dramas, Bradly nos lleva a la vida íntima y cotidiana del preso común a través de la figura de Hielo Willy, una especie de padrino de toda la cárcel y sus artimañas para mantener el servilismo del resto de presos, cada uno un personaje que se merecería una novela para sí solo.
En el otro extremo del mundo, Gustav Herling-Grudzinski escribió en Un mundo aparte (Libros del Asteroide) su experiencia en las prisiones de la Rusia de Stalin. Estuvo dos años encerrado en el campo de trabajo de Arkangelsk, Gulag que va más allá de lo escrito por Alexander Solzhenitsyn en Un día en la vida de Ivan Denisovich. En este caso, no hay descanso para el horror, del frío al hambre pasando por la vejación.
Otro nombre mítico de la literatura carcelaria es el irlandés Brendan Behan, encerrado en su juventud por formar parte del IRA. Su novela autobiográfica Borstal Boy todavía está inédita en nuestro país, pero la editorial Marbott Ficción acaba de recuperar sus anecdotarios Mi Nueva York y Mi Isla, dos obras maestras de la digresión y el humor en las que analiza su estancia en la ciudad de los rascacielos y los paisajes más grotescos de su Irlanda natal. Borracho perdido, nunca dejó de beber hasta su muerte, pero su paso por la cárcel sí pareció ser un ejemplo de reinserción.
Lejos de la prisión, pero con la misma sensación de encierro, están las novelas que reflejan el internamiento en un centro psiquiátrico. Duomo ha traducido por primera vez al castellano la mítica novela Desventuras de un fanático del deporte, de Frederick Exley, una especie de memorias ficcionadas en las que explica, además de su frustración y odio al mundo, su paso por manicomios y sus tratamientos con electroshock e inyecciones de insulina. Lo mismo se podría decir de la australiana Janet Frame, que Seix Barral ha recuperado sus mejores obras.
Dentro de la ficción, hay obras maestras desde Falconer, de John Cheever a El conde de Montecristo, de Dumas, pasando por los cuentos de Stephen King, Campo de concentración, de Thomas M. Disch o Madre Noche, de Kurt Vonnegut.


Tres autores de referencia
En Diario de un Ladrón habló de sus andanzas por el Barrio Chino barcelonés y no precisamente de turismo. El Macba ahora le añade en una exposición. Sobre la cárcel, hay que leer El milagro de la rosa.
Los campos de concentración nazi son un subgénero del horror en sí mismo. El escritor italiano les dedicó una terrible trilogía con Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados.
Quentin Tarantino le dio un pequeño papel en «Reservoir Dogs». Este criminal reinsertado en novelista firmó una obra maestra carcelaria con La fábrica de animales (Sajalín).


Escritos dentro de la cárcel
El Quijote Cervantes mismo explica que su célebre libro empezó a escribirse en prisión.
La muerte de Arturo La crónica de las leyendas artúricas de Sir Thomas Malory se escribieron en la cárcel.
De Profundis Oscar Wilde lloró y escribió esta obra maestra en la cárcel.
Justine El Marqués de Sade escribía en un papel higiénico en la Bastilla.
Progreso del peregrino John Bunyan estuvo encerrado doce años en la cárcel de Bedford y allí escribió esta alegoría cristiana.


- Un mundo aparte
Gustav Herling-Grudzinski
El escritor polaco fue encerrado en el Gulad de Arkangelsk a finales de los años 40. Desde entonces, de Bertrand Russel a Albert Camus han reivindicado su talento e humanidad.
- Desventuras de un fanático de los deportes
Frederick Exley
De profesor que odia a sus alumnos a publicista a escritor frustrado y, entre medio, encierros en manicomios y una obsesión por los Gigants de Nueva York.
- En el patio
Malcolm Braly
Nadie había descrito la vida dentro de una gran prisión americana como este ladrón juvenil de poca monta que entró y salió de San Quintín durante 20 años. Publicada en 1967, Truman Capote y Kurt Vonnegut cayeron rendidos a sus pies.

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