jueves, 7 de abril de 2011

René Andioc, maestro francés de los estudios hispánicos



GUILLERMO CARNERO


EL PAÍS  -  Obituarios - 05-04-2011 El eminente hispanista francés René Andioc (Cerbère, 1930), inició su carrera universitaria en el Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos de la Universidad de Burdeos y la prosiguió en la Escuela de Altos Estudios Hispánicos de la Casa de Velázquez de Madrid. En 1969 presentó su tesis doctoral sobre Leandro Fernández de Moratín en la Universidad de Toulouse, publicada en Francia en 1970 y en España en 1976 con el título de Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII.
Fue catedrático, entre 1970 y 1979, en la Universidad de Pau, donde fundó el Centro de Investigaciones Hispánicas. De 1979 a 1990 lo fue en la de Perpiñán, y allí permaneció hasta 2008 como catedrático emérito y honorario, dedicado exclusivamente a la investigación. Le debemos otra obra imprescindible: los dos volúmenes de la Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII, publicados en 1996 en colaboración con Mireille Coulon y con segunda edición en 2008. Sus dos últimas obras fueron Del siglo XVIII al XIX. Estudios histórico-literarios (2005), y Goya. Letra y figuras (2008). René Andioc, fallecido el pasado 14 de marzo en Mirepoix-sur-Tarn, ha sido uno de los más brillantes ejemplos de la mejor tradición de la Universidad francesa. En ella, el estatus profesoral ha estado necesariamente unido a la posesión de reconocidos y cuantiosos méritos científicos, y de ahí que en nuestro crepúsculo universitario actual aún resuene, como eco manriqueño de un pasado mejor, el concepto de tesis a la francesa. Significaba un trabajo de investigación de primera mano, larga y milimétricamente realizado, generador de obras que se convertían ipso facto en piedras miliares de permanente vigencia. En ese orden de cosas, Andioc fue un relevante pionero en la reivindicación del siglo XVIII español, una época tradicionalmente considerada un desierto en el que, a lo sumo, cabía tener en cuenta a unos pocos padres del yermo, como Feijoo o Jovellanos, a excepción de los cuales podía saltarse impunemente desde Calderón a Martínez de la Rosa. El método de trabajo de René Andioc descansaba en un dogma que ha sido siempre el mejor y más inteligente legado de un positivismo que no significa desconocer los valores literarios, pero que niega la consideración de la serie cultural como un rosario de creadores individuales aislados en su genialidad singular. Lo mismo que la arqueología no se limita ya a colocar en urnas de museo los objetos preciosos, sino que aspira a reconstruir el entorno material, social y espiritual de la civilización que los produjo, la ciencia cultural y literaria bien entendida no se limita a la veneración del monumento, sino que junto a él sitúa el marco de los documentos con los que convivió y de los que depende, en última instancia, su alcance y su sentido. Atendiendo a los autores mayores, a los menores y hasta a los mediocres, Andioc nos abrió los ojos sobre el siglo XVIII en el terreno del género literario que, por ser accesible incluso a los analfabetos, refleja mejor la ideología, las actitudes y las mentalidades de su tiempo: el teatro. La última vez que vi a René fue en Madrid, en 2008, en la presentación de su reciente y monumental volumen sobre Goya. Poco después tuve la satisfacción de proponerlo a la Universidad de Salamanca para el Premio Nebrija, que reconoce la labor de los hispanistas que más y mejor han dilucidado y difundido nuestra cultura. Todos los estudiosos del siglo XVIII han tenido un maestro en René Andioc, y algunos el privilegio de recibir de él la generosidad y el afecto que solo conceden los mejores.  

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