1. La poesía barroca: el
culteranismo y el conceptismo
La poesía barroca, como es sabido, destaca por su máxima
complejidad. Es difícil entender el significado de un poema barroco
porque el poeta lo esconde por medio de metáforas complicadas y muy originales
o el empleo de un hipérbaton extremo (cambio
del orden sintáctico lógico de la oración) o, en definitiva, todos los
recursos posibles para que solo un lector culto alcance a comprender el poema.
Se puede decir que es una poesía destinada a minorías.
Los dos poetas más importantes
del Barroco son Francisco de
Quevedo y Luis de Góngora. Cada uno representaría un estilo o escuela
diferente de entender la poesía barroca: el primero es la cabeza
del conceptismo y el
segundo es el máximo representante del culteranismo.
Durante un tiempo se vino
oponiendo ambas maneras de la lírica barroca. No obstante, importantes
escritores de la época como Saavedra Fajardo y Baltasar Gracián citan a Góngora
como el mejor de los conceptistas. Por
tanto debemos entender que conceptismo y
culteranismo no son
tan diferentes.
Veamos con más detalle en que
consiste cada uno de estos estilos:
A) El conceptismo: se entiende como un recurso por el
que, de modo ingenioso, se evita nombrar un referente con su significante
habitual, llamándolo con otro signo con el que esté relacionado en el
significante o en el significado. O sea, es un juego de ingenio, un descubrimiento de la inteligencia que es capaz
de encontrar asociaciones increíbles entre conceptos. Cuanto más
rebuscada e ingeniosa es la asociación, tanto más prestigio y reconocimiento
recibe el poeta que la descubre.
Estas similitudes entre
significante y significado se mostraban a través de:
- Antítesis. Contraposición
de una palabra o frase a otra de significado contrario: es un
ángel y a veces una arpía./ Quiere, aborrece, trata bien, maltrata.
- Paradoja.
Combinación de frases que envuelven una contradicción
aparente. Vivo sin vivir en mí/ y tan alta vida espero/ que muero
porque no muero.
- Juegos de
palabras: Los principales son:
- Dilogía. Repetición de palabras polisémicas con sentidos
diferentes: Cruzados hacen cruzados,/ escudos pintan escudos,/ y tahúres
muy desnudos/ con dados ganan condados,/ ducados ganan ducados/ y coronas
Majestad./ ¡Verdad! Góngora.
- Paronomasia. Uso de palabras de sonido semejante pero de
significado diferente: Si escuchas mis gritos gratos,/
póngame tumusa mesa,/ siendo el/ combate convite/ donde mi
fe viva beba).
- Calambur. Equívoco que se produce cuando las sílabas de una
o varias palabras contiguas, agrupadas de otra forma, producen o sugieren un
significado diferente: ¡Diamantes que
fueron antes/ de amantes de
su mujer!
- Retruécano. Inversión de los términos de una frase en otra
que la sigue: ¿O cuál es más de culpar,/ aunque cualquiera mal haga,/
la que peca por la paga/ o el que paga por pecar?).
Y por supuesto el uso de:
- La metáfora.
Sustitución de un término real no expreso por otro imaginado:
- El símil.
Comparación de un término real con otro imaginado: tus dientes son
como perlas.
- La imagen.
La imagen es un recurso genérico que engloba a la metáfora, el símil
y la Lo que la diferencia es que solemos conocer como imágen aquella
metáfora en que no existe una relación racional entre el término real y el
imaginado (por eso es el recurso más comúnmente empleado en la poesía de
vanguardia). Por ejemplo cuando Góngora dice refiriéndose a las flores que
estas son: Estrellas mudas,
B) El culteranismo es un modo de conceptismo, que
tiene especial predilección por el empleo de: latinismos léxicos y
sintácticos, metáforas e imágenes deslumbrantes, sensoriales y difíciles; la
dificultad, también extrema, en la comprensión del poema.
Por tanto conceptismo, sería un término más
integrador y general: englobaría prácticamente al conjunto de la poesía
barroca. Y el culteranismo sería
una variante del conceptismo en el que destaca un léxico culto y
rebuscado, y unas metáforas con mayor intención embellecedora.
Conclusiones:
- El conceptismo y el culteranismo parten de una
misma concepción poética.
- Conceptismo es el término que define la poesía del
barroco, el culteranismo es una variación y una ampliación del
conceptismo.
- Para el conceptismo la belleza del poema está en el
misterio, el acertijo y en definitiva las diversas asociaciones de
significados por medio de los juegos de palabras.
- Para el culteranismo, la belleza está más en la
elección sorprendente y novedosa del léxico y en la descripción de las
cosas por medio de imágenes originales, imaginativas, audaces y, en
ocasiones, irracionales.
2. Principales rasgos
Teniendo en cuenta lo anterior,
podemos destacar los principales rasgos de la poesía barroca (tanto es su
corriente conceptista como culteranista) en:
a) En la forma
-
Los abundantes adjetivos epítetos,
muy originales y atrevidos, referidos a impresiones sensoriales, sobre todo de
color (sinestesias). P.ej. Oro, plata, nácar, perla, rosa, lirio…
-
La gran cantidad de metáforas, atrevidas, inéditas, sorprendentes con
el fin de crear un mundo de belleza absoluta.
-
El empleo de los juegos de
palabras antes citados: paranomasia, retruécano, calambur,
dilogía…
- El uso exagerado de latinismos sintácticos,
como un hipérbaton forzadísimo,
que invierte el orden natural de la frase castellana; p.ej: “con
menosprecio, en medio el llano, mira tu blanca frente el lirio bello”
-
El abuso de latinismos léxicos,
con multitud de cultismos,
sonoros y desusados en la lengua cotidiana (culteranismo); p.ej.: émulo,
náutico, cándido, púrpura,…
b) En los temas
- Especial
preferencia por la mitología
clásica, cuyos temas y personajes inundan las creaciones de los
escritores culteranos. Por lo general se repiten los temas ya tratados durante
el Renacimiento, es decir, junto a la mitología, son temas destacados el amor, la religiosidad y como
consecuencia del desengaño barroco se desarrolla también la poesía satírico-burlesca.
3. Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid. Era de origen
noble lo que le facilitó su entrada en la vida cortesana. Quevedo fue un
hombre muy inteligente y agudo pero también egocéntrico, orgulloso, desconfiado
y vengativo. Este carácter tan extremado hizo que se ganara numerosos enemigos
y que tuviera incluso problemas con las autoridades.
En 1639, acusado de espionaje y
de traición, fue encarcelado y permaneció en prisión cuatro años sin que se
formulase ningún cargo contra él. Desengañado y enfermo, se retiró de la vida
pública y murió en 1645.
Como la mayoría de los poetas del
Siglo de Oro, Quevedo no publicó su poesía que circuló, en vida del
autor, en forma manuscrita. Solo algunos poemas se publicaron en antologías
como en la conocida Flor de poetas ilustres de 1605.
Se sabe que cuando murió estaba
preparando una edición de su obra que finalmente completó su amigo Josef
Antonio González en 1648, con el título El Parnaso español, monte en
dos cumbres dividido, con las nueve Musas.
Entre las composiciones destacan
los sonetos, pero practicó todas las formas estróficas típicas de su tiempo:
especialmente romances, pero también redondillas, canciones, bailes, jácaras,
etc.
Además de su obra poética,
Quevedo escribió bastante prosa. Una conocida novela, El
buscón y varios tratados de carácter filosófico, moral, satírico y
político.
El conceptismo en Quevedo supone una continuación de los recursos
de la poesía cancioneril castellana del XV, donde ya se evitaba nombrar un
referente con su significante habitual, para identificarlo con otro signo con el que esté relacionado en
el significante o en el significado. Las similitudes de significante se mostraban a través de
antítesis, paradojas, dilogías, paronomasias, calambures, retruécanos…;
mientras que la semejanza de significados se articulaba con la metáfora.
Para Gracián el concepto era, de hecho, un acto de entendimiento, que
exprime la correspondencia que se halla entre dos objetos.
El conceptismo de Quevedo además
del ingenio y la sutileza, prefiere la condensación expresiva y, a diferencia
de Góngora (que recurre especialmente a los cultismos), utiliza palabras
habituales o neologismos que él crea a partir de ellas. Por esto siempre se ha
dicho que su poesía es “menos difícil” que la de Góngora y puede que sea verdad
en apariencia, pero la complejidad en Quevedo es tanta o mayor que en Góngora.
Las palabras son más accesibles, sí, y el significado general de la composición
parece claro, pero es solo en apariencia como decimos. Casi cada palabra, cada
expresión se carga de dobles, triples y hasta cuádruples sentidos. De este
modo, los niveles de significado del poema se multiplican y complican.
Podemos agrupar la poesía de
Quevedo en cuatro grandes apartados:
a) Poesía religiosa y moral.
Aquí estarían incluidos sus
poemas fúnebres, morales, reflexivos de carácter filosófico, algunos
laudatorios y de homenaje. Están impregnados de la corriente contrarreformista
y de un pesimismo típicamente barroco.
La muerte es vista como algo
próximo e inminente y la vida como un tiempo breve para llegar a la muerte. Con
la muerte se alcanza el descanso eterno y es la única liberación del mundo de
apariencias en que se ha convertido la tierra.
b) Poesía política.
Incluimos aquí poemas
satírico-burlescos, morales y de alabanza que tienen este tema común. Muchas de
sus críticas se centran en contrastar los tiempos gloriosos del Imperio
con la actual decadencia y pérdida de los valores.
c) Poesía amorosa.
Sigue todos los tópicos
renacentistas del amor petrarquista. Por tanto, un amor platónica por la amada
que es fuente de placer espiritual, pero también de dolor y sufrimiento. El
poeta parte de la descripción de la belleza perfecta de la amada para llegar
a la unión espiritual. Nunca busca la unión carnal, es más bien la búsqueda de
ese ideal en el que dos almas se unen, que proporciona placer y calma, y que es
lo mejor que puede pasarle a un mortal. Incluso introduce un aspecto novedoso,
propio del extremismo barroco, como
el del amor más allá de la muerte, que supone la expresión máxima
del sentimiento amoroso: el amor visto como una unión perfecta en cuerpo y alma
que transgrede los límites de la muerte.
Destacan los numerosos sonetos
que dedicó a Lisi, Lisis, o Lísida, y que forman una especie de cancionero
d) Poesía satírica y burlesca.
Son ataques a la decadencia de España, a sus enemigos, a las
mujeres… en general a todo lo que le molestaba.
Estos poemas son de una
implacable crítica y muestran una imagen ridícula y grotesca de instituciones y
tipos sociales: el matrimonio interesado (especialmente recurrente era su
crítica a los cornudos), diversos oficios (sobre todos a médicos),
los literatos, conocida era su animadversión por Góngora y su escuela, los
judíos conversos, los que aparentan honor sin tenerlo, las mujeres, los
homosexuales… Por la acidez de la crítica, son estos poemas más satíricos que burlescos.
Entre los recursos más empleados
destaca el empleo de los juegos de palabras, las hipérboles, la paradoja
y los contrastes.
4. Luis de Góngora y
Argote, poeta español, cima de la
elegancia de la poesía barroca y modelo de poetas posteriores. Nació en Córdoba
en el seno de una ilustre familia y estudió en la Universidad de Salamanca.
Recibió órdenes religiosas y en su juventud ya era bastante famoso puesto que
Cervantes habla de él cuando Góngora sólo tiene 24 años. Obtuvo un cargo
eclesiástico de poca importancia pero que le permitió viajar por España con
frecuencia y frecuentar la Corte en Madrid. Se establece en esta ciudad y
consigue que Felipe III le nombre su capellán. A diferencia de la mayoría de
sus contemporáneos, en Góngora, ni la religión ni el amor, pese a algunas
aventuras juveniles, ocupan un lugar importante en su vida o en su poesía.
Parece que le domina un solo sentimiento, el de la belleza, pues el amor y la
naturaleza, asuntos de los que trató con perfecto dominio, más que sentimientos
en él aparecen como pretextos para la creación poética. Al final de su vida,
agobiado por las deudas, se traslada a Córdoba, donde muere.
Góngora tuvo en vida defensores apasionados y críticos implacables.
El carácter mismo de su poesía haría que esta división de opiniones continuara
después de su muerte y llegara aún a nuestros días. Los dos enemigos de más
valer que tuvo fueron Quevedo y Lope de Vega, aunque contó con famosos
partidarios como el conde de Villamediana o los humanistas Pedro de Valencia y
fray Hortensio de Paravicino.
El motivo de esta división radical de posturas reside en el carácter
innovador de la poesía de Góngora, cabeza del estilo literario conocido por
culteranismo, un término que poseyó en su origen carácter burlesco, formado a
partir de la palabra culto y que, de hecho, supone la fase final de la
evolución de la poesía renacentista española, instaurada por Garcilaso de la
Vega. Sin embargo, a pesar de su gran ornamentación verbal, y de la utilización
de palabras comunes en una acepción latina, la crítica considera que el
culteranismo es una manifestación peculiar del conceptismo —la escuela
literaria que supuestamente se le oponía—. En realidad, y desde el punto de
vista de la ideación, Góngora piensa mediante conceptos, aunque su escritura,
realizada con recursos lingüísticos como los mencionados, y en ocasiones una
difícil erudición, logra grados de elevación lírica y de complicación, a veces
casi inalcanzables.
Hasta hace poco la historia literaria separaba la obra poética de
Góngora en dos mitades claramente diferenciadas. Por un lado, las letrillas de
inspiración popular y los romances: moriscos, amorosos, pastoriles y
caballerescos. De otro, su obra cultista iniciada en 1610 con la “Oda a la toma
de Larache”, y continuada con el incremento constante de la oscuridad
estilística en la Fábula de Polifemo y
Galatea (1613), las Soledades (1613)
y el Panegírico al duque de Lerma
(1617). Equidistante entre ambos aspectos, se podrían situar sus numerosos
sonetos y canciones de estilo clásico, en los que no se advierte tanto el
cultismo.
Para el Góngora de la primera manera, la crítica, desde la de sus
coetáneos, sólo tuvo elogios. Incluso en los momentos de mayor antigongorismo
nadie puso en duda la belleza de letrillas como ‘Las flores del romero’,
‘Lloraba la niña’, ‘No son todo ruiseñores’ ni de los romances: ‘En los pinares
del rey’, ‘Amarrado al duro banco’, ‘Servía en Orán al rey’, entre otros. Otra
vena poética que domina en Góngora es la burlesca, como demuestran ‘Ande yo
caliente’, ‘Ahora que estoy despacio’ o ‘Murmuraban los rocines’. Para algunos
es el autor de los más bellos sonetos que se han compuesto en lengua
castellana.
Fábula de Polifemo y Galatea y
Soledades Escrita en octavas reales, es la
recreación más perfecta de una fábula mitológica (véase Polifemo; Galatea) en
la poesía española. Al narrar el viejo tema —pasión del cíclope Polifemo por la
ninfa Galatea, idilio de ésta con el joven Acis, venganza del gigante— Góngora
crea una obra de brillante hermosura descriptiva, de construcción acabada,
donde el arte del contraste y de lo hiperbólico queda sometido a formas
rigurosas.
Las Soledades (1613) es una obra de mayor aliento y de plan
más madurado. Góngora proyectaba cantar las soledades de los campos, de las riberas,
de las selvas y de los yermos. Sólo compuso la primera y parte de la segunda,
que constituyen un poema pictórico, panorámico, rico en color y matices.
Escrito en silvas, y todavía discutido hoy, constituye una de las cumbres de la
lírica de todos los tiempos.
El Góngora del Polifemo y las Soledades fue muy mal entendido por la
crítica. Su estilo suscitó inmediatamente la oposición. El humanista Francisco
Calcals (1564-1642) cuando leyó las Soledades afirmó que el príncipe de la luz
—refiriéndose al poeta de las letrillas— se había mutado en el príncipe de las
tinieblas. Una actitud que se prolongaría hasta finales del siglo XIX, cuando
algunos simbolistas franceses, en especial Verlaine, y los poetas modernistas
de habla española, inician la valoración del gongorismo. Una valoración que
culmina en 1927, año del centenario de su muerte, cuando una nueva generación
de poetas españoles, Jorge Guillén, Pedro Salinas, García Lorca, Alberti, le
aclaman como a uno de sus maestros, y Dámaso Alonso, poeta también, publica su
edición crítica de las Soledades, a la que siguen algunos estudios definitivos
para la comprensión de Góngora.
5. Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid de padres humildes. Su
padre fue bordador Félix de Vega. Estudió en Madrid y en Alcalá. Su vida fue muy azarosa. En
particular, siguió una vida llena de aventuras amorosas, pues estuvo casado
varias veces y tuvo varias amantes. Fue soldado, secretario de varios
diplomáticos y, finalmente, sacerdote.
En cuanto a la vida y producción
literaria, fue ciertamente un fenómeno de productividad. Escribió en todos los
géneros literarios: novelas, dramas y poesía, tanto lírica como dramática. De
corte tradicional, arte menor, y al estilo italianizante renacentista.
A pesar de todo ello, se le conoce
sobre todo por su copiosa producción dramática. Sus dramas, en comparación a
los de sus coetáneos, resaltan por el ingrediente popular: temas y rimas
tradicionales, populares y nacionales.
En cuanto a su poesía lírica
podrían distinguirse dos formas: la tradicional
de arte menor y la italianizante. En
cuanto a la primera cabe mencionar que Lope fue uno de los iniciadores del
romancero nuevo. En sus romances nos canta, además de otros temas, sus
múltiples aventuras amorosas. También escribió, en esta misma vena tradicional
y popular, numerosas glosas, romances, canciones, tercetos, idilios y
villanescas
La segunda forma poética la
componen sus Rimas humanas, que
contienen 200 sonetos, en su mayor parte mitológicos y pastoriles, y Rimas sacras, que incluyen 100 sonetos,
principalmente religiosos y hagiográficos. Tanto en una como en la otra forma,
observamos claramente el ingrediente temático de su azarosa vida, bien mundanal
como religiosa.
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