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lunes, 12 de mayo de 2014

Protagonistas Femeninas en la Novela del siglo XIX: La Regenta (UNED)

Publicado el 5/11/2013
Fecha de emision: 09-12-2005
Programa TV - La Regenta es la primera novela de Leopoldo Alas «Clarín», publicada en dos tomos en 1884 y 1885 respectivamente. Considerada la obra cumbre de su autor y de la novela española del siglo XIX, además es uno de los máximos exponentes del naturalismo y del realismo progresista. Además, incorpora una técnica novedosa; la técnica del sueño o fluir de los recuerdos. La novela solo puede ser publicada en Barcelona (Daniel Cortezo y Cía.) ya que su publicación es un verdadero escándalo, sobre todo en Oviedo. El obispo publica en su contra una pastoral que Clarín contraataca.

jueves, 20 de febrero de 2014

Comentario de La Regenta por Mario López Asenjo (MasterLengua)

1. El autor y su época
La novela realista en España nació de manera tardía en relación al resto de Europa. Si tenemos en cuenta que en 1830 Stendhal había publicado Blanco y Negro, y que en la década de 1850 publicó Balzac la mayor parte de la serie de novelas de su Comedia humana, la aparición de la  primera novela realista española , La fontana de Oro, de Galdós allá por 1870 llegó con considerable retraso con respecto al realismo inglés, alemán o frances. Las razones hay que buscarlas en las peculiaridades sociopolíticas de España: el Realismo va asociado a la irrupción del estado liberal como sistema y la burguesía como clase dominante. En España este proceso tiene lugar en 1868 cuando se produce una revolución liberal que expulsó la reina y produjo un cambio del sistema. Se inicia un periodo revolucionario de 6 años con diferentes tentativas de gobierno y que, como es lógico, dividió a la sociedad de la época.
Los revolucionarios reclamaban más libertades, una nueva constitución, el fin de la censura y de la esclavitud en las colonias de América (solo le quedaban a España Cuba y Puerto Rico) y sobre todo un mejor reparto del poder evitando la corrupción y el dominio que las clases privilegiadas (monarquía, nobleza y clero) habían mantenido hasta entonces. Pero sobre todo, la revolución alzó a la burguesía y su ideología liberal al poder en España. Y con el ascenso de la burguesía llega la novela realista la que retrata sus preocupaciones, el enfrentamiento político y social del momento. En este contexto se produce la obra de Leopoldo Alas “Clarín”.
Leopoldo Alas “Clarín” nació en Zamora, aunque pronto se trasladó a vivir a Oviedo, y siempre se sintió asturiano. Estudió Economía y llegó ser catedrático en la Universidad de Oviedo. Desde joven practicó el periodismo en artículos que firmaba comoClarín (sobrenombre por el que se le conoce hoy como escritor). Como articulista fue temido por sus implacables, pero acertadas críticas literarias. Sufrió varias crisis personales que le condujeron a perder la fe y a convertirse en un convencido anticlerical. Tuvo ideas republicanas pero pronto se desengañó también de la política.
Obra
Comenzó tarde a escribir obras literarias. Sus primeros textos son ensayos y críticas literarias y políticas en artículos de prensa que publicó en libros recopilatorios. Según apunta Ricardo Gullón, las mejores obras de crítica literaria de Clarín se encuentra en:
Solos de Clarín (1881), La literatura en 1881 (1882; en colaboración con Armando Palacio Valdés), Sermón perdido (1885),Folletos literarios (1886-91), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1888), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), y Siglo pasado(1901).
Y en varios recopilatorios: Preludios de Clarín (1875-1880) (Jean-François Botrel, 1972), Obra olvidada, artículos de crítica(1882-1901) (Antonio Ramos-Gascón, 1973) y Clarín político, tomos I y II.
En literatura, dominó el cuento o relato breve; destacados son  relatos como Pipa (1879) y Adiós, Cordera; y entre sus colecciones de cuentos destacan entre otras: El Señor y lo demás son cuentos (1892), Doña Berta(1892) y Cuentos morales (1896). Pero sin duda, las obras que le han dado la fama son las dos novelas que escribió: La Regenta (1885) y Su único hijo (1895). La primera es una novela de técnica naturalista que retrata el ambiente de enfrentamiento ideológico y político que vivía la sociedad española en ese momento, en la obra reflejado en la disputa que por Ana Ozores (la Regenta) mantienen Fermín de Pas (el Magistral, representante de los conservadores) y Álvaro Mesía (jefe del partido liberal). La obra es considerada, junto aFortunata y Jacinta, de Galdós, como la mejor del siglo XIX en España. 
También intentó, sin éxito, triunfar en el teatro; el estreno de Teresa (1895) fue un fracaso.

La Regenta está considerada por una mayoría de la crítica como la obra cumbre del Realismo español. Desde luego no le faltan elementos para merecer esa distinción: está magistralmente escrita, representa inmejorablemente todas las características temáticas y de estilo propias del realismo-naturalismo y es, en definitiva, una gran novela solo comparable con lo mejor de Galdós,Fortunata y Jacinta.
2. Resumen.
La obra se divide en dos partes de quince extensos capítulos cada una:
la primera comprende los acontecimientos que ocurren en tres días
- la segunda abarca tres años.
Cada capítulo tiene unidad y autonomía dentro del conjunto. Esto es quizá porque el autor originalmente publicó la obra “por entregas” y ese sistema obligaba a cerrar cada capítulo en la parte más interesante, para que el lector estuviese deseoso de leer el siguiente capítulo.
Los escenarios principales de la novela:
La obra sucede en Vetusta, ciudad de nombre inventado pero que es fácil de identificar con Oviedo. El autor centra su retrato en la zona noble de Vetusta llamada La Encimada, donde viven los principales personajes. La acción avanza lentamente por El paseo, el Casino de Vetusta, lugar de encuentro de la burguesía terrateniente y los liberales; el palacio de los Vegallana, la catedral y la casa de La Regenta, como escenarios principales
Primera parte:
Como decíamos antes, se narran los acontecimientos que trascurren durante 3 días. Los personajes que centran la atención en estos capítulos, como en el resto de la obra, son el trío protagonista: Ana Ozores, Fermín de Pas y Álvaro Mesía.
Los primeros capítulos, pues, sirven para presentar a los personajes principales. En los primeros siete capítulos se introduce el hilo argumental de toda la novela: por un lado los socios del casino (y el resto de ciudadanos de Vetusta, en general)sospechan de las intenciones amorosas del Magistral con la Regenta, y por eso animan  a  Mesía para que se adelante a Fermín de Pas y se convierta en amante de la dama. En el cap. VIII, en casa de los marqueses de Vegallana, serán las damas de la alta sociedad vetustense  (en la mayoría de los casos ex-amantes de Mesía, el “don Juan” de la ciudad) las que animan a don Álvaro para que se lance a la conquista de la Regenta.
El resto de los siguientes capítulos de esta primera parte repiten este  motivo novelesco de la “caza” de la dama, al tiempo que en las conversaciones, encuentros sociales y reuniones en el casino, el autor nos sigue describiendo a la sociedad de Vetusta.
La acción en la primera parte de la novela avanza muy lentamente porque lo que interesa es presentar a los personajes, sus vidas, pensamientos, intrigas, dificultades, pasiones, vicios, las relaciones sociales, las luchas de poder, los tipos sociales… el día a día de una ciudad  representativa de la España del momento.
Segunda Parte
Podríamos agrupar el resumen de estos 15 capítulos de la segunda parte en tres grupos en relación al desarrollo del argumento:
Del Cap. XV al XXCompetición por Ana. La segunda parte se inicia con los Quintanar (Víctor y Ana) que aceptan la propuesta de Álvaro Mesía para  ver una representación del Don Juan Tenorio. Durante la actuación, Ana experimenta una gran impresión (siente una catarsis sentimental y desea imitar el amor entre Inés y don Juan) y días más tarde padece una crisis que la mantiene una temporada en reposo, enferma y débil. Los dos pretendientes de la Regenta, o sea, El magistral y Álvaro Mesía, frecuentan la casa para visitarla.
Del cap. XXI al XXVEl Magistral deja ver sus intenciones y Ana se aparta de él, Mesía toma ventaja. Ana se ha recuperado de su enfermedad. Quizá lo más destacado vuelve a suceder en el cap. XXIV: Ana obtiene el permiso de su confesor (el magistral) para ir al baile del Casino. Allí baila con Mesía y cae desmayada en sus brazos.
El cap. XXV es muy importante para la historia. De Pas tiene una entrevista crucial con Ana. Él la regaña por su actitud del día anterior en el baile, quiere saber qué pasó realmente con Mesía y, finalmente, muerto de celos, pierde los nervios y deja ver sus verdaderos sentimientos por Ana (que se horroriza al descubrirlo).
Del cap. XXVI al XXXDesenlace de la historia: Adulterio y tragedia final. En el cap. XXVI De Pas y Ana se reconcilian y, en compensación, Ana le promete que saldrá descalza como penitente en la procesión de la Semana Santa (con esto el Magistral pretende mostrar a sus enemigos que no ha perdido autoridad sobre Ana). Después de la experiencia del Viernes Santo, Ana sufre una nueva enfermedad. Para su recuperación,  Mesía sugiere al Marqués de Vegallana que Ana pase una temporada en su finca. De esta manera Mesía podría quedarse a solas con ella. En el cap. XXVIII sucede algo fundamental para el desenlace de la historia. En uno de los paseos por la finca de los marqueses, Ana y Mesía, que caminaban separados del grupo se ven sorprendidos por una tormenta y se refugian en una cabaña. Álvaro aprovecha la ocasión para declararle su amor. Pasan todavía unos días hasta que Ana, después de ésta declaración de amor, se convierta en amante de Mesía.
Ana y Mesía ya amantes se encuentran casi a diario en el dormitorio de Ana (algo que no debe sorprender pues ella y su marido no dormían juntos). Mesía pasa cada noche y antes de que se despierte el marido escapa por el balcón sin levantar sospechas. Petra la criada de los Quintanar, es la primera en saber que Mesía  está todas las noches en la alcoba de la Regenta haciéndole el amor, y decide contárselo al Magistral. Lo hace porque odia a Ana y porque desea trabajar en casa del Magistral y piensa que así conseguirá sus propósitos. De Pas, dolido por los celos, quiere vengarse, se siente humillado, como si fuera a él a quien están engañando. Le gustaría asesinar con sus manos a Mesía, pero es un cura y no puede hacer nada, por eso, con la colaboración de Petra, idea el modo de vengarse: Don Víctor se levanta todos los días a las siete de la mañana para ir a cazar, pero Petra debía adelantarle el despertador una hora de este modo vería como Mesía abandonaba la alcoba de Ana.
En el Cap. XXX (final de la novela), el plan funciona. Quintanar se despierta antes y aunque descubre a los amantes,  se marcha de caza  como tenía pensado ese día. Sin embargo, al volver a casa, Fermín De Pas lo espera y lo convence para que defienda su honor en duelo con Mesía. Álvaro es un cobarde y no quiere “batirse en duelo” de pistolas. Además Quintanar es muy buen tirador, uno de los mejores de Vetusta. El marido de Ana tampoco quiere el duelo ni matar a Álvaro. Los dos luchan por las presiones de los demás. En el duelo, por casualidad Mesía mata al marido de Ana.  Mesía huye a Madrid y escribe a la Regenta una carta que le deja aún más abatida y sólo.
La Regente termina aislada, señalada por la sociedad como adultera y causante de la muerte de su marido. La novela se cierra con un último encuentro, del todo desgarrador, entre Ana y Fermín en la catedral  (los fragmentos 3, 4 y 5 recogen estos momentos finales de la obra)
3. Personajes
Ana Ozores (27 años) es una joven  de clase noble   a menos.  Al quedar huérfana sigue los consejos de sus tías y acepta el matrimonio con un hombre mucho mayor que ella, pero con una desahogada situación económica. El matrimonio le aporta  seguridad y sustento para la vida, pero no le hace feliz. Su marido es unos 20 años mayor, pero es que además no le presta atención ni emocional ni física; es bueno con ella, pero como lo sería un padre. Por su marido, que fue regente de Vetusta, le viene el sobrenombre de la Regenta.
Vive con la esperanza de encontrar algún día un amor ideal y puro, algo que le llene la vida, mientras tanto Ana dedica su tiempo a leer libros y novelas que la alejen de la realidad.
  • Primero lee libros religiosos con el deseo de encontrar paz y amor espiritual. En ese momento se siente muy cercana al magistral Fermín de Pas. Sin embargo, cuando descubre las intenciones amorosas de éste, se alejará asustada.
  • Después, está influida por la lectura de novelas románticas, que tratará de imitar en la vida real, pero se equivoca al querer encontrar romanticismo y sentimientos puros en una sociedad tan corrompida como la de Vetusta (la ciudad inventada -trasunto de Oviedo- donde transcurre la novela). Confundida por sus deseos se enamora de Álvaro Mesía, un hombre sin sentimientos que sólo quiere conquistarla como un trofeo.  Ana se equivoca y acaba derrotada por una sociedad cínica que se divierte con su caída.
Fermín de Pas (34 años). Es el Magistral (un alto cargo de la catedral). Está muy dominado por su madre y, al mismo tiempo, De Pas es, posiblemente, la persona más influyente del pueblo, por tanto el principal enemigo de los que quieren sustituir al clero en la cima del poder social (nos situamos a finales del siglo XIX una época de cambio político y social). Para demostrar su autoridad sobre los ciudadanos de Vetusta exhibe como un triunfo y una demostración de poder la influencia que tiene sobre Ana. Él dirige su vida y su comportamiento. Es su confesor y ella hace todo lo que él le dice. Pero De Pas se enamora de ella y cuando Ana lo descubre lo abandonará.
Álvaro Mesía (45 años).  Es el líder de los burgueses liberales que compiten por el poder con la iglesia y la aristocracia. También es el “Don Juan” de Vetusta (aunque algo viejo ya). Casi todas las mujeres de la aristocracia vetustense se han acostado con él, por eso son precisamente estas mujeres las que le animan para que conquiste a la Regenta. Quieren que ella caiga en el adulterio como cayeron ellas. Además Mesía también ve la posibilidad de humillar al magistral, su enemigo, frente al resto de la sociedad de Vetusta.
Otros Personajes destacados
Don Víctor Quintanar (58 años), marido de Ana Ozores. Es para Ana más un padre que un marido. Mucho mayor que ella, vive más preocupado por la colección de mariposas, la caza y la lectura de obras de teatro romántico que por su mujer. Eso sí, se preocupa por su salud y es respetuoso con ella.  En definitiva, un buen hombre, aunque un poco “bobo”, pues será el último en enterarse del adulterio de su esposa.
Frígilis. Amigo inseparable de Quintanar. Es su consejero y compañero de caza. Es, junto con el Obispo Camoirán, uno de los dos personajes que se comportan de manera digna en toda la obra y el autor muestra por ellos respeto.
Doña Paula. La madre del Magistral. Es viuda. Con un carácter cerrado e insensible es codiciosa y tiene una total influencia en su hijo. En realidad doña Paula es la que domina a las almas de Vetusta a través del Magistral, pero si De Pas lo que ambiciona es el poder, la madre sólo desea acumular riquezas.
El Marqués Paco Vegallana. Aristócrata liberal. Amigo de Mesía. Será cómplice de éste en sus intenciones con la Regenta. Muchas de las escenas de la novela se desarrollan en su palacio. Allí será donde, por ejemplo, Mesía conquiste a Ana. Y su mujer, la Marquesa llena de maledicencia y deseosa de ver como Ana comete adulterio. Intima con la Regenta haciéndose pasar por su amiga, pero es sólo una falsa envidiosa que intriga contra ella.
Petra es la doncella de Ana. Ha servido en muchas casas principales. Es envidiosa y desconfía de todos. No soporta a la Regenta, y será precisamente Petra, en colaboración con Fermín de Pas, la causante de la tragedia final al poner el adulterio de Ana  ante los ojos del marido.

Estos son los personajes principales pero el micromundo de la Regenta es inmenso. Aparecen cientos de personajes con sus caracteres retratados y desempeñando un papel más o menos importante en la historia. Entre todos recrean el ambiente provinciano de Vetusta que trata de ser un ejemplo de la sociedad española del momento.
4. Comentario de la obra.
En la novela están representados todos los personajes de una ciudad española del s XIX: el obispo, marqueses, el cacique local, obreros, burgueses, etc…  La Regenta ofrece una visión de los conflictos sociales y personales que se desarrollaron en  aquella sociedad:
a) Conflictos sociales: La novela se ambienta en una ciudad de nombre inventado, Vetusta, pero el lector puede reconocer fácilmente que se trata de Oviedo. Vetusta sería un modelo de la sociedad española entera. En Vetusta la iglesia y la aristocracia controlan la ciudad, pero la nueva clase pudiente, la alta burguesía y la aristocracia liberal  tratan de sustituirlos.
La novela critica con dureza a los conservadores, a los liberales, a una parte del clero, etc. la sociedad toda es sometida a crítica. En la ciudad dominan: la envidia, el interés por el poder, la superficialidad y las habladurías de la gente.
Una sociedad corrompida y estúpida, en definitiva, por eso la gente de Vetusta no aceptan que haya alguien  moralmente decente como la Regenta. Todos intervienen en la caída moral de Ana Ozores, buena persona, decente, pura, idealista  e ingenua que estaba totalmente expuesta e indefensa en ese mundo de miseria espiritual.
b) Conflictos personales (personajes):
El argumento de la novela mantiene su interés en el desarrollo de la historia de amor de Ana Ozores. Es un triángulo amoroso en el que intervienen los 3 personajes principales. El autor narra la evolución de esta problemática amorosa captando la atención del lector hasta el final.
En relación con los temas del realismo, en la obra dos de estos son los  principales: El Adulterio y la relación amorosa en la que forma parte un clérigo.
Además de estos dos se tratan casi todos los temas propios de la novela realista: el caciquismo, el enfrentamiento político y social, etc…
4.1. El naturalismo en La Regenta
En la novela se pueden ver la influencia del naturalismo en diferentes aspectos compositivos:
  • Espacio y tiempo: como en todas las novelas del Realismo y el Naturalismo se ambienta en época contemporánea para el lector. La ciudad era el espacio preferido por escritores de ideología progresista como Clarín. Además, Vetusta es siempre motivo de corrupción y decadencia moral. Todo lo malo sucede en la ciudad, los personajes solo disfrutan de la vida cuando se alejan de ese medio y salen al campo, en los paseos, la finca de los marqueses, etc.
  • Narrador: Clarín intenta por el mayor grado posible de objetividad narrativa y para ello además de emplear el narrador omnisciente, el abundante diálogo (donde son los personajes quienes directamente opinan) usa una técnica muy empleada en el naturalismo que se llama estilo indirecto libre de este modo el autor se mete dentro de la mente del personaje para narrar lo que este observa y piensa pero presentándolo en tercera persona, como si se tratara de un narrador omnisciente. En el siguiente fragmento se puede observar cómo se emplea el estilo indirecto libre.
  •  Determinismo y Personajes: la organización determinista del ambiente sobre el individuo. Ana Ozores acaba vencida por el ambiente, por una sociedad maledicente y corrupta que la conduce al adulterio y al descrédito social. Pero a diferencia del naturalismo francés, Clarín no centra su atención en lo más marginal de la sociedad sino que son la burguesía y la alta sociedad quienes tienen el protagonismo. 

Enlaces:
  • Leer el cuento Pipa  en Librodot.com
  • Leer  La Regenta (con prólogo de Galdós) en cervantesvirtual.com
  • Ver la adaptación de La Regenta para la TV Española en youtube, en tres partes:






lunes, 3 de febrero de 2014

La barraca, de Vicente Blasco Ibáñez publicado por Alejandro Gamero



   La idea original de La barraca, publicada en 1898 como novela folletinesca en el periódico El Pueblo, tiene su origen en un cuento breve titulado Venganza morisca que Vicente Blasco Ibáñez había escrito tres años antes a partir de una experiencia real. Posteriormente apareció como un volumen independiente, pero sería sobre todo a partir de las ediciones y traducciones al francés que cobraría fama. El éxito de la novela se debe sobre todo a la habilidad de Blasco Ibáñez para proyectar una serie de elementos y conflictos a una dimensión universal partiendo de un entorno y unos personajes localistas, muy cerrados y limitados. Si bien es cierto que el lector necesita conocer un mínimo las estructuras socioeconómicas de la Valencia huertana de fines del siglo XIX, pronto se da cuenta de que la historia va más allá del mero localismo comarcal. Lo que se percibe en la lectura de La barraca es la lucha pesimista del individuo contra el entorno, el odio macerado de la incultura y la avaricia y en niveles más profundos la lucha revolucionaria contra corrupción y las injusticias sociales y a favor del cambio en los medios de producción. Porque al fin y el cabo, Blasco Ibáñez había adquirido un compromiso político para con los más necesitados, a favor de la república y de la revolución, que le había llevado incluso a poner en práctica un modelo de sociedad socialista.

   La historia sigue una estructura bastante tradicional, con un único salto temporal en el segundo capítulo para explicar los hechos sucedidos en relación con la barraca. El primer capítulo supone una presentación de los personajes principales, mientras que a partir del tercero la trama se desarrolla siguiendo un orden cronológico lineal. Todo empieza con el pobre y viejo tío Barret, con cinco hijas y ningún hijo, que es incapaz de cosechar por sí solo la barraca completa. Las deudas se van acumulando, al igual que las mensualidades, hasta que finalmente el avaricioso arrendatario don Salvador decide expropiarle. Aparece la figura de don Salvador caricaturizada, al igual que la de todos los señoritos, dibujado como estereotipo sin ningún tipo de profundización psicológica ─más bien recuerda a los típicos malvados de novelas folletinescas, con su sombrero largo y embozados en una capa negra, al estilo de las novelas de Rocambole─. Ante él, el tío Barret es un personaje débil, también estereotipo del campesino sometido de forma pasiva y obediente al yugo del señor. Pero, ya sin nada, en un acto de locura decide matar a don Salvador, crimen que provoca que dé con sus huesos en la cárcel, donde acaba muriendo. Este acto de rebeldía individual es asumido por la huerta, auténtico personaje colectivo al estilo del coro en la tragedia griega, más que como un símbolo de la lucha contra la sociedad de clases como una cobarde excusa para amedrentar a los dueños de la tierra. Es lo que Pimentó confesará, borracho, en la taberna de Copa: las tierras del tío Barret deben permanecer yermas, pero no por solidaridad con él, ni siquiera porque la huerta tenga la obligación de proteger y cuidar a sus miembros, sino por puro egoísmo y avaricia, ya que de esa forma se libra de pagar el arrendamiento de sus tierras.

   En este contexto sucio y perverso aparece Batiste con su familia. Se trata de un personaje con el que el lector se va encariñando, porque va conociendo poco a poco su pasado difícil, a la aventura, en los caminos, siempre trabajando como un animal para sacar adelante a los suyos, por los que estaría dispuesto a dar la vida. Es evidente que Batiste, como individuo fuera de la sociedad, encarna los valores del campesino honesto, trabajador y humilde. No tiene la cobardía del tío Barret ni está dispuesto a humillarse ante las injusticias como él, pero tampoco tiene el carácter pendenciero y desfasado de Pimentó. Su predisposición en la huerta es llevarse bien con todo el mundo, y pone todo de su parte para que así sea; sin embargo, la huerta rechaza les rechaza, les tilda de gitanos, porque suponen una molestia y un peligro contra ese miedo que utilizan con los arrendatarios. En poco tiempo Batiste consigue hacer de su barraca la más hermosa de toda la huerta, superando con creces a la del tío Barret, lo que acrecienta las iras y las envidias de sus vecinos. La situación se hace insostenible: «El odio silencioso y reconcentrado le seguía su camino. Apartábanse las mujeres, frunciendo los labios, sin dignarse a saludarlo, como es costumbre en la huerta. Los hombres que trabajaban en los campos cercanos al camino llamábanse uno a otros con expresiones insolentes que indirectamente iban dirigidas a Batiste, y los chicuelo».
   La tensión va subiendo poco a poco, hasta alcanzar su punto climático con la muerte de su hijo, el pequeño Pascualet, a causa de unas fiebres provocadas porque sus compañeros del colegio lo lanzaron a una acequia ponzoñosa y tragó mucho barro. Después de este incidente la huerta parece replegarse, arrepentirse, y tender la mano por primera vez a Batiste y su familia. Pero este paréntesis dura poco, y Pimentó, enemigo moral de Batiste, precipita el final en un duelo que acaba con su vida. Como consecuencia, la barraca de Batiste es incendiada, y la familia al completo se ve obligada a salir al camino con lo puesto, a empezar de nuevo desde cero en otro lugar.

   Frente a las virtudes de Batiste aparece por encima de la huerta como claro antagonista Pimentó. Es significativo que el héroe de la huerta sea un personaje vago, borracho, pendenciero y charlatán. Ante la actitud desafiante de Batiste todos los huertanos acuden a Pimentó, que queda establecido como vengador de la injuria provocada al tío Barret y guardián de sus tierras. Los oscuros motivos que generan ese interés, indicados anteriormente, los expone él mismo en mitad de una borrachera. Durante gran parte de la obra parece que Pimentó es un fanfarrón, al estilo del miles gloriosus de Plauto, que no irá más allá de decir cuatro bravuconadas por el miedo a correr la misma suerte que el tío Barret. Pero a medida que avanza la historia, y de forma muy sutil, se empieza a percibir que el personaje está dispuesto a ir mucho más allá, hasta las últimas consecuencias.

   Sin embargo, y a pesar de todo lo indicado, el personaje de Pimentó no es un estereotipo, es un personaje con altibajos, con profundidad psicológica, lo que le convierte en uno de los más ricos e interesantes de toda la obra. En varias ocasiones se cuestiona sobre su actitud ante Batiste. Tras la muerte de Pascualet se debate con estas palabras: «Ya no era el Pimentó de otros tiempos; empezaba a conocerse. Hasta llegó a sospechar si todo lo que llevaba contra Batiste y su familia era un crimen. Hubo un momento en que llegó a despreciarse. ¡Vaya una hazaña de hombre la suya!... Todas las perrerías de él y los demás vecinos sólo habían servido para quitar la vida de un pobre chicuelo». Al fin y al cabo, don Joaquín, el maestro, hace una descripción de los huertanos que bien podría ponerse en labios de Blasco Ibáñez: «Créame a mí, que los conozco bien: en el fondo son buena gente. Muy brutos, eso sí, capaces de las mayores barbaridades, pero con un corazón que se conmueve ante el infortunio y les hace ocultar las garras… ¡Pobre gente! ¿Qué culpa tienen si nacieron para vivir como bestias y nadie los saca de su condición? […] Aquí lo que se necesita es instrucción». En relación con esta descripción, de esta manera se describe lo que Pimentó hace cuando se siente mal: «y siguiendo su costumbre en los días negros, cuando alguna inquietud fruncía su entrecejo, se fue a la taberna, buscando los consuelos que guardaba Copa en su famosa bota del rincón».

   Existen además dentro de la historia una serie de personajes intermedios, que no se sitúan ni dentro ni fuera de la huerta, sino integrados pero funcionando al mismo tiempo al margen de ella, movidos por otras leyes distintas. Se trata del maestro don Joaquín y su mujer, y del tío Tomba y su sobrino Tonet. Los dos primeros simbolizan la educación, el progreso y la civilización, condenados en un entorno embrutecido e ignorante a vivir como mendigos, a través de limosnas, implorando una paga que no siempre llega. Su vida es más miserable que la del más pobre de los huertanos, lo cual es indicativo del lugar que ocupa la cultura dentro de la huerta. Por otra parte, el tío Tomba es una especie de Tiresias moderno, profeta pastor, anciano y ciego, que trata de advertir a Batiste sobre su futuro. «Creme fill meu: ¡te portarán desgrasia!», le advierte en más de una ocasión, pero el huertano hace oídos sordos. Por último, Tonet, el sobrino del tío Tomba, es prácticamente el único personaje que ofrece un amistoso saludo y un afectuoso trato a la familia de Batiste, lo que hace que el labrador se encariñe rápidamente de él. Detrás de esa amabilidad se esconde el amor de Tonet hacia Roseta, la hija de Batiste, un amor que bien podría considerarse de novela folletinesca y que ayuda a poner en pie una acción secundaria que alterna con la principal y que sirve para dosificar la tensión.

   El movimiento oscilatorio entre la universalidad y el localismo de la historia se percibe de forma muy evidente en el uso que hace Blasco Ibáñez del lenguaje. El escritor valenciano no quiere traicionar sus raíces: no es creíble que los personajes se expresen en castellano; sin embargo, utilizar el valenciano en los diálogos tendría como resultado una difusión mucho menor de la obra. Para conciliar estas dos necesidades Blasco Ibáñez busca una solución intermedia: los diálogos se mantendrán efectivamente en valenciano, pero se verán reducidos al mínimo, siendo sustituidos en la mayor parte de los casos por el estilo indirecto libre, en el que sí era coherente el uso del castellano. El estilo directo quedará reducido a palabras sueltas o a frases de fácil comprensión por parte de un lector castellano. Por tanto, el narrador omnisciente se convierte en una figura fundamental dentro de la acción, como intermediario entre los personajes y el lector. Esta técnica es la que Blasco Ibáñez utilizará en todo el ciclo de novelas valencianas.

   La barraca, por tanto, trasciende la consideración de mero panfleto político revolucionario. Es una pesimista radiografía sobre la miseria y el odio humano, sobre cómo puede llevar a la destrucción de los hombres. Es la trágica historia de un hombre abocado a la perdición, condenado a padecer las iras de aquellos contra los que nada ha hecho. Si bien es patente la influencia de Zola, no se puede hablar de un naturalismo en sentido estricto sino más bien de un uso técnico, en la descripción de ambientes sórdidos y descarnados, llenos de incultura y pobreza. El hombre solo, independientemente del entorno en el que haya nacido, tiene derecho a medrar, y eso es precisamente lo que Batiste y su familia persiguen al salir de la barraca chamuscada, con paso incierto pero resignados a empezar otra vida.


Texto obtenido de http://www.lapiedradesisifo.com/2008/06/26/la-barraca-de-vicente-blasco-ibáñez/#ixzz2sFG7QPlx 
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martes, 12 de noviembre de 2013

Visión crítica de Doña Perfecta de Galdós



Cuando Galdós escribió Doña Perfecta (1876) ya había aparecido la primera serie de los Episodios Nacionales. Era un escritor conocido, que había ganado dinero, y la novela le convirtió en un personaje polémico. Se ganó a la vez el odio de los conservadores y la admiración de los liberales.

Doña Perfecta pertenece a las “novelas de primera época”, llamadas novelas de tesis, porque en ellas se cuenta una historia para defender unas determinadas ideas políticas y religiosas (reflejan el enfrentamiento entre las mentalidades conservadora y progresista de la época). En la novela vemos claramente diferenciadas las dos Españas, encarnadas en dos tipos de personajes. Pepe Rey, joven preparado y moderno, que ha estudiado en el extranjero, y representa lo urbano, y doña Perfecta, don Inocencio y su séquito, como la España católica y conservadora, el mundo rural que se opone al avance y el progreso.

Aunque Doña Perfecta trata el problema de la intolerancia, lo que surge como el verdadero tema de la novela es la hipocresía. Esa hipocresía tiene como foco Orbajosa, el espacio de la novela. Al contrario de muchas de sus novelas, localizadas en lugares reales (Madrid, en muchos casos), Galdós sitúa la acción en una ciudad que no puede encontrase en el mapa. La ciudad de Orbajosa sirvió a Galdós para retratar el conflicto de la obra: lo nuevo contra lo viejo, el progreso frente al conservadurismo. Le sirve también para hacer patente la corrupción política en España. Orbajosa es una ciudad corrupta que manejan unos pocos poderosos. Una de las cosas que más llaman la atención es el amplio complejo de superioridad que sufren los orbajosenses, muy orgullosos de sus tradiciones y de ser impermeables a lo de fuera.

Para poder comprender la novela es necesario tener en cuenta sus características realistas y naturalistas:

En cuanto al realismo, se busca la imitación de la realidad, un acercamiento a lo cotidiano o concreto, pero no lo exótico, como lo hacía el romanticismo. Ejemplos de esto son las guerras civiles o guerras carlistas que son mencionadas en la obra y que incluían a Orbajosa, o las disputas familiares, como la de doña Perfecta con Pepe Rey.

También es relevante mencionar que el escritor pone la mirada en el otro, y se mantiene fuera de esa realidad, como un mero observador, se mantiene neutral. Se le considera como un periodista. Esto es demostrable en la novela, ya que el escritor contrapone dos ideologías, lo rural (doña Perfecta) y lo urbano (Pepe Rey), pero no se sitúa a sí mismo en ninguna de ella, deja actuar a sus personajes y es el lector quien se crea una opinión.
Los naturalistas desarrollaron la novela de tesis. La tesis que trata de demostrar Galdós en su novela es que en las aldeas se encuentra lo peor de la sociedad española. Esto se ve en la novela a través de doña Perfecta y don Inocencio, quienes sin llegar a conocer a Pepe Rey, y prejuzgándolo, hacen un plan para que no se case con Rosarito y deje la ciudad, Participan en esto también el obispo de la iglesia quien lo juzga por haberle faltado el respeto a la institución.

Pepe Rey es el protagonista de la obra y representa la sociedad urbana proveniente de la capital española, que recibe de ella el pensamiento liberal y centralista, con una diferente visión de la Iglesia y un espíritu científico y progresista. Estas ideas están representadas en sus discusiones con su tía y sus allegados. Su principal defecto es la falta de tacto y demasiada franqueza con sus “enemigos”.
Por otro lado,  doña Perfecta, como todo habitante de Orbajosa,  heredaba ese gran fanatismo religioso que los caracterizaba; por ejemplo, con su catedral la cual creía que era la mejor de todas y donde ella iba a misa todos los días. Asimismo, ella adquiere de esta ciudad rural el carácter tradicionalista y anti progresista que consistía en mantener las costumbres y no aceptar las nuevas ideas provenientes del exterior. Esto último aparece en doña Perfecta cuando a Pepe Rey es criticado por insultar a su catedral por no seguir sus tradiciones y cuando se lo acusa de ateo a este por tener una idea diferente de la Iglesia.

Otro personaje muy representativo de esa sociedad rural es Caballuco que simboliza lo peor de este ruralismo, hombre cercano a un animal (de allí su nombre), mercenario, violento. Es uno de los elementos naturalistas más evidentes de la novela. Este es el hijo de la tierra, según Galdós, es bruto y de suma intolerancia a la autoridad central, que se observa cuando este lidera el levantamiento de tropas contra Madrid.

Por último, don Inocencio es también representante de los funcionarios eclesiásticos del interior de España, donde además su nombre es alegórico ya que en sus acciones no demuestra ningún tipo de inocencia sino todo lo contrario. Este no participa realmente de las maldades que le ocurren a Pepe Rey, pero él las idealiza y las aconseja a doña Perfecta.


Benito Pérez Galdós en la novela de Doña Perfecta se muestra anticlerical al modo de aquella época y refleja en su obra la hostilidad provinciana conservadora a las ideas modernas recién llegadas a España. Aunque esta sea anticlerical no es antirreligiosa, ya que él no cuestiona los dogmas de la Iglesia sino la participación excesiva de esta en los aspectos políticos y como, en el interior de España los habitantes mal interpretaban la religión como una serie de rígidos preceptos, al ser estos almas exentas de caridad y corazones duros.

domingo, 28 de octubre de 2012

Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós



Los  Episodios nacionales  son una colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas por Benito Pérez Galdós que fueron redactadas entre 1872 y 1912. Están divididas en cinco series y tratan la Historia de España desde 1805 hasta  1880, aproximadamente. Son novelas que insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX, como por ejemplo,la guerra de independencia española, con la que el autor se sentía muy próximo, puesto que en ella había combatido su padre. Hoy en día, además de por su calidad literaria, se valora esta obra como una importante referencia histórica. (Wikipedia)




1ª Serie

1873.- “Trafalgar”1873.- “La corte de Carlos IV”1873.- “El 19 de marzo y el 2 de mayo”1873.- “Bailén”1874.- “Napoleón en Chamartín”1874.- “Zaragoza”1874.- “Gerona”1874.- “Cádiz”1874.- “Juan Martín el Empecinado”1875.- “La batalla de los Arapiles”

2ª Serie

1875.- “El equipaje del rey José”1875.- “Memorias de un cortesano de 1815”1876.- “La segunda casaca”1876.- “El Grande Oriente”1876.- “7 de julio”1877.- “Los cien mil hijos de San Luis”1877.- “El terror de 1824”1878.- “Un voluntario realista”1879.- “Los apostólicos”1879.- “Un faccioso más y algunos frailes menos”

3ª Serie

1898.- “Zumalacárregui”1898.- “Mendizábal”1898.- “De Oñate a la Granja”1899.- “Luchana”1899.- “La campaña del maestrazgo”1899.- “La estafeta romántica”1899.- “Vergara”1900.- “Montes de Oca”1900.- “Los Ayacuchos”1900.- “Bodas reales”

4ª Serie

1902.- “Las tormentas del 48”1902.- “Narváez”1903.- “Los duendes de la camarilla”1904.- “La revolución de julio”1904.- “O´Donnell”1905.- “Aita-Tettauen”1905.- “Carlos VI en la Rápita”1906.- “La vuelta al mundo en la Numancia”1906.- “Prim”1907.- “La de los tristes destinos”

5ª Serie

1908.- “España sin rey”1909.- “España trágica”1910.- “Amadeo I”1911.- “La primera República”1911.- “De Cartago a Sagunto”1912.- “Cánovas”

Trafalgar - Benito Pérez Galdós





Trafalgar es la primera novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de  Benito Pérez Galdós. Narra la historia del joven  gaditano Gabriel de Araceli, que a los 14 años se ve envuelto en la batalla de Trafalgar como criado de un viejo oficial de la Armada en la reserva. (Wikipedia)







sábado, 6 de octubre de 2012

Bécquer: Selección de Rimas - audiolibro (ivoox) por Mangabri


Bécquer en Lenliblog

Voz: Manuel López Castilleja
Música: Love songs_David Lanz

IV
No digáis que agotad o su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;

mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!
VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “Levántate y anda”!
XII
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hourís del Profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
entre sus siete colores
brillante el Iris lo ostenta,
las esmeraldas son verdes;
verde el color del que espera,
y las ondas del océano
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean,
pues no lo creas.
Que parecen sus pupilas
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta
que en el estío convida
a apagar la sed con ella,
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean,
pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona,
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas.
Que entre las rubias pestañas,
junto a las sienes semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas;
quizás, si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.
XXI
—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!

XXIII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

XXVII
Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.

Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.

Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja en sol que muere.
¡Duerme!

Despierta miras y al mirar tus ojos
húmedos resplandecen,
como la onda azul en cuya cresta
chispeando el sol hiere.

Al través de tus párpados, dormida;
tranquilo fulgor vierten
cual derrama de luz templado rayo
lámpara transparente.
¡Duerme!

Despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.

Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende.
¡Duerme!

Sobre el corazón la mano
me he puesto porque no suene
su latido y en la noche
turbe la calma solemne:

De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte.
¡Duerme!
XXIX
Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros:
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos entrambos
hondo silencio.

¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo;
sólo sé que no se oía
más que el aliento,
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.

Creación de Dante era el libro,
era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos
yo dije trémulo:
¿Comprendes ya que un poema
cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
¡Ya lo comprendo!
XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón...
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?"
y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?"
XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire!
Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

XL
Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,

¡Dios sabe cuántas veces,
con paso perezoso,
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico!
Y ayer... un año apenas,
pasando como un soplo
con qué exquisita gracia
con qué admirable aplomo,
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
“Creo que alguna parte
he visto a usted” ¡Ah, bobos
que sois de los salones
comadres de buen tono,
y andáis por allí a caza
de galantes embrollos.
¡Qué historia habéis perdido!
¡Qué manjar tan sabroso!
para ser devorado
“sotto voce” en un corro,
detrás de abanico
de plumas de oro!

¡Discreta y casta luna,
copudos y altos olmos,
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico,
callad, y que en secreto
no salga con vosotros!
Callad; que por mi parte
lo he vivido todo:
y ella..., ella..., ¡no hay máscara
semejante a su rostro!
XLI
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme! ...
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque ...
¡No pudo ser!
LII
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego encienden las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!
LVI
Hoy como ayer, mañana como hoy
¡y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
y andar..., andar.

Moviéndose a compás como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar;
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.

Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos
sin goce ni dolor.

¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir...
Amargo es el dolor; ¡pero siquiera
padecer es vivir!

LXI
Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿quién vendrá a llorar?

¿Quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?
LXX
¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan,
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama!

¡Cuántas veces trazo mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias!

Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!

Aunque el viento en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara.

En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.

Y no faltó una vieja que en el torno
dijese a la mañana
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma.

A oscuras conocía los rincones
del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas que allí crecen
las huellas tal vez guardan.

Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.

A mi lado sin miedo los reptiles
se movían a rastras;
¡hasta los mudos santos de granito
creo que me saludaban!
LXXIII
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!"

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron
y el santo recinto
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!"

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila,
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo;
allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.

La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!"

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos...!

.................................

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es, sin espíritu,
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna,
Aunque es fuerza hacerlo,
a dejar tan tristes,
tan solos los muertos.
LXXII
Dices que tienes corazón y sólo
lo dices porque sientes sus latidos.
Eso no es corazón...; es una máquina
que al compás que se mueve hace ruido.

LXXX
Una mujer me ha envenenado el alma
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo, de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?

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