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viernes, 29 de marzo de 2013

Sintonías que marcaron nuestra infancia (II): Inspiración literaria por Marta Castro


Entre las series de dibujos de los años 80 hay algunas inspiradas en obras literarias



Fotograma de 'La vuelta al mundo de Willy Fog'. / EL PAÍS

Con siete años no puedes leer El Quijote, pero eso no implica que no puedas conocerlo. Y la generación del tactel y la nocilla sabe bien lo que esto significa. La cultura literaria de muchos niños comenzó con las aventuras animadas de los personajes clásicos. Y sus sintonías merecen por lo menos un repaso. Gracias a ellas algunos retienen aún el argumento de los grandes hitos de la literatura.
Es el caso de Las aventuras de Sherlock Holmes. El personaje de Conan Doyle ha inspirado multitud de tramas y personajes hasta el día de hoy -incluso el excéntrico doctor House-. Ninguna tan tierna y divertida como el de la producción japonesa que llegó a España a mediados de los años 80. La música de apertura de la serie aún sigue protagonizando tarareos y silbidos. Todo un clásico en los momentosrevival de los niños de aquella época.


No podemos saber la reacción que Doyle habría tenido al ver a su héroe decadente convertido en un zorro. Tampoco podremos saber que sentiría Alejandro Dumas al ver a la élite de la tropa francesa, los Mosqueteros, convertidos en perros. Y eso que el escritor francés ha visto a sus personajes vestidos con muchas caras.
Los mosqueperros es una de las primeras coproducciones de animación entre España yJapón. Amis, Portos, Dogos y D´artacan -Alejandro Dumas puede estar retorciéndose en la tumba- luchaban contra el maléfico Richelieu, al que le brillaba siempre un canino cuando hacía una de las suyas. La serie gustó tanto que comenzó la carrera del merchandaising de la producción patria. La sintonía, simplemente, inolvidable.


Convertir los personajes en animales es todo un clásico. Y si no que se lo digan al respetable protagonista de La vuelta al mundo de Willy Fogg. Verne debe estar riendo en su tumba. La vuelta al mundo en 80 días la completó este caballero en compañía de Tico y Rigodón, antiguos artistas circenses y sus amigos más inseparables hasta que conoció en la India a la princesa Romi. Lo más curioso de este caso es que tan recordada es la canción que daba paso a la serie como la que cerraba cada capítulo, Sílbame.


 La animación española despegó en esos años, y siguió nutriéndose de fuentes literarias. Es el caso de Los trotamúsicos, basado en el cuentoLos músicos de Bremen de los hermanos Grimm. La serie transmitía valores clásicos como la amistad, pero también la protección del medioambiente. La música estaba muy presente para recrear las aventuras del gallo Coki, Lupo el perro, Tonto el burro y el gato Burlón. Incluso para sus némesis, los malvados Chef, Bestia y Tapón.


Pero antes de todas estas muestras de dibujos animados con la marca España, el precursor fue un manchego loco, al que se le había secado el seso de tanto leer libros de caballería. Dicen los expertos que El Quijote es un libro que te acompaña toda la vida: de niño te hace reír, de adulto lo entiendes y de anciano te sientes identificado. En cualquier caso, esta generación tuvo el honor de conocer la gran novela de Cervantes a través, también, de la música.


En el repaso hemos dejado fuera algunos otros títulos que tendrían cabida: HeidiMujercitas o las aventuras de Arsenio Lupin, porque la memoria emocional, sensitiva y musical, es ilimitada.

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