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lunes, 6 de agosto de 2012

"Palabra que entra en el diccionario, palabra que se queda" por Alejandro D. Zajac


 
Días atrás la Real Academia Española de la Lengua rechazó una solicitud para quitar la palabra judiada del diccionario. Más allá de las razones esgrimidas desde la institución, el pedido no tenía chance de prosperar.
 Simplemente porque las palabras que se añaden al diccionario ya no se quitan mientras la gente las siga pronunciando.
La propuesta de retirar el término fue de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) por considerarla «una palabra ofensiva hacia la comunidad judía».
«Que el diccionario de la Real Academia Española defina judiada como: 'acción mala, que tendenciosamente se consideraba propia de judíos' supone no dejar suficientemente claro que se trata de una palabra que se utilizaba en el pasado histórico como forma peyorativa hacia los judíos», explican a BBC Mundo desde la FCJE.
«Hoy día, aunque se utilice peyorativamente sin querer ofender a los judíos, lo cierto es que ofende», añaden.
Notario de la lengua
La contestación de la RAE, si bien se refería a este caso concreto, simplemente reflejó la postura hasta ahora inamovible sobre términos que puedan resultar ofensivos para alguien.
Si el uso de la acepción está documentado, se verá reflejada en el diccionario. La institución se considera a sí misma «un mero notario de la lengua». No promueve, ni legitima, ni desaconseja el uso de una palabra. Sólo lo recoge.
Esta es la razón por la que con cierta frecuencia encontramos en los medios de comunicación noticias sobre palabras incluidas o nuevos significados de palabras que ya figuraban, pero nunca leemos noticias de palabras que se quiten por otra razón que no sea su desuso. Es que ello no sucede, según las autoridades de la RAE.
«Cuando se demuestra que no se usa, cosa que es muy difícil, se la marca como desusada, pero no se elimina», explica a BBC Mundo José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española de la Lengua. Otra opción es que se la marque como anticuada.
A partir de la próxima edición del diccionario también se marcará el carácter histórico.
Texto y contexto
Sólo las muy antiguas, «en general anteriores al siglo XVI», según explica la máxima autoridad de la academia, pueden pasar del diccionario general al histórico, pero siguen estando. Su desuso tiene que comprobarse en largos períodos de tiempo, apunta Blecua.
En cualquier caso, estas decisiones tienen que ver con la vigencia y nunca con valoraciones como si resultan ofensivas.
 La propuesta de retirar el término fue de la FCJE por considerarla «ofensiva hacia la comunidad judía».
En la colectividad judía española hubiesen quedado parcialmente satisfechos si al menos se modificara la definición actual de judiada. «Nos parece que matizando mejor quedaría más claro que se trata de una palabra que se utiliza en el presente con un objetivo distinto a como se utilizaba en el pasado», manifiestan desde la FCJE.
El profesor Fernando Vilches, de la Universidad Rey Juan Carlos, cree que allí está nudo de la cuestión. Para el experto en lengua española hay que «contextualizar perfectamente la palabra en su seno histórico».
De esa forma se evita dar la falsa sensación de que la RAE legitima o respalda determinado uso o definición de la palabra, explica el catedrático. «No hay texto sin contexto», afirma.
Historia
«Lo que no podemos hacer es extraer la palabra de su contexto para decir que es mala o negativa», explica Vilches. «En España tuvimos la Inquisición, ¿por qué vamos a quitar palabras que reflejan una parte de la historia de España?», se pregunta.
«Matizando mejor quedaría más claro que se trata de una palabra que se utiliza en el presente con un objetivo distinto a como se utilizaba en el pasado»
Justamente la Historia es otra clave de por qué los expertos se niegan a borrar palabras del diccionario. Los entendidos en la materia citan como ejemplo las novelas antiguas en las que abundan términos poco frecuentes hoy en día.
«Tienen que estar en el diccionario», sostiene Blecua. «El que lee textos históricos puede necesitar buscarlas».
La realidad es que cuando una palabra ingresa al diccionario de la RAE ha iniciado un camino sin retorno. Podrán considerarla malsonante, ofensiva, o lo que cada uno opine, pero lo único que la RAE asegura tener en cuenta es su uso, que debe quedar reflejado en las páginas del diccionario de referencia de la lengua española.
Pero así como se certifica su uso, también se señala su decadencia. Para ello se utilizan dos abreviaturas para puntualizar que el término ya no se utiliza o que es antiguo.
Decadencia
Palabras como alfonsearse (burlarse de alguien), merced (gracias) o mancebo (juvenil) han sido marcadas con la abreviatura «desus.» (desusadas). O como abracijo, que en la edición actual (22da.) aparece como forma «coloquial» de abrazo y que en la próxima edición también aparecerá como término en desuso.
Otras, como mulier (mujer), deliramento (delirio), recabdación (recaudación) figuraron hasta la edición 21ra. (1992) marcadas como «ant.» (anticuada), pero dada la cantidad de años que llevan sin utilizarse ahora sólo aparecen en el Diccionario Histórico.
A partir de la próxima edición, prevista para 2014, habrá palabras identificadas con la abreviatura «hist.». Será para «las acepciones correspondientes a realidades históricas».
Desde la RAE insisten en que este traslado de un compendio a otro sólo tiene su raíz en el uso y no en otras cuestiones.
Para José Manuel Blecua, director de la RAE «no hay palabras molestas u ofensivas; todas las palabras tienen una categoría léxica dentro del diccionario como piezas que son dentro de la lengua».


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