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jueves, 24 de enero de 2013

Breve antología de la lírica romántica en Literatura universal: De Edipo a Kafka



Johann Wolfgang von Goethe:
Balada de Mignon


¿Conoces tú la tierra que al azahar perfuma
do en verde oscuro brillan naranjas de oro y miel,
donde no empaña el cielo caliginosa bruma
y entrelazados crecen el mirto y el laurel?
¿No la conoces? dime.
                            Es allí, es allí
                            donde anhelo ir contigo
                            a vivir junto a ti.


¿Conoces tú el palacio que un rey pomposo habita,
con pórtico y salones que alumbra tanta luz?
Y príncipes de mármol, que al verme: «¡Pobrecita!
diránme; ¿qué te has hecho? ¿de dónde vienes tú?»
                             Es allí, es allí
                             do quiero estar contigo
                             y vivir junto a ti.


¿Conoces tú aquel monte que une al abismo un puente,
que escalan las acémilas en lenta procesión,
donde retumba el trueno e hidrópico el torrente
se precipita altísimo con resonante son?
¿Conócelo, oh maestro?
                              Por ahí, por ahí
                              anhelo irme contigo
                              a vivir junto a ti.

Friedrich Holderlin

¿No es más bella la vida de mi corazón
desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más
cuando yo era más arrogante y arisco,
más locuaz y más vacío?
¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento.
Únicamente creen en lo divino
aquellos que también lo son.











Novalis
Himno a la noche

¿Ha de volver siempre la mañana?
¿Jamás terminará el señorío de lo terrenal?
Desdichada actividad estorba el celestial vuelo de la noche.
¿No arderá eternamente el secreto sacrifico del amor?
Les ha sido medido su tiempo
a la luz
y a la vigilia...
Pero la soberanía de la noche es sin tiempo,
la duración del sueño es eterna.
¡Sueño sagrado!
Nunca dejes de traer la felicidad
a los consagrados a la noche,
en este trabajo diario de la tierra.







William Wordsworth:
Camposanto en el sur de Escocia
ACOTADO del hombre y al borde de una sima
donde el torrente espuma, veréis el cementerio.
Allí la liebre alcanza su más tranquilo sueño
y los elfos, nevados de luna, entran y danzan
para crédulos ojos. De aquelarre ni templo
no queda ya vestigio, pero allí se deslizan
desconsoladas gentes, que con velada angustia
le lloran su oración al viento y al celaje.
No hay tumbas orgullosas. Mas rudos caballeros,
que esculpiera el humilde querer de tiempos idos,
en tierra yacen, entre verdores de cicuta;
no es una mezcla triste, si quiebra el alba clara
el resplandor del césped, y cerca, en los arbustos,
coros primaverales entonan su alborozo. 









Samuel Taylor Coleridge 
Desesperación (Despair) 




He experimentado lo peor,
Lo peor que el mundo puede forjar,
Aquello que urde la vida indiferente,
Perturbando en un susurro
La oración de los moribundos.
He contemplado la totalidad, desgarrando
En mi corazón el interés por la vida,
Para ser disuelto y alejado de mis esperanzas,
Nada resta ahora ¿Por qué vivir entonces?
Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo
Otorgando la promesa de que aún vivo,
Aquella esperanza de mujer, la pura fe
En su amor inmóvil, que celebró en mi su tregua
Con la tiranía del amor, se han ido.
¿Hacia dónde?
¿Qué puedo responder?
¡Se han ido! ¡Debería romper el infame pacto,
Este vínculo de sangre que me ata a mi mismo!
En silencio lo he de hacer.

 Lord Byron
No volveremos a amar

Así es, no volveremos a vagar              
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
             
Pues así como la espada gasta su vaina,
Y el alma consume el pecho,              
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
             
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,              
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.



Percy Bysshe Shelley 
Filosofía del Amor 

Las fuentes se mezclan con el río,
Y los ríos con el océano;
Los vientos del cielo se mezclan para siempre,
Con una dulce emoción;
Nada en el mundo es único,
Todas las cosas por ley divina
Se completan unas a otras:
¿Por qué no debería hacerlo contigo?


Mira, las montañas besan el alto cielo
Y las olas se acarician en la costa;
Ninguna flor sería hermosa
Si desdeña a sus hermanos:
Y la luz del sol ama la tierra,
Y los reflejos de la luna besan los mares:
¿De qué vale todo este amor
Si tu no me besas?

Jonh Keats
Oda a una urna griega

Tú todavía inviolada novia del sosiego,
criatura nutrida de silencio y tiempo despacioso,
silvestre narradora que así puedes contar
una historia florida con dulzura mayor que nuestro canto.
¿Qué leyenda orlada de hojas evoca tu figura
con dioses o mortales o con ambos,
en Tempe o en los valles de Arcadia?
¿Qué hombres o qué dioses aparecen? ¿Qué rebeldes doncellas?
¿Qué loca persecución? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué caramillos y panderos? ¿Qué éxtasis salvaje? /.../


¡Ática forma! ¡Figura sin reproche! En mármol,
de hombres y doncellas guarnecida
y de silvestres ramos y de hierbas holladas.
Oh forma silenciosa que desafía nuestro pensamiento
como la eternidad. Oh fría pastoral.
Cuando a esta generación consuma el tiempo
tú quedarás entre otros dolores
distintos de los nuestros, tú, amiga del hombre, al que repites:
La belleza es verdad y la verdad belleza. Tal es cuanto
sobre la tierra conocéis, cuanto necesitáis conocer.


Lamartine
El lago


En la montaña a veces, a la sombra del roble,
cuando se pone el sol, tristemente me siento;
paseando mi mirada al albur sobre el llano,
cuyo cuadro cambiante a mis pies se despliega.
Acá resuena el río de olas espumosas;
serpentea y se hunde en la lejanía obscura;
allá el inmóvil lago prolonga su agua quieta
do la estrella nocturna en el azul se eleva./.../
Entretanto, elevándose desde la flecha gótica,
su religioso son se expande por los aíres:
el viajero se para, y la campana rústica
mezcla a los ruidos últimos del día conciertos sacros.
Mas a estos dulces cuadros mi alma indiferente
no experimenta ante ellos reducción ni transpones;
yo contemplo la tierra como una sombra errante,
pues ya el sol de los vivos no calienta a los muertos.
De colina en colina pasa mi vista en vano,
del sur al aquilón, de la aurora al ocaso,
recorro todo punto de la inmensa extensión,
y digo: “En ningún sitio me espera la ventura”
¿A qué pues estos valles, palacios y cabañas,
para mí objetos vanos cuyo encanto se ha ido?
Ríos, rocas y bosques, soledades queridas,
¡un solo ser os falta y todo está desierto!
Que la vuelta del sol o comience o se acabe,
con ojo indiferente yo lo sigo en su curso;/.../.
Mas quizá más allá de los bornes de su círculo,
donde el sol verdadero ilumina a otros cielos,
¡si pudiera dejar mi despojo en la tierra,
lo que tanto he soñado estaría ante mis ojos!
¡Allí, me embriagaría de la fuente a que aspiro,
allí, reencontraría la ilusión y el amor,
y ese bien ideal que toda alma desea,
y que no tiene nombre en la estancia terrestre!/.../
¡No hay nada de común entre la tierra y yo!
Cuando la hoja del bosque caiga ya en la pradera,
y por vientos mecida sea arrancada a los valles,
a mí, que me asemejo a la hoja marchitada:
¡llevadme como a ella, tempestuoso aquilón!.


Víctor Hugo
   La Belleza Y La Muerte 

La belleza y la muerte son dos cosas profundas,
con tal parte de sombra y de azul que diríanse
  dos hermanas terribles a la par que fecundas,
con el mismo secreto, con idéntico enigma.
  Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,
trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened
luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,
aves hechas de luz en los bosques sombríos.
Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos,
y yo siento la sima estrellada en el alma;
mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

 Giacomo Leopardi

Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura
que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.

Edgar Allan Poe 
Un Sueño dentro de un Sueño 


¡Toma este beso sobre tu frente!
Y, me despido de ti ahora,
No queda nada por confesar.
No se equivoca quien estima
Que mis días han sido un sueño;
Aún si la esperanza ha volado
En una noche, o en un día,
En una visión, o en ninguna,
¿Es por ello menor la partida?
Todo lo que vemos o imaginamos
Es sólo un sueño dentro de un sueño.

Me paro entre el bramido
De una costa atormentada por las olas,
Y sostengo en mi mano
Granos de la dorada arena.
¡Qué pocos! Sin embargo como se arrastran
Entre mis dedos hacia lo profundo,
Mientras lloro, ¡Mientras lloro!
¡Oh, Dios! ¿No puedo aferrarlos
Con más fuerza?
¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar
Uno de la implacable marea?
¿Es todo lo que vemos o imaginamos
Un sueño dentro de un sueño? 

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