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martes, 1 de abril de 2014

Tema 9 - La poesía barroca (Temas de Literatura de 1º de Bachillerato)

1. La poesía barroca: el culteranismo y el conceptismo

La poesía barroca, como es sabido, destaca por su máxima complejidad. Es difícil entender el significado de un poema barroco porque el poeta lo esconde por medio de metáforas complicadas y muy originales o el empleo de un hipérbaton extremo (cambio del orden sintáctico lógico de la oración) o, en definitiva,  todos los recursos posibles para que solo un lector culto alcance a comprender el poema. Se puede decir que es una poesía destinada a minorías.  

Los dos poetas más importantes del Barroco son Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Cada uno representaría un estilo o escuela diferente de entender la poesía barroca: el primero es la cabeza  del conceptismo y el segundo es el máximo representante del culteranismo.

Durante un tiempo se vino oponiendo ambas maneras de la lírica barroca. No obstante, importantes escritores de la época como Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián citan a Góngora como el mejor de los conceptistas. Por tanto debemos entender que conceptismo y culteranismo  no son tan diferentes. 

Veamos con más detalle en que consiste cada uno de estos estilos:

A) El conceptismo: se entiende como un recurso por el que, de modo ingenioso, se evita nombrar un referente con su significante habitual, llamándolo con otro signo con el que esté relacionado en el significante o en el significado. O sea, es un juego de ingenio, un descubrimiento de la inteligencia que es capaz de encontrar asociaciones increíbles entre conceptos. Cuanto más rebuscada e ingeniosa es la asociación, tanto más prestigio y reconocimiento recibe el poeta que la descubre.

Estas  similitudes entre significante y significado se mostraban a través de:
  • Antítesis. Contraposición de una palabra o frase a otra de significado contrario: es un ángel y a veces una arpía./ Quiere, aborrece, trata bien, maltrata.
  • Paradoja. Combinación de  frases que envuelven una contradicción aparente. Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero porque no muero.
  • Juegos de palabras: Los principales son:
- Dilogía. Repetición de palabras polisémicas con sentidos diferentes: Cruzados hacen cruzados,/ escudos pintan escudos,/ y tahúres muy desnudos/ con dados ganan condados,/ ducados ganan ducados/ y coronas Majestad./ ¡Verdad! Góngora.
- Paronomasia. Uso de palabras de sonido semejante pero de significado diferente: Si escuchas mis gritos gratos,/ póngame tumusa mesa,/ siendo el/ combate convite/ donde mi fe viva beba).
- Calambur. Equívoco que se produce cuando las sílabas de una o varias palabras contiguas, agrupadas de otra forma, producen o sugieren un significado diferente: ¡Diamantes que fueron antes/ de amantes de su mujer!
- Retruécano. Inversión de los términos de una frase en otra que la sigue: ¿O cuál es más de culpar,/ aunque cualquiera mal haga,/ la que peca por la paga/ o el que paga por pecar?).

Y por supuesto el uso de:
  • La metáfora. Sustitución de un término real no expreso por otro imaginado:
  • El símil. Comparación de un término real con otro imaginado: tus dientes son como perlas.
  • La imagen. La imagen es un recurso genérico que engloba a la metáfora, el símil y la Lo que la diferencia es que solemos conocer como imágen aquella metáfora en que no existe una relación racional entre el término real y el imaginado (por eso es el recurso más comúnmente empleado en la poesía de vanguardia). Por ejemplo cuando Góngora dice refiriéndose a las flores que estas son:  Estrellas mudas,

B) El culteranismo es un modo de conceptismo, que tiene especial predilección por el empleo de: latinismos léxicos y sintácticos, metáforas e imágenes deslumbrantes, sensoriales y difíciles; la dificultad, también extrema, en la comprensión del poema.
Por tanto conceptismo, sería un término más integrador y general: englobaría prácticamente al conjunto de la poesía barroca. Y el culteranismo sería una variante del conceptismo en el que destaca un léxico culto y rebuscado, y unas metáforas con mayor intención embellecedora.

Conclusiones:
  • El conceptismo y el culteranismo parten de una misma concepción poética.
  • Conceptismo es el término que define la poesía del barroco, el culteranismo es una variación y una ampliación  del conceptismo.
  • Para el conceptismo la belleza del poema está en el misterio, el acertijo  y en definitiva las diversas asociaciones de significados por medio de los juegos de palabras.
  • Para el culteranismo, la belleza está más en la elección sorprendente y novedosa del léxico y en la descripción de las cosas por medio de imágenes originales, imaginativas, audaces y, en ocasiones, irracionales.
2. Principales rasgos

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos destacar los principales rasgos de la poesía barroca (tanto es su corriente conceptista como culteranista) en:

a) En la forma
-          Los abundantes adjetivos epítetos, muy originales y atrevidos, referidos a impresiones sensoriales, sobre todo de color (sinestesias). P.ej. Oro, plata, nácar, perla, rosa, lirio…
-          La gran cantidad de metáforas, atrevidas, inéditas, sorprendentes con el fin de crear un mundo de belleza absoluta.
-          El empleo de los juegos de palabras antes citados: paranomasia, retruécano, calambur, dilogía…
-          El uso exagerado de latinismos sintácticos, como un hipérbaton forzadísimo, que invierte el orden natural de la frase castellana; p.ej: con menosprecio, en medio el llano, mira tu blanca frente el lirio bello
-          El abuso de latinismos léxicos, con multitud de cultismos, sonoros y desusados en la lengua cotidiana (culteranismo); p.ej.: émulo, náutico, cándido, púrpura,…

b) En los temas
-    Especial preferencia por la mitología clásica, cuyos temas y personajes inundan las creaciones de los escritores culteranos. Por lo general se repiten los temas ya tratados durante el Renacimiento, es decir, junto a la mitología, son temas destacados el amor, la religiosidad y como consecuencia del desengaño barroco se desarrolla también la poesía satírico-burlesca.

3. Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid. Era de origen noble lo que le facilitó su entrada en la vida cortesana.  Quevedo fue un hombre muy inteligente y agudo pero también egocéntrico, orgulloso, desconfiado y vengativo. Este carácter tan extremado hizo que se ganara numerosos enemigos y que tuviera incluso problemas con las autoridades.     

En 1639, acusado de espionaje y de traición, fue encarcelado y permaneció en prisión cuatro años sin que se formulase ningún cargo contra él. Desengañado y enfermo, se retiró de la vida pública y murió en 1645.

Como la mayoría de los poetas del Siglo de Oro, Quevedo  no publicó su poesía que circuló, en vida del autor, en forma manuscrita. Solo algunos poemas se publicaron en antologías como en la conocida Flor de poetas ilustres de 1605.

Se sabe que cuando murió estaba preparando una edición de su obra que finalmente completó su amigo Josef Antonio González en 1648, con el título El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas.

Entre las composiciones destacan los sonetos, pero practicó todas las formas estróficas típicas de su tiempo: especialmente romances, pero también redondillas, canciones, bailes, jácaras, etc.

Además de su obra poética, Quevedo escribió bastante  prosa. Una conocida novela, El buscón y varios tratados de carácter filosófico, moral, satírico y político.

El conceptismo en Quevedo supone una continuación de los recursos de la poesía cancioneril castellana del XV, donde ya se evitaba nombrar un referente con su significante habitual, para identificarlo con otro signo con el que esté relacionado en el significante o en el significado. Las  similitudes de significante se mostraban a través de antítesis, paradojas, dilogías, paronomasias, calambures, retruécanos…; mientras que la semejanza de significados se articulaba  con la metáfora. Para Gracián el concepto era, de hecho, un acto de entendimiento, que exprime la correspondencia que se halla entre dos objetos.

El conceptismo de Quevedo además del ingenio y la sutileza, prefiere la condensación expresiva y, a diferencia de Góngora  (que recurre especialmente a los cultismos), utiliza palabras habituales o neologismos que él crea a partir de ellas. Por esto siempre se ha dicho que su poesía es “menos difícil” que la de Góngora y puede que sea verdad en apariencia, pero la complejidad en Quevedo es tanta o mayor que en Góngora. Las palabras son más accesibles, sí, y el significado general de la composición parece claro, pero es solo en apariencia como decimos. Casi cada palabra, cada expresión se carga de dobles, triples y hasta cuádruples sentidos. De este modo, los niveles de significado del poema se multiplican y complican.

Podemos agrupar la poesía de Quevedo en cuatro grandes apartados:

a) Poesía religiosa y moral.
Aquí estarían incluidos sus poemas fúnebres, morales, reflexivos de carácter filosófico, algunos laudatorios y de homenaje. Están impregnados de la corriente contrarreformista y de un pesimismo típicamente barroco.
La muerte es vista como algo próximo e inminente y la vida como un tiempo breve para llegar a la muerte. Con la muerte se alcanza el descanso eterno y es la única liberación del mundo de apariencias en que se ha convertido la tierra.

b) Poesía política.
Incluimos aquí poemas satírico-burlescos, morales y de alabanza que tienen este tema común. Muchas de sus críticas  se centran en contrastar los tiempos gloriosos del Imperio con la actual decadencia y pérdida de los valores.

c) Poesía amorosa.
 Sigue todos los tópicos renacentistas del amor petrarquista. Por tanto, un amor platónica por la amada que es fuente de placer espiritual, pero también de dolor y sufrimiento. El poeta parte de la descripción de la  belleza perfecta de la amada para llegar a la unión espiritual. Nunca busca la unión carnal, es más bien la búsqueda de ese ideal en el que dos almas se unen, que proporciona placer y calma, y que es lo mejor que puede pasarle a un mortal. Incluso introduce un aspecto novedoso, propio del extremismo barroco, como el del amor más allá de la muerte, que supone la expresión máxima del sentimiento amoroso: el amor visto como una unión perfecta en cuerpo y alma que transgrede los límites de la muerte.
Destacan los numerosos sonetos que dedicó a Lisi, Lisis, o Lísida, y que forman una especie de cancionero

d) Poesía satírica y burlesca.
Son ataques  a la decadencia de España, a sus enemigos, a las mujeres… en general a todo lo que le molestaba.
Estos poemas son de una implacable crítica y muestran una imagen ridícula y grotesca de instituciones y tipos sociales: el matrimonio interesado  (especialmente recurrente era su crítica a los cornudos), diversos oficios (sobre todos a médicos), los literatos, conocida era su animadversión por Góngora y su escuela, los judíos conversos, los que aparentan honor sin tenerlo, las mujeres, los homosexuales… Por la acidez de la crítica, son estos  poemas más satíricos que burlescos.
Entre los recursos más empleados  destaca el empleo de los juegos de palabras, las hipérboles, la paradoja y los contrastes.

4. Luis de Góngora y Argote, poeta español, cima de la elegancia de la poesía barroca y modelo de poetas posteriores. Nació en Córdoba en el seno de una ilustre familia y estudió en la Universidad de Salamanca. Recibió órdenes religiosas y en su juventud ya era bastante famoso puesto que Cervantes habla de él cuando Góngora sólo tiene 24 años. Obtuvo un cargo eclesiástico de poca importancia pero que le permitió viajar por España con frecuencia y frecuentar la Corte en Madrid. Se establece en esta ciudad y consigue que Felipe III le nombre su capellán. A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, en Góngora, ni la religión ni el amor, pese a algunas aventuras juveniles, ocupan un lugar importante en su vida o en su poesía. Parece que le domina un solo sentimiento, el de la belleza, pues el amor y la naturaleza, asuntos de los que trató con perfecto dominio, más que sentimientos en él aparecen como pretextos para la creación poética. Al final de su vida, agobiado por las deudas, se traslada a Córdoba, donde muere.

 Góngora tuvo en vida defensores apasionados y críticos implacables. El carácter mismo de su poesía haría que esta división de opiniones continuara después de su muerte y llegara aún a nuestros días. Los dos enemigos de más valer que tuvo fueron Quevedo y Lope de Vega, aunque contó con famosos partidarios como el conde de Villamediana o los humanistas Pedro de Valencia y fray Hortensio de Paravicino.

El motivo de esta división radical de posturas reside en el carácter innovador de la poesía de Góngora, cabeza del estilo literario conocido por culteranismo, un término que poseyó en su origen carácter burlesco, formado a partir de la palabra culto y que, de hecho, supone la fase final de la evolución de la poesía renacentista española, instaurada por Garcilaso de la Vega. Sin embargo, a pesar de su gran ornamentación verbal, y de la utilización de palabras comunes en una acepción latina, la crítica considera que el culteranismo es una manifestación peculiar del conceptismo —la escuela literaria que supuestamente se le oponía—. En realidad, y desde el punto de vista de la ideación, Góngora piensa mediante conceptos, aunque su escritura, realizada con recursos lingüísticos como los mencionados, y en ocasiones una difícil erudición, logra grados de elevación lírica y de complicación, a veces casi inalcanzables.

 Hasta hace poco la historia literaria separaba la obra poética de Góngora en dos mitades claramente diferenciadas. Por un lado, las letrillas de inspiración popular y los romances: moriscos, amorosos, pastoriles y caballerescos. De otro, su obra cultista iniciada en 1610 con la “Oda a la toma de Larache”, y continuada con el incremento constante de la oscuridad estilística en la Fábula de Polifemo y Galatea (1613), las Soledades (1613) y el Panegírico al duque de Lerma (1617). Equidistante entre ambos aspectos, se podrían situar sus numerosos sonetos y canciones de estilo clásico, en los que no se advierte tanto el cultismo.

Para el Góngora de la primera manera, la crítica, desde la de sus coetáneos, sólo tuvo elogios. Incluso en los momentos de mayor antigongorismo nadie puso en duda la belleza de letrillas como ‘Las flores del romero’, ‘Lloraba la niña’, ‘No son todo ruiseñores’ ni de los romances: ‘En los pinares del rey’, ‘Amarrado al duro banco’, ‘Servía en Orán al rey’, entre otros. Otra vena poética que domina en Góngora es la burlesca, como demuestran ‘Ande yo caliente’, ‘Ahora que estoy despacio’ o ‘Murmuraban los rocines’. Para algunos es el autor de los más bellos sonetos que se han compuesto en lengua castellana.

Fábula de Polifemo y Galatea y Soledades  Escrita en octavas reales, es la recreación más perfecta de una fábula mitológica (véase Polifemo; Galatea) en la poesía española. Al narrar el viejo tema —pasión del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, idilio de ésta con el joven Acis, venganza del gigante— Góngora crea una obra de brillante hermosura descriptiva, de construcción acabada, donde el arte del contraste y de lo hiperbólico queda sometido a formas rigurosas.

Las Soledades (1613) es una obra de mayor aliento y de plan más madurado. Góngora proyectaba cantar las soledades de los campos, de las riberas, de las selvas y de los yermos. Sólo compuso la primera y parte de la segunda, que constituyen un poema pictórico, panorámico, rico en color y matices. Escrito en silvas, y todavía discutido hoy, constituye una de las cumbres de la lírica de todos los tiempos.

El Góngora del Polifemo y las Soledades fue muy mal entendido por la crítica. Su estilo suscitó inmediatamente la oposición. El humanista Francisco Calcals (1564-1642) cuando leyó las Soledades afirmó que el príncipe de la luz —refiriéndose al poeta de las letrillas— se había mutado en el príncipe de las tinieblas. Una actitud que se prolongaría hasta finales del siglo XIX, cuando algunos simbolistas franceses, en especial Verlaine, y los poetas modernistas de habla española, inician la valoración del gongorismo. Una valoración que culmina en 1927, año del centenario de su muerte, cuando una nueva generación de poetas españoles, Jorge Guillén, Pedro Salinas, García Lorca, Alberti, le aclaman como a uno de sus maestros, y Dámaso Alonso, poeta también, publica su edición crítica de las Soledades, a la que siguen algunos estudios definitivos para la comprensión de Góngora.

5. Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid de padres humildes. Su padre fue bordador Félix de Vega. Estudió en Madrid y en Alcalá. Su vida fue muy azarosa. En particular, siguió una vida llena de aventuras amorosas, pues estuvo casado varias veces y tuvo varias amantes. Fue soldado, secretario de varios diplomáticos y, finalmente, sacerdote.

En cuanto a la vida y producción literaria, fue ciertamente un fenómeno de productividad. Escribió en todos los géneros literarios: novelas, dramas y poesía, tanto lírica como dramática. De corte tradicional, arte menor, y al estilo italianizante renacentista.

A pesar de todo ello, se le conoce sobre todo por su copiosa producción dramática. Sus dramas, en comparación a los de sus coetáneos, resaltan por el ingrediente popular: temas y rimas tradicionales, populares y nacionales.

En cuanto a su poesía lírica podrían distinguirse dos formas: la tradicional de arte menor y la italianizante. En cuanto a la primera cabe mencionar que Lope fue uno de los iniciadores del romancero nuevo. En sus romances nos canta, además de otros temas, sus múltiples aventuras amorosas. También escribió, en esta misma vena tradicional y popular, numerosas glosas, romances, canciones, tercetos, idilios y villanescas


La segunda forma poética la componen sus Rimas humanas, que contienen 200 sonetos, en su mayor parte mitológicos y pastoriles, y Rimas sacras, que incluyen 100 sonetos, principalmente religiosos y hagiográficos. Tanto en una como en la otra forma, observamos claramente el ingrediente temático de su azarosa vida, bien mundanal como religiosa.

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