domingo, 21 de noviembre de 2010

Alfonso Canales, poeta de la soledad y la amistad


En su casa de Málaga en 2002

Recibió en el año 1965 el Premio Nacional de Literatura


SANTIAGO BELAUSTEGUIGOITIA 20/11/2010. El País

 
"¡Oh soledad, mi soledad, aroma / de la muerte, naufragio / del contiguo vivir, cuchillo, llama, / que corta, quema el mundo y manos, voces / que el mundo alza como alambres para / tender los paños, las banderas limpias / de la amistad!/ ¡Oh soledad, presagio / de la tierra movida o de la cal y el canto / clausurados!". Los primeros versos del poema El lecho trazan algunos aspectos clave de la literatura de Alfonso Canales. Esa soledad que se imbrica en el juego de la vida y la muerte como los flujos y reflujos de una marea interminable ha abrazado para siempre al poeta malagueño. Canales, uno de los poetas de la Generación de los años 50, murió ayer, 19 de noviembre, a los 87 años.

"La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú"
Parecía destinado desde niño al quehacer poético. En su infancia vivió en la casa de su abuelo en Málaga, en la céntrica calle Larios. Al otro lado del tabique tenía su residencia Emilio Prados, uno de los poetas del 27. Canales recordaba la costumbre que tenía Prados de cantar. Por cosas como esa en Málaga le tachaban de loco. Y también consideraban unos chalados a otros poetas que se movían por aquella ciudad, como Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa. Pero Málaga, la capital que el poeta y Nobel Vicente Aleixandre inmortalizó como "la ciudad del paraíso", era también un objeto de pasión para Canales. "Málaga quizás sea la ciudad más democrática de España. Nadie levanta la cabeza por encima de los demás", dijo Canales en una entrevista a EL PAÍS en 2002. "Yo siempre me he encontrado bien en Málaga. En ningún sitio he estado mejor. He tenido buenas ofertas para trabajar en Madrid, pero siempre he preferido estar aquí", recalcó para dar cuenta de su intenso vínculo con la ciudad.
Canales recibió el Premio Nacional de Literatura por su libro Aminadab en 1965. A otra obra suya, Réquiem andaluz, fue a parar otro prestigioso galardón, el Premio de la Crítica en 1973. Entre su obra poética figuran también Sonetos para pocos (1950), Port Royal (1956), Cuenta y razón (1962) y Tres oraciones fúnebres (1983).
Canales se unió a otro gran poeta, el antequerano José Antonio Muñoz Rojas, para promover en 1950 la revista Papel Azul y la célebre colección de poesía A Quien Conmigo Va, con su inolvidable nombre que evoca el Romance del Infante Arnaldos. "Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va", concluye el romance medieval con una decidida apuesta por una poesía que se siente como parte esencial de la vida. En esto coincidía varios siglos después el propio Canales al no querer mercantilizar su escritura y convertirse en un profesional de las ideas y las imágenes poéticas.
"Muñoz Rojas decía que no era profesional de la literatura. A mí me pasa lo mismo. Él es un agricultor y yo, un abogado. De la abogacía vivo. La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú. Tiene sus temporadas de silencio, su efervescencia, pero eso no lo manejas tú", afirmaba Canales. El poeta fue asimismo uno de los fundadores de la revista Caracola, que promovió desde Málaga mucha de la mejor poesía de la posguerra.
En los años cincuenta y sesenta, Canales organizó en su casa tertulias literarias en las que, además de Muñoz Rojas, participaron el novelista Camilo José Cela, el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja y poetas del 27 como Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Aleixandre. Eran reuniones en las que brillaba su culto a la amistad y la literatura. Su biblioteca, que contaba con cerca de 20.000 volúmenes, era famosa por la calidad de sus libros.
El escritor Eduardo Jordá recordaba ayer a Canales como "un buen poeta y, a la vez, un poco excesivamente barroco". "A Canales se le encasilló en la injustamente atribuida segunda división del Grupo Poético de los años 50 junto a otros autores nada desdeñables como Eladio Cabañero, Alfonso Costafreda y los hermanos Carlos y Antonio Murciano", señaló Jordá.
"¿Adónde vamos a parar con tanta / ráfaga que se va por un postigo, / si el cisne se nos muere cuando canta? // ¿Qué puede alimentarnos este trigo / que siempre se nos queda en la garganta? / ¿Adónde vamos a parar, amigo?", decían los últimos versos de su soneto El poeta se lamenta de la fugacidad del querer humano. La respuesta a estas preguntas se hace ineludible en el momento de su muerte.

sábado, 20 de noviembre de 2010

‘Fuera’, ‘afuera’ y compañía

Tenemos en español pares de adverbios de lugar con a- y sin a- que a veces plantean dudas en el uso. Me refiero a parejas como fuera/afuera, dentro/adentro, delante/adelante, detrás/atrás, etc. Lo primero que tenemos que saber es que cada miembro del par admite lo mismo usos de situación (1, 2) que usos de desplazamiento (3, 4):



(1) No me diga que estoy fuera de la realidad, miss Ramos [...] [Ana María Fuster Lavín: Réquiem]



(2) Me quedé afuera aguardando a Momo [Fernán Caballero: La gaviota]



(3) Mañana me voy fuera de Lima, a descansar por unos ocho días [Carmen María Pinilla (ed.): Arguedas en el Valle del Mantaro]



(4) Espérame aquí, niña. Voy afuera a hacerme muy rico [Isabel Allende: Cuentos de Eva Luna]



Por tanto, hay que desechar la idea, bastante arraigada, de que las formas sin a- solo se utilizan cuando tienen significados estáticos y que las contrapartes con la preposición incorporada denotan exclusivamente movimiento.



La verdadera diferencia está en su capacidad para admitir un complemento o no. Las formas sin a- aceptan siempre un complemento introducido por la preposición de, como se ve en los ejemplos (1) y (3). Este no tiene por qué estar presente obligatoriamente. Puede expresarse (5) o quedar sobreentendido (6); pero, en cualquier caso, virtualmente está ahí:



(5) Me voy fuera de Lima por unos días



(6) Me voy fuera por unos días



Es frecuente, por otra parte, el uso de las formas con a- con dicho complemento, pero se considera vulgar: Me quedé afuera de la competición. Debemos evitar, por tanto, afuera de, adentro de, adelante de y atrás de.



No se utiliza la preposición a ante estos adverbios. Para eso ya están las variantes correspondientes con -a:



(7) Sigamos a delante > Sigamos adelante



Pero, sobre todo, no puede aparecer esta preposición ante las formas que ya la llevan incorporada:



(8) Vamos a adentro > Vamos adentro



Ni que decir tiene que son incorrectas expresiones redundantes como salir (a)fuera y entrar (a)dentro, pues la idea de salir ya implica que tiene que ser hacia fuera (no se puede salir hacia dentro), y en la idea de entrar va implícita la de que lo hacemos hacia dentro (por imposibilidad física y lógica de entrar hacia fuera). En estos casos debemos decir simplemente salir o entrar.



Por último, hay que mencionar la forma erosionada alante, que va desplazando en el habla coloquial (y no tan coloquial) a los adverbios adelante y delante. Como ves, está tachada, así que no creo que haga falta decir más.



Se podría continuar con el tema, pero esto es lo mínimo que es necesario saber para emplear estos pares correctamente. Y no es poco.

Alante

La semana pasada publiqué un artículo sobre el uso de fuera y afuera que dio lugar a una cierta polémica, en parte relacionada con la consideración normativa de alante. Eso me da pie hoy para mirar un poco más de cerca este adverbio de uso popular. Tendremos que considerar aquí no solo los aspectos normativos sino también los descriptivos, es decir, lo que debería ser según la norma académica y lo que de hecho es.




Alante es una variante reducida del adverbio de lugar adelante. De las dos posibilidades solo la última está aceptada en la norma culta del español. Eso no impide que la primera esté viva y bien viva. Carlos Arniches se servía de ella en sus sainetes entre el siglo XIX y el XX dentro de su imitación estereotipada del habla popular:



¿La posá? Pues siga usté esta calle alante, tuerza usté a la derecha, vuelva usté por un callejón… [Carlos Arniches y Celso Lucio: Los secuestradores]



Aunque el ejemplo anterior procede de España, alante está presente en todo el ámbito hispanohablante, por lo que no puede considerarse propiamente elemento distintivo de ninguna variedad regional o nacional. Lo es simplemente del habla popular o, incluso, de la comunicación informal.



Tampoco nace precisamente ayer. Haciendo una búsqueda en el CORDE (Corpus Diacrónico del Español, Real Academia Española) encontramos ya un ejemplo en un documento notarial del siglo XV:



E de oy día en alante que esta carta es fecha nós los dichos Pero Pérez e María Ferrández nos partimos e quitamos del juro, e de la tenencia, e propiedat e señorío d’esta dicha viña que damos al dicho monesterio [Carta de entrega de unas posesiones, acceso: 18-11-2010]



A partir de ahí se encuentran sobrados ejemplos en todas las épocas hasta llegar a nuestros días.



Y aunque no sea forma propia de la lengua culta, la licencia poética sí que le permite asomar la patita de vez en cuando, como, por ejemplo, en el teatro del mismísimo José Zorrilla en el siglo XIX:



Secretos ¡ay! que jamás


se aclaran un solo instante


me vedan mirar alante


me ciegan si miro atrás [José Zorrilla: El zapatero y el rey]



No es que Zorrilla no supiera que tenía que escribir adelante, es que no había otra manera de cuadrar un octosílabo.



Incluso, en algunas situaciones comunicativas, lo correcto puede resultar poco adecuado. Imaginemos que tenemos que decirle a un niño que se ha acabado el paseo porque se vuelve a casa castigado. ¿Qué preferiríamos? ¿Camina para adelante o Tira p’alante? Yo tengo muy claro cómo me regañaba a mí mi padre y cómo tendría que regañar yo a mis hijos.



¿Significa todo esto que alante debería entrar finalmente en el diccionario con todos los parabienes académicos? Depende. Es sabido que el proceso de normativización de cualquier lengua supone la reducción del número de variantes. No es alante el único damnificado en este proceso. Ejemplos análogos los brindan la preposición para y su forma abreviada pa o la reducción del conjunto de variantes del adverbio de modo así/ansí/asín/asina/ansina: todas ellas están presentes en el español clásico y, aún hoy, en variedades regionales; pero nos hemos quedado tan solo con así como estándar.



Quizás todo se reduzca a que hemos de dominar una variedad de registros suficiente como para saber que si estoy dando una conferencia debo decir adelante, pero, en cambio, que si estoy tomando unas cervezas con unos amigos puede ser más adecuado (que no más correcto) emplear alante. Unas zapatillas de andar por casa pueden ser muy cómodas para eso, para andar por casa, pero pueden estar fuera de lugar en el trabajo. Aunque, por otra parte, la sociedad tiende a una mayor informalidad en la ropa, en el trato y en la lengua. Entonces, quizás sería cuestión de que nos pusiéramos de acuerdo para ser informales hasta las últimas consecuencias.



Mientras tanto, la forma normativa es adelante; y alante queda para andar por casa.

viernes, 19 de noviembre de 2010

ESQUEMA DE LA LITERATURA SIGLO XIX (1ª MITAD) Romanticismo

LITERATURA S. XIX (1ª MITAD)

Romanticismo


1. POESÍA:

      1.1 Lírica:

  • Espronceda: Poesías
      1.2 Narrativa:

  • Espronceda: El estudiante de Salamanca y
El diablo mundo

  • Zorrilla: Leyendas


2. PROSA:

2.1 Novela histórica:

  • Larra: El doncel de D. Enrique el Doliente
  • Enrique Gil y Carrasco: El señor de Bembibre

2.2 Cuadros de costumbres:

  • Larra: Artículos



3. TEATRO:


Drama romántico:


  • Martínez de la Rosa: La conjuración de Venecia
  • Antonio García Gutiérrez: El trovador
  • Juan Eugenio Hartzenbusch: Los amantes de Teruel
  • Duque de Rivas: D. Álvaro o la fuerza del sino
  • José Zorrilla: D. Juan Tenorio




Postromanticismo


1. POESÍA:

  • Bécquer: Rimas
  • Rosalía de Castro: En las orillas del Sar


    2. PROSA:

  • Bécquer: Leyendas

Patti Smith: "Los libros son la creación más maravillosa del hombre"


La roquera declara a EL PAÍS que recibir el galardón representa una conquista inimaginable en su carrera

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid - 18/11/2010

Con la voz algo cascada después de una larga noche, Patti Smith ha declarado a El País que recibir el National Book Award representa una conquista inimaginable en su ya larga carrera. Desde adolescente soñó con escribir un libro y ha sido décadas después y de la mano del recuerdo del que fuera su amigo y amante Robert Mapplethorpe cuando lo ha logrado. Éramos niños, editado en España por Lúmen, era el favorito para lograr dentro de la categoría de no ficción el prestigioso premio estadounidense.

Sin embargo, su autora asegura que lo vivió como una inesperada sorpresa. "No puedo estar más feliz. Decían que era la favorita pero yo no lo esperaba. Para alguien que ama tanto los libros como yo, que trabajó durante años en una librería, y que no concibe el mundo ni la vida sin libros llegar a recibir este premio era un sueño que no podía ni quería imaginar". Smith ha convertido su premio en una defensa del libro como objeto único. "Anoche, durante la cena, todos los editores expresaron su enorme preocupación ante el libro digital. Por eso yo quise hablar del libro como objeto, que me parecen la creación más maravillosa del hombre. El libro digital debe existir y ayudará a salvar muchos árboles pero tenemos que cuidar a los libros de siempre porque no existe nada más bello".

Para la cantante Éramos niños es un tributo a Mapplethorpe. "Tenía esta deuda con él, para mi sigue muy vivo y quiero que viva en muchas otras personas". Smith afirma que ahora mismo está tomando notas para un segundo proyecto literario. "No creo que sea exactamente otro libro de memorias, estoy entre una historia detectivesca y otra mucho más mística, sobre un viaje. Aunque me gustaría hacer un libro para niños. La verdad es que tengo tantas cosas que compartir y tantas historias que contar que no sé por cual me decantaré".

Josep Maria Castellet gana el Premio Nacional de las Letras


El crítico y ensayista barcelonés es el padre del llamado "realismo histórico"


EL PAÍS - Madrid - 18/11/2010

Josep Maria Castellet ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de las Letras Españolas 2010. El Premio lo concede el Ministerio de Cultura para distinguir el conjunto de la labor literaria de un autor español cuya obra esté considerada como parte integrante del conjunto de la literatura española actual escrita en cualquiera de las lenguas españolas. Está dotado con 40.000 euros, informa el Ministerio de Cultura en una nota de prensa. "No podía aspirar a llegar más alto", ha declarado esta tarde el autor a EL PAÍS.

"Sospecho que me han dado el galardón por toda una serie de actividades que he desarrollado en mi vida y por el interés enorme por hacer contactos entre las lenguas", declara este autor, a quien se le considera uno de los críticos más influyentes en la renovación técnica y estética que supuso la generación de los 70. Asimismo, recuerda, en declaraciones a Europa Press, que en sus últimos libros de memorias habla de una "voluntad de concordia" entre las lenguas españolas y las culturas e insiste que esta defensa se inicio ya en la época franquista.

Josep Maria Castellet (Barcelona, 1926), es escritor, crítico literario y editor. Estudió en la Universidad de Barcelona, donde se graduó en Derecho. Fue el primer presidente de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana (1978-1983). Ha sido miembro de numerosas entidades culturales. Su trabajo editorial lo ha desarrollado como director literario de Ediciones 62 y Ediciones Península, así como Consejero y Presidente (2002) de Grup 62. Desde el año 2006 es Decano de la Institució de les Lletres Catalanes.

Crítico literario y ensayista. Fue el principal teórico y defensor en Cataluña del "realismo histórico". La antología Poesia catalana del segle XX (1963), coescrita con el crítico Joaquim Molas, se considera el "manifiesto" de dicha tendencia. A partir de 1968, la intención crítica de Castellet evolucionó hacia el estructuralismo. Desde esa perspectiva escribió los ensayos, Iniciación a la poesía de Salvador Espriu (1971) y Josep Pla o la raó narrativa (1978).

Castellet fue uno de los críticos más influyentes en la renovación técnica y estética que supuso la generación de los 70. De entre sus libros se pueden mencionar también L'hora del lector (1957) y Nueve novísimos poetas españoles (1970), así como sus memorias después de tantos años en el mundo de la edición: Memòries poc formals d'un director literari (1987), o las más personales de Els escenaris de la memòria (1988).

Ha sido también impulsor de actividades literarias, editoriales, académicas y asociativas. En 1983 fue distinguido con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya. Fundador y primer presidente de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana, actualmente es miembro de su Junta Consultiva. El año 2002 recibió la Medalla d'Or de la Generalitat por su labor como editor y ensayista y en el 2009 el Premio Nacional del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts de la Generalitat de Catalunya por su trayectoria profesional y artística.


El Jurado ha estado compuesto por, Xosé Ramón Barreiro, designado por la Real Academia Gallega; Joseba Lakarra, por la Real Academia de la Lengua Vasca; Carles Miralles i Solá, por el Instituto de Estudios Catalanes; Evangelina Rodríguez Cuadros, por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE); Antonio Hernández Ramírez, por la Asociación Colegial de Escritores (ACE); Javier Goñi, por la Asociación Española de Críticos Literarios; María Luisa Ciriza, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE); Ana María Moix, por la Ministra de Cultura. Ha actuado como presidente el director general de Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco, y como vicepresidenta la subdirectora general adjunta de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Mónica Fernández.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Burgos (Valpuesta), ¿cuna del español?


Un estudio que acaba de culminar el Instituto de la Lengua de Castilla y León (ILCYL) confirma que los Cartularios de Valpuesta contienen las palabras más antiguas escritas en español, más de un siglo anteriores a las registradas en las Glosas Silenses o Emilianenses.

El director del ILCYL, Gonzalo Santonja, ha explicado que mientras las glosas registradas en los monasterios de Santo Domingo de Silos (silenses) y San Millán de la Cogolla (emilianenses) son del siglo XI, los cartularios de Valpuesta contienen palabras en español escritas en el siglo IX.

Santonja ha insistido en la complejidad del estudio que será publicado en los próximos meses “aunque la preocupación es más por evitar erratas que por sacar la publicación antes“.

El director del ILCYL se ha mostrado “muy satisfecho” por el resultado del estudio dada la dificultad de analizar este compendio de documentos que fueron agrupados por un clérigo del santuario de Valpuesta, en el norte de la provincia de Burgos, en el siglo XII.

Aunque habitualmente se utiliza la denominación de cartulario para un documento escrito por dos o tres personas a lo largo del tiempo, en este caso se trata de un compendio de documentos que el clérigo realizó con todo lo que iba encontrando en el santuario.

De hecho, la complejidad del estudio se encuentra en que se trata de escritos realizados en diferentes momentos por más de una treintena de personas, lo que ha hecho “muy difícil” identificar “la mano” que elaboró cada uno de estos textos.

Santonja ha señalado que no se trata del origen del español, sino del registro escrito más antiguo que se conoce hasta ahora “porque el español nació en la calle, no en un monasterio ni debajo de ninguna piedra“.

En este sentido, ha criticado los “localismos” que pretenden vincular el nacimiento del idioma a un monasterio concreto, lo que ha calificado de “patochada“.

Carlos Edmundo de Ory, el poeta raro

Muere en Francia un autor inclasificable que aceptó la soledad a cambio de la libertad creativa

JOSÉ RAMÓN RIPOLL 12/11/2010


La literatura española se ha topado muy pocas veces en su historia con un caso como el de Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923- Thézy-Glimond, 2010). Poeta desde niño, profetizado por su padre, el escritor modernista Eduardo de Ory - "Tú serás poeta, / poeta preclaro.../¡serás... mi obra magna/ y mi mejor lauro!"-, se ha mantenido hasta su muerte en una posición arriesgada que no ha permitido clasificaciones al uso por parte de la crítica, ni apoyos estilísticos o generacionales por cuenta del autor. Desde que lo recuerdo, siempre le gustó que lo trataran como escritor raro, a sabiendas de que ese apelativo conllevaba en su raíz la equivalencia de la soledad o el apartamiento. No le importaba demasiado, porque sabía que jugaba con la ventaja que concede la independencia para hacer y deshacer sin atenerse al imperativo de las modas o a la caprichosa fluctuación del tiempo. Eso sí, con respecto a las normas preceptivas lo ha pagado con el olvido, la negligencia y hasta el desprecio de quienes exigen una mayor coherencia del artista con cuanto presuponen que es su realidad. Salvo dos o tres reconocimientos autonómicos, Ory no ha recibido en su larga carrera literaria un solo galardón de carácter nacional, algo que debe dar que pensar a tantos tasadores y jueces de nuestras letras patrias.

Quizás Carlos Edmundo de Ory llevó a cabo un desplante imperdonable a principio de los años cincuenta. Ya había fundado el Postismo junto con Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi -movimiento más simbólico que poético, al que el propio Ory le otorgó el papel que justamente merecía dentro de su propia obra- cuando se traslada a Francia para no regresar jamás definitivamente a su país. Gozando de un trabajo que le permitía vivir económicamente en la posguerra, optó por escoger el camino de un voluntario exilio, el uso de una lengua diferente y la inmersión en una cultura europea, multirracial y poliédrica que lo aleja de manera radical de la mojigata tradición oficialista por un lado, y por otro, del militante realismo opositor a tal mojigatería. En un acto de rebeldía y pataleta social, el poeta quema su biblioteca española en un descampado y pretende comenzar desde cero. Esa actitud no era fácil de disculpar, ni desde las pomposas academias del franquismo, ni desde las filas opositoras que consideraban que solo entre sus consignas era posible una ética decente contra el poder establecido. Ory se fue más solo que la una, y allí siguió solo, con su mujer Laura Lacheroy, hasta el día de ayer en que murió.

Difusor de la poesía

En Francia desarrolló una interesante labor de difusor de la poesía, entendiendo ésta más como una mirada solitaria que podía ser compartida por el otro, que como un juego exclusivamente verbal. Primero París, después Amiens y al final Thézy-Glimont, como bibliotecario, profesor universitario e impulsor de experiencias poéticas. Así, 1960, funda el Atelier de Poésie Ouverte, que fue un anticipo de los actuales talleres de escritura creativa, pero con más fuerza imaginativa y bajo el amparo teórico de Raymond Quenau. Sin embargo, no perdió nunca de vista que el ejercicio de la poesía llameaba en la oscuridad y en el desierto profundo del ser más inconsciente. Y en la maraña que encubre la verdad de nuestros propios sueños trató de inmiscuirse, huyendo de los tonos hímnicos, de la elegía rimbombante y del discurso aparente que refleja la chata realidad. Así firmó títulos como Música de lobo, Técnica y llanto, Miserable ternura, Cabaña, La flauta prohibida, Soneto vivo o Melos melancolía, libros que merecen una atención especial en el panorama de nuestra literatura por la singularidad de su forma, pero también por la atracción vibrante de su contenido, su música personal y alto vuelo.

Bien es verdad que puede decirse de Ory que quizás ha publicado demasiado, y que entre sus cientos de páginas hay quizás algunos versos e incluso poemas que se podrían haber evitado. ¿Pero de quién que se arriesga hasta el punto de mostrar su desnudez como espejo del mundo no puede decirse tal cosa? Bajo el epígrafe general de Música de lobo -uno de sus poemarios más hondos- reunió Jaume Pont una magnífica antología que abarcaba 60 años de escritura, es decir, desde 1941 hasta 2001 (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2003), y en ella se pueden leer algunos de los mejores versos que determinan al poeta: "Extraña raíz del día y más extraña / la melena del tiempo Mira ahora / fuera la luz de dentro...."; o "Si tuviera un caballo en vez de una metáfora / Si callara mi boca como calla la luna..."; o los remotos pasos por su ciudad natal a la que siempre volvió e iluminó constantemente en su imaginario -"Desde muy adolescente en Cádiz en el Sur / marchaba por las calles leyendo ciertos libros / Las noches no dormía y pensaba en el mar / y decidí ser monje en el futuro...". Pero si tuviésemos -y tenemos- que hacer honor a la verdad, en un país tan olvidadizo como el nuestro, deberíamos citar la selección que Félix Grande hiciera de los textos oryanos bajo el título general de Poesía 1945-1969 (Edhasa, Madrid, 1970). Los que ahora nos consideramos sus amigos y discípulos, leímos ahí El rey de las ruinas -"Estoy en la miseria Dios mío qué te importa / Ya mi casa es un dulce terraplén de locura...-. O Amo a una mujer de larga cabellera -"El pensamiento ha huido de nosotros / Se juntan nuestras manos como piedras felices..."-. A Ory lo seguíamos porque era singular y muy distinto a todo. En los todavía páramos provincianos de los primeros años setenta, llegaba a España, a Madrid o a Cádiz un hombre delgaducho y con melena que nos hablaba de Rilke, de Char, de Schopenhauer, de Lao-Tse y Buda, de Pierre-Jean Jouve y de otro Lorca distinto. Y sobre todo, de Vallejo. Un hombre delgaducho y de otro idioma, porque ya era otra lengua la que pronunciaba, lejana en el decir de sus contemporáneos españoles y salpicada de otras fuentes y tradiciones que, sin acabarla de entender, nos conmovía e impulsaba a seguir su discurso.

Con Ory ha ocurrido algo a lo que nuestra sociedad acostumbra, consistente en ignorar aquello que no logra entender a la primera. Su voz ha sido larga y profunda a pesar de su atiplada tesitura, y su poesía es compleja en cuanto trata de reflejar cuanto se ve y no ve y cuanto se oye y se silencia. Por eso es melodiosa, siseante, subterránea, anfibia y a su vez aérea: cuando menos se espera surge una imagen como nunca la contemplamos antes, se juntan tres palabras que jamás se unieron entre sí, y como aerolitos caen en nuestra consciencia. Así los llama él: "aerolitos". O los llamaba: "Si me fumo, me fumo hasta el humo / Si me hundo me Carlos Edmundo."

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Qué es primero: lo oral o lo escrito?

Alberto Bustos - 4 de noviembre de 2010

Un alumno neozelandés, que estaba empezando a aprender español, un día me saludó con un alegre ¡Jola!, ¿kué tal? Al principio esto me dejó desconcertado. Después caí en la cuenta de que quería decir: Hola, ¿qué tal? Cuando le corregí, me hizo un comentario que es el que, años después, da pie a esta entrada: Pero se escribe así…




Está claro que los seres humanos sabían hablar desde mucho antes de que se empezaran a desarrollar, siquiera de forma rudimentaria, los primeros sistemas de escritura. En la historia de la humanidad primero fue lo oral y después vino lo escrito. Ese proceso por el que pasó la especie en su conjunto se ha ido repitiendo a escala más reducida para cada una de las comunidades lingüísticas del mundo, que han ido aprendiendo las unas de las otras a fijar su habla por escrito. Todas ellas sabían hablar previamente y sabían muy bien lo que decían. Es más, a día de hoy muchas lenguas del mundo siguen sin escribirse, lo que no les impide cubrir a la perfección las necesidades expresivas y comunicativas de las gentes que se sirven de ellas. No hay, en cambio, ninguna lengua que se escriba pero no se hable (y nunca se haya hablado). Por tanto, aquí también viene primero lo oral y solo después llega lo escrito (si es que llega). Este es, por otra parte, el mismo recorrido que realiza cada persona en su vida. Todos hemos aprendido primero a hablar y solo después algunos hemos aprendido a escribir. La población mundial era mayoritariamente analfabeta hasta hace unas cuantas décadas y todavía hoy la UNESCO calcula que 800 millones de personas no saben leer ni escribir. Y una vez más, salvo discapacidad, no hay nadie que sepa escribir y no sepa hablar.



Por otra parte, si nos fijamos en lo que hace el común de los mortales, veremos que pasamos mucho más tiempo hablando que escribiendo, incluso en esta época nuestra en que tecleamos como locos en ordenadores y teléfonos móviles.



Todo esto nos debería hacer sospechar que para el ser humano la lengua oral es más importante y más básica que la escrita. Y, sin embargo, ¿por qué le damos tanto valor a unos cuantos trazos grabados en un papel, una piedra o una pantalla?



La escritura es un invento poderoso. Los primeros pueblos que la conocieron adquirieron una ventaja sobre los demás que difícilmente nos podemos imaginar y que probablemente igualaba o superaba en términos proporcionales a nuestras actuales brechas tecnológicas o digitales. La escritura multiplicó las dimensiones y la complejidad de los Estados al permitir fijar las leyes de manera inalterable y enviar instrucciones precisas a los rincones más apartados de un imperio. Permitía también dejar constancia indiscutible de la propiedad. Gracias a ella el comercio pudo alcanzar unas proporciones que nadie hubiera podido soñar. Los escritos ayudaron a viajar en el tiempo y en el espacio a esos virus llamados ideas, que ahora podían transmitirse de unas personas a otras sin necesidad de que hubiera contacto directo. Y no debemos olvidar que la escritura brindaba a la divinidad nuevas formas de manifestarse. No en vano las tres religiones más exitosas del mundo —el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam— reposan sobre la autoridad de las Sagradas Escrituras. La habilidad de leer era rara y preciada porque quien la poseía se convertía en vínculo con el poder, la riqueza, la sabiduría y lo sobrenatural. Quien además sabía escribir podía aspirar a convertirse en fuente de todo esto.



No es de extrañar, por tanto, que la palabra escrita adquiriera un prestigio incomparable que llevó a invertir los términos de la relación entre lo oral y lo escrito. Si en el inicio la escritura intentaba registrar lo hablado lo mejor que podía, llegó un momento en que fue la lengua oral la que empezó a sentirse acomplejada al lado de la perfección de la lengua escrita y a sentirse en la necesidad de imitarla. La que había sido la maestra acabó reducida así a la condición de alumna rezagada. La veneración por lo escrito no se ha perdido a pesar de los saludables progresos de la alfabetización. Antes al contrario, en nuestro paso por las aulas nos han explicado que adquirir una cultura equivale, por encima de todo, a aprender a leer y escribir textos cada vez más complejos.



La lingüística ha puesto también su granito de arena. Todo haría esperar que esta se volcara en lo oral. Pero no podemos olvidar que los estudios gramaticales (re)surgen en la Edad Media europea para dar respuesta a una necesidad muy concreta; la cultura estaba escrita en una lengua que ya no entendíamos: el latín. La gramática era un auxiliar que nos enseñaba a descifrar textos oscuros. Todavía hoy nuestras gramáticas están concebidas más para ayudar a entender que para ayudar a producir, y sirven bastante bien para dar cuenta de la lengua escrita estándar, pero naufragan en cuanto intentamos aplicarlas a la conversación cotidiana. Cuando vemos que las reglas gramaticales no encajan con nuestra forma de hablar, no llegamos a la conclusión de que la gramática está mal hecha (o de que no está hecha para eso), sino que decidimos que hablamos mal y asunto solucionado.



Por eso tienen también más prestigio las variedades de una lengua cuya pronunciación está más cercana a la ortografía. De ahí, por ejemplo, que se suela emplear como arma arrojadiza contra seseantes y ceceantes el que su pronunciación no respete la escritura.



Y así volvemos a donde empezamos. Quienes dicen eso sólo tendrían razón si la tuviera aquel alumno que saludaba a sus profesores con un Jola, ¿kué tal? Pero aquel simpático principiante probablemente se desenvuelve hoy con soltura en español y ya ha entendido que una cosa es cómo se habla y otra cómo se escribe y que históricamente el habla no es imitación de la escritura sino más bien al revés.

domingo, 7 de noviembre de 2010

El fútbol y la literatura, dos pasiones que corren cada vez más juntas

UN MAESTRO EN LA TRIBUNA. ERNESTO SABATO EN LA TRIBUNA DE ESTUDIANTES DE LA PLATA, EN DICIEMBRE DE 2004.

07/11/10 por Antonela de Alva. Especial para Clarín

Quien quiera y desee escribir, puede empezar a correr. O a jugar al fútbol, o practicar algún deporte que le llene el alma. La relación entre literatura y deporte no es nueva, menos la que existe entre fútbol y palabras.


Si bien es una relación conflictiva para algunos escritores e intelectuales; para otros –y para la realidad misma – es una pareja muy saludable. Cómo un matrimonio, atravesaron crisis y procesos económicos, se alejaron y volvieron a juntarse pero nunca pudieron distanciarse.

Para algunos escritores, el deporte es esencial a la hora de escribir. A propósito de las maratones que corrió y de los libros que escribió, Haruki Murakami en su libro ¿De qué hablamos cuando hablamos de correr?, sostiene que “Lo importante es ir superándose, aunque sólo sea un poco, con respecto al día anterior. Porque si hay un contricante al que debes vencer en una carrera de larga distancia (y más tarde lo aplicará a sus novelas), ése no es otro que el tú de ayer”. El filósofo existencialista, Jean Paul Sartre aseguró alguna vez que “el fútbol es una metáfora de la vida”.


Muchos escritores son y fueron reconocidos fans de algún deporte. Para Fabián Casas, San Lorenzo significa mucho; Martín Caparrós escribió un libro titulado Boquita; los cuentos de fútbol de Roberto Fontanarrosa, hincha de Central, son conocidos por hinchas, deportistas y hasta por los que odian el deporte; la pasión de Sábato por Estudiantes de La Plata es mítica; el locutor Alejandro Apo le puso la voz en la radio a los cuentos de Eduardo Sacheri sobre esta disciplina también; y el británico Nock Hornby se animó a relatar su experiencia como hincha en Fiebre en las gradas mientras que Eduardo Galeano le rinde homenaje y denuncia las estructuras de poder que existen en Fútbol a sol y a sombra. En Argentina, basta con mirar la vidriera de una librería para ver cómo aumentó la cantidad de libros dedicados al deporte.


Queda claro: cómo alguna vez escribió el periodista Hernán Brienza en una nota para Clarín que “hay un romance intelectual entre literatura y fútbol”, más cerca de las pasiones que de la disciplina que ambas artes requieren.


Para el escritor, poeta y director de cine Pier Paolo Pasolini “El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código (…). Igual que la palabra poética”.


En un dribbling, el fútbol ha salido de los ámbitos más conservadores y ha dado lugar, cómo en sus inicios, a una pluralidad de voces. En la última cita del Grupo Alejandría, el escritor Facundo Soto leyó una de las más de veinte crónicas inéditas sobre fútbol gay que tiene en su haber.



“Las crónicas surgieron de mi propia experiencia como jugador en un equipo de fútbol gay. Cuando entré, no podía creer la diversidad de gente que había y como estaban llevados al extremo los estereotipos”, contó. Y haciendo hincapié en su experiencia, continuó: “lo que me impactó fue la diversidad de gente y cómo todos conviven sin problemas”. Y, pateó la pelota para agregar: “Es importante escribir sobre estas contradicciones no asumidas para sacar a la luz verdades ocultas. Si existe un prejuicio con la palabra gay, hay que usarla y gastarla y no esconder lo que uno es”, finalizó.


Ya este año la escritora Dalia Rosetti escribió la novela Dame Pelota: fútbol exquisita, en la que se muestra, entre otras cosas, el mundo femenino a través del fútbol.


Y, es que, cómo lo cuentan Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico en su libro Deporte Nacional: “En la circunstancia que sea, el deporte mete la cola”.



Y acá metió el gol Ediciones Al Arco, la primera editorial independiente argentina de literatura deportiva. Sí, Julio Boccalatte y Marcos González Cezer crearon una editorial independiente que solo publica libros de deporte y que tiene títulos como Huele a telón de Pablo Sehtman y Enredados de Sebastián Fest.


Huele a tablón (y otros cuentos de fútbol) fue lanzado el jueves. El libro, de 128 páginas, marca el debut literario de Sehtman, cuenta con un prólogo del periodista Ariel Scher y un texto de contratapa de su colega Gustavo Grabia. “Sehtman es un narrador de encantos, un hincha de fútbol lleno de palabras y un andador de imaginación”, asegura Scher en el prólogo.

Periodistas y profesores

Scher, Blanco y Búsico, periodistas y profesores escribieron -después de un año de investigación – el libro ya mencionado, Deporte Nacional, que reúne dos siglos de historia. Pero no es solo un análisis cronólogico de los deportes que hubo en el país. Es también la historia de Argentina contada a través del deporte: fútbol, hockey, basquet, rugby, automovilismo, por citar alguna de estas artes.

Para Jorge Búsico, “El deporte ha ido de la mano de la historia del país, por eso, no podemos entender lo que está sucediendo sin remitirnos a los orígenes”.


Entramos en un vacío que está lleno de contenidos y gracias al aporte de distintas personas abarcamos, con errores lógicos, el deporte nacional desde el lado social”, agregó Blanco. Y atajo la pelota parafraseando a Gabriel Celaya, “la palabra es un arma cargada de pasado, presente y futuro”.



La relación entre literatura y deporte se muestra en este libro periodístico como “dos cuestiones populares que van de la mano”, según Búsico. En el entretiempo, Blanco concluyó: “Jerarquizar al fútbol a través de la literatura le permite a las nuevas generaciones valorar y recuperar la identidad que el fútbol está perdiendo”.


Hoy, literatura y deporte caminan de la mano como una pareja feliz en el día de los enamorados. Quién quiera escribir, puede empezar a correr. Y viceversa. Hay material para todos.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La "i griega" se llamará "ye"

La nueva Ortografía de la Real Academia Española fija la denominación de algunas letras, cambia "quorum" por "cuórum" y elimina las tildes de "solo", "guion" y "o" entre números


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid - 05/11/2010



Dale a la lengua: plantea tus dudas sobre el uso del español en Eskup



La i griega será ye, la b será be (y no be alta o be larga); la ch y la ll dejan de ser letras del alfabeto; se elimina la tilde en solo y los demostrativos (este, esta...) y en la o entre números (5 o 6) y quorum será cuórum, mientras que Qatar será Catar.




La nueva edición de la Ortografía de la Real Academia Española, que se publicará antes de Navidad, trata de ser, como dice su coordinador, Salvador Gutiérrez Ordóñez, "razonada y exhaustiva pero simple y legible". Y sobre todo "coherente" con los usos de los hablantes y las reglas gramaticales. Por eso el académico insiste en que plantea innovaciones y actualizaciones respecto a la anterior edición, de 1999, pero no es, "en absoluto" revolucionaria. Gutiérrez Ordóñez se resiste incluso a usar la palabra "reforma".



Con todo, al director del Departamento de Español al Día de la RAE no se le escapa que los cambios ortográficos provocan siempre resistencias entre algunos hablantes. De ahí la pertinencia, dice, del consenso panhispánico que ha buscado la Comisión Interacadémica de la asociación que reúne a las Academias de la Lengua Española de todo el mundo. El miércoles, esa comisión, reunida en San Millán de la Cogolla (la Rioja) aprobó el texto básico de la nueva Ortografía de la lengua española. A falta de su ratificación definitiva el 28 de este mes en la Feria del Libro de Guadalajara (México) durante el pleno de las 22 academias, estas son algunas de las "innovaciones puntuales" aprobadas esta semana y destacadas por el propio Gutiérrez Ordóñez.



La i griega será ye. Algunas letras de nuestro alfabeto recibían varios nombres: be, be alta o be larga para la b; uve, be baja o be corta, para v; uve doble, ve doble o doble ve para w; i griega o ye para la letra y; ceta, ceda, zeta o zeda para z. La nueva Ortografía propone un solo nombre para cada letra: be para b; uve para v; doble uve para w; ye para y (en lugar de i griega). Según el coordinador del nuevo texto, el uso mayoritario en español de la i griega es consonántico (rayo, yegua), de ahí su nuevo nombre, mayoritario además en muchos países de América Latina. Por supuesto, la desaparición de la i griega afecta también a la i latina, que pasa a denominarse simplemente i.



Ch y ll ya no son letras del alfabeto. Desde el siglo XIX, las combinaciones de letras ch y ll eran consideradas letras del alfabeto, pero ya en la Ortografía de 1999 pasaron a considerarse dígrafos, es decir, "signos ortográficos de dos letras". Sin embargo, tanto ch como ll permanecieron en la tabla del alfabeto. La nueva edición los suprime "formalmente". Así, pues, las letras del abecedario pasan a ser 27.



Solo café solo, sin tilde. Hay dos usos en la acentuación gráfica tradicionalmente asociados a la tilde diacrítica (la que modifica una letra como también la modifica, por ejemplo, la diéresis: llegue, antigüedad). Esos dos usos son: 1) el que opone los determinantes demostrativos este, esta, estos, estas (Ese libro me gusta) frente a los usos pronominales de las mismas formas (Ese no me gusta). 2) El que marcaba la voz solo en su uso adverbial (Llegaron solo hasta aquí) frente a su valor adjetivo (Vive solo).



"Como estas distinciones no se ajustaban estrictamente a las reglas de la tilde diacrítica (pues en ningún caso se opone una palabra tónica a una átona), desde 1959 las normas ortográficas restringían la obligatoriedad del acento gráfico únicamente para las situaciones de posible ambigüedad (Dijo que ésta mañana vendrá / Dijo que esta mañana vendrá; Pasaré solo este verano / Pasaré solo este verano). Dado que tales casos son muy poco frecuentes y que son fácilmente resueltos por el contexto, se acuerda que se puede no tildar el adverbio solo y los pronombres demostrativos incluso en casos de posible ambigüedad", esto dice la comisión de la nueva Ortografía, que, eso sí, no condena su uso si alguien quiere utilizar la tilde en caso de ambigüedad. Café para todos. No obstante, la RAE lleva décadas predicando con el ejemplo y desde 1960, en sus publicaciones no pone tilde ni a solo ni a los demostrativos.



Guion, también sin tilde. Hasta ahora, la RAE consideraba "monosílabas a efectos ortográficos las palabras que incluían una secuencia de vocales pronunciadas como hiatos en unas áreas hispánicas y como diptongos en otras". Sin embargo, permitía "la escritura con tilde a aquellas personas que percibieran claramente la existencia de hiato". Se podía, por tanto, escribir guion-guión, hui-huí, riais-riáis, Sion-Sión, truhan-truhán, fie-fié... La nueva Ortografía considera que en estas palabras son "monosílabas a efectos ortográficos" y que, cualquiera sea su forma de pronunciarlas, se escriban siempre sin tilde: guion, hui, riais, Sion, truhan y fie. En este caso, además, la RAE no se limita a proponer y "condena" cualquier otro uso. Como dice Salvador Gutiérrez Ordóñez, "escribir guión será una falta de ortografía".



4 o 5 y no 4 ó 5. Las viejas ortografías se preparaban pensando en que todo el mundo escribía a mano. La nueva no ha perdido de vista la moderna escritura mecánica: de la ya vetusta máquina de escribir al ordenador. Hasta ahora, la conjunción o se escribía con tilde cuando aparecía entre cifras (4 ó 5 millones). Era una excepción de las reglas de acentuación del español: "era la única palabra átona que podía llevar tilde". Sin embargo, los teclados de ordenador han eliminado "el peligro de confundir la letra o con la cifra cero, de tamaño mayor".



Catar y no Qatar. Aunque no siempre lo fue, recuerda el coordinador de la nueva ortografía, la letra k ya es plenamente española, de ahí que se elimine la q como letra que representa por sí sola el fonema /k/. "En nuestro sistema de escritura la letra q solo representa al fonema /k/ en la combinación qu ante e o i (queso, quiso). Por ello, la escritura con q de algunas palabras (Iraq, Qatar, quórum) representa una incongruencia con las reglas". De ahí que pase a escribirse ahora: Irak, Catar y cuórum. ¿Y si alguien prefiere la grafía anterior: "Deberá hacerlo como si se tratase de extranjerismos crudos (Qatar y quorum, en cursiva y sin tilde)".



jueves, 4 de noviembre de 2010

Buena literatura mala

3 Noviembre 10 - - Francisco Nieva, de la Real Academia Española



 
A veces los libros que pasan a la historia primero son despreciados

Quien no conozca a fondo la mala literatura, no sabe muy bien cuál es la buena. Los grandes lectores y críticos «lo han leído todo». Quiero decir que han leído con atención buena y mala literatura de todos los géneros. En el área de la literatura de ficción,  de viajes, de la difusión histórica y científica, de propaganda comercial, incluso octavillas y panfletos políticos


Fiémonos de ese buen lector, que nos asegura que «Justine» y otras muchas cosas del marqués de Sade, a pesar de su mala fama y el manifiesto rechazo de la Iglesia, son  literatura buenísima. No tiene en cuenta el contenido vitriólico, sino su forma, su planteamiento y desarrollo imaginativos. En el método comparativo, se le puede citar como premonitor del surrealismo y de las novelas de Kafka. Démosle al César lo que es del César. Y aún somos más justos si advertimos que la pornografía de Sade ya no es atrayente, sino algo momificado, arqueológico, museal, carente de «glamour», que puede provocar, incluso, un rechazo instintivo. Pero objetivamente, por pudibundos que seamos, tendremos que reconocer su extraordinario valor formal y la construcción de «un mundo aparte», que es lo que distingue a los más grandes escritores, Poe, Stevenson, Proust, Henry James…

En la literatura popular, considerada en general como mala –o simplona–, se encuentran cosas que hacen dudar bastante de si no son nada o son muchísimo. El cuento popular, por desmañado y torpe que se muestre, tiene un encanto literario del que carecen por completo los libros más serios.

En este terreno, sí que entramos en un problema sin duda peliagudo. Lo popular es fundamental tanto para un aficionado, un crítico o un profesional. ¿Qué han leído en el siglo XIX y XX las clases más humildes y poco instruidas, con el empeño de instruirse y enterarse de lo vario y complejo que es el mundo, aquellos que yo veía leer a las criadas en mi hogar desahogado y burgués? Un día me acerqué a una tata encantadora, joven y vivaracha, que leía con tremenda avidez un libraco de pastas duras. «¿Qué lees?» le pregunté. Ella levantó la vista, como alucinada y me contesto con vehemencia: «Tiene otro tomo». ¿Qué quería decir con aquello? Que su lectura era para ella tan interesante y gratificante que aún tenía un tomo en reserva, para prolongar aquella dicha. Lo  que estaba leyendo era un ilustre folletín de dichas y calamidades, era «El cura de Aldea», de Pérez Escrich. Para siempre me conmovió aquella chica, me conmovieron todas esas personas humildes que trabajan y leen con avidez una literatura que se considera menor y muchas veces no lo es. El folletín decimonónico ha sido un gran ornato de la literatura, aunque para muchos de sus adventicios lectores de la clase obrera fueran repeticiones simplificadas y de segunda mano. La más grande literatura narrativa se hubo de publicar en folletines periódicos, en todas las rotativas de la época. Las más impresionantes novelas de Dickens y Balzac. Aparecieron paradigmas de buena literatura popular, como «El judío errante» o «Los misterios de París».

El refrito

Pero también sucedió algo que, en la actualidad, hace que el folletín y «lo folletinesco» se mencionen con una intención peyorativa. Se convirtió en un negocio editorial, como un servicio lúdico, destinado a las clases más humildes. Y aquel «Cura de aldea» era un refrito simplificado  de «Le curé de Tours», de Balzac. Y así se hicieron otros refritos puerilizados y explotadores de lo sentimental y lo horroroso. Hubo editores que lo hicieron con auténtica saña explotadora, y sus publicaciones han servido, luego, de risa  y sarcasmo.

Bien es cierto que entre aquellos industriales que se «forraron» figurara Alejandro Dumas, el autor de «Los tres mosqueteros», pero tampoco éste dejó de hacer chapuzas comerciales. Se rodeó de «negros» y publicó su curioso «Viaje a Rusia», donde jamás puso los pies. En suma, la literatura buena y la mala tienen una frontera tan difusa, que hay que andar con mucho cuidado para saber dónde ponemos los pies.

lunes, 1 de noviembre de 2010

FORMACIÓN DE PALABRAS I

EJERCICIOS DE FORMACIÓN DE PALABRAS


Divide en lexemas y morfemas, clasifícalas según su formación e indica a qué clase de palabras pertenecen:

  1. Sabor
  2. Crecimiento
  3. Adulto
  4. Embotellar
  5. Brazos
  6. Florecer
  7. Edad
  8. Papelería
  9. Ojear
  10. Cal
  11. Enredar
  12. Chavales
  13. Panadería
  14. Cafecito
  15. Zapatería
  16. Sorprendente
  17. Impracticable
  18. Yacimiento
  19. Prohibitivo
  20. Tributario
  21. Pastoril
  22. Respiradero
  23. Venidero
  24. Jugoso
  25. Electricista
  26. Madrugador
  27. Tontería
  28. Ahorrativo
  29. Servidor
  30. Altura
  31. Conocimiento
  32. Limonero
  33. Robledal
  34. Paisajista
  35. Rosal
  36. Caballero
  37. Agobiante
  38. Ramaje
  39. Bronceador
  40. Lealtad
  41. Inmóvil
  42. Paragüero
  43. Hispanoamericano
  44. Hispanohablante
  45. Inútil
  46. Cazabombardero
  47. Cortaúñas
  48. Salvavidas
  49. Radiografía
  50. Predecir
  51. Casita
  52. Anestesista
  53. Caradura
  54. Ultramarinos
  55. Borrador
  56. Librería
  57. Municipal
  58. Autoservicio
  59. Vinatero
  60. Alunizar
  61. Rosaleda
  62. Decrecer
  63. Palidecer
  64. Enloquecer
  65. Enrojecer
  66. Posponer
  67. Engrandecer
  68. Anteojo
  69. Independizar
  70. Relanzar
  71. Lavaplatos
  72. Carricoche

………………………………………………………..

Cambio semántico

Se llama cambio léxico-semántico al cambio lingüístico experimentado en la evolución histórica del componente léxico-semántico de un idioma.

De los componentes del lenguaje, el léxico-semántico es el más propenso al cambio porque refleja de forma muy clara las modificaciones y transformaciones (técnicas, psicológicas, sociológicas, epistemológicas...) propias de la Evolución cultural de las culturas humanas, con independencia de que el léxico básico permanezca inalterado.

Hay varios factores que cooperan para que se produzca este fenómeno:

- el proceso de transmisión del lenguaje.
- la falta de fijeza y vaguedad del significado.
- la facilidad de las palabras para desviarse o desvincularse de su significado originario.
- el fenómeno de la polisemia.
- la ambigüedad semántica de muchas palabras no resuelta ni siquiera por el contexto.



Contenido


1 Clasificación de los cambios léxico-semánticos
2 Causas de los cambios semánticos
3 Clasificación psicológica de los cambios semánticos

1. Clasificación de los cambios léxico-semánticos


Dado un concepto o noción fija, se denomina cambio léxico al cambio de la palabra habitualmente usada para designar ese concepto o noción (por ejemplo retrete que en el siglo XVIII designaba a un cuarto pequeño destinado al retiro, mientras que en la actualidad esta palabra se utiliza para nombrar la habitación que posee las instalaciones necesarias para orinar y evacuar el vientre). En cambio, dada una palabra fija, se llama cambio semántico a la modificación del significado de una palabra, mediante ampliación de los usos a otros conceptos similares (generalización o metáfora) o reducción de los usos (restricción). Con frecuencia un cambio léxico supone simultáneamente un cambio semántico en las otras palabras de significado que interfieren con la primera. Una clasificación tentativa de los cambios semánticos los divide en cambios:

a) lógico-cuantitativos:

por ampliación de sentidos, es decir, cuando se une un nuevo sentido a un significante; por ejemplo, el adjetivo bárbaro, que se aplicó a quien chapurreaba un idioma, amplió su sentido al de extranjero y, más tarde, al de salvaje, cruel, no refinado, etc.
por restricción de los significados, esto es, cuando un significado abandona un significante, ya sea por mejoramiento, ya por empeoramiento del sentido.


b) cualitativos:

desarrollos peyorativos: villano > ruin; rústico > basto.
desarrollos mellorativos: fortuna; gener = torturar > "irritar o molestar"; cadentia > caída.

2.Causas de los cambios semánticos


Muchas son las causas que pueden originar los cambios léxico-semánticos. Lo que parece cierto es que estos cambios no tienen lugar en las palabras aisladas sino en las palabras o unidades léxicas como miembros de campos semánticos. La desviación individual es probablemente una de las causas más probables del cambio. Esta desviación está causada a veces por errores repetidos, por ejemplo, el constante uso del verbo prometer por asegurar, o el de detentar por ostentar, o por necesidades expresivas, de ironía, de juego de palabras, de énfasis, de prestigio social, etc., muchas veces basada en la analogía.

a. Causas lingüísticas: las palabras que integran el contexto facilitan el cambio: lat. re(m) = 'cosas' > fr. ríen = 'nada'; lat. passu(m) = 'paso' > fr. pas = 'no'; lat. iam + magis > jamais > 'jamás' (de non iam magis).


b. Causas históricas: son estas la evolución social, las transformaciones de la civilización, la evolución de la vida y la aparición de realidades nuevas que hacen que las palabras cambien: pluma, república, retrete...

c. Causas sociales: se concretan fundamentalmente en la presencia de determinadas innovaciones introducidas por grupos sociales o políticos. Estas innovaciones provocan cambios en la semántica de las palabras: plural - pluralismo; tema - asunto; cortocircuito;

d. Causas psicológicas: el significado de ciertas palabras es alterado por el hombre debido a razones emotivas o mentales. En tal sentido, es muy frecuente que acudamos a metáforas y a analogías para denominar ciertas cosas y ser más expresivos:
- el tabú: esta palabra fue introducida en el inglés por Cook de la Polinesia. Significa lo sagrado, lo prohibido, lo que está rodeado de un temor santo, lo que es peligroso o misterioso. Se parte del hecho de que hay numerosas realidades tabúes y que las palabras que las designan no se pronuncian, el hombre trata de evitarlas ya que son palabras prohibidas.

- De aquí se deriva el elemento sustitutor de esta palabra: el eufemismo (bien dicho), que implica un recubrimiento, un velo, una dulcificación o una referencia indirecta al tabú. Hay diferentes tabúes que varían de unas culturas a otras. El más universal es el religioso.

3. Clasificación psicológica de los cambios semánticos


En el cambio de significados de las palabras desempeñan un papel varios factores, unos de naturaleza extralingüística, otros derivados del doble plano del signo lingüístico (significado/significante), y otros que tienen que ver con la psicología de los hablantes y de su actitud frente al lenguaje. Si tenemos en cuenta este último punto, se puede elaborar una clasificación psicológica de los cambios semánticos basada en las asociaciones o relaciones que los hablantes establecen entre los significantes o los significados de las palabras.

Estas asociaciones pueden ser:

a. de contigüidad o proximidad:

- elipsis: proximidad de significantes: le lanzó un (tiro) directo; vamos al (cine) Capitol; marchamos en el (tren) Talgo;
- metonimia: proximidad de significados: póngame un Rioja; nos sirvieron tres tazas;

b. de semejanza:


- metáfora: semejanza de significados: pata de mesa, cresta de una ola, cuello de botella;
- etimología popular o error auditivo: ciertas semejanzas entre los significantes de algunas palabras: necrópolis - negrópolis; vagabundo - vagamundo.

Denotación y connotación


Las palabras del lenguaje humano poseen dos tipos de significado, el denotativo o denotación y el connotativo o connotación.
Se llama denotación al tipo de significado de una palabra que es objetivo y se da en el plano saussuriano de la lengua. Es el significado universal, el que una palabra tiene para todos los conocedores de una lengua, sin que exista la más mínima discrepancia entre ellos: el que tiene por ejemplo metal y recoge el Diccionario de la Real Academia. Propiamente dicho, se trata del significado tal como se presenta fuera de cualquier contexto. Por ejemplo, aurora denota la parte del día correspondiente a la salida del sol, y es así como se define en los diccionarios.

El segundo tipo de significado se suele contraponer al denotativo y se denomina connotación o significado connotativo. Es de carácter subjetivo y se da en el plano saussuriano del habla , porque concretas y no aparece recogido en los diccionarios. Así, por ejemplo, el significado connotativo de aurora puede llevar adheridas para un hablante concreto las significaciones subjetivas de "esperanza", "comienzo de una nueva vida", "iniciación de buena suerte, tras haber tenido mala suerte durante un plazo de tiempo", etc. Estos significados subjetivamente añadidos a la denotación constituyen la connotación del vocablo, que no es ni puede ser registrada por los diccionarios.

Los significados connotativos son todos aquellos valores significativos asociados a un término. Puede tratarse de connotaciones con valor ideológico, afectivo, estilístico, etc. La connotación puede ser producto del hablante, en un acto de habla concreto, o puede ser de uso general en una cultura dada.

Para un hablante, la palabra Navidad puede significar tristeza (melancolía, soledad, recuerdos) por sus experiencias personales, frente a la connotación positiva habitual en la sociedad (alegría, fiesta, etc.). Para Lorca verde significa tragedia, destino abocado la frustración y la muerte, cuando socialmente se suele asociar a la esperanza.

La connotación caracteriza habitualmente el lenguaje literario y en especial el lenguaje del más personal de todos los géneros literarios, la poesía lírica; el poeta emplea palabras con sentidos subjetivamente adheridos. Así, por ejemplo, Federico García Lorca suele asociar la denotación del sustantivo metal con la connotación personal de «muerte».

Para los seres humanos todo es un signo o un símbolo porque se asocia a otros que son su significado. Para analizar esa relación entre significantes y significados la semiología distingue entre denotación y connotación.

En realidad todo signo tiene una dimensión denotativa que se complementa con su dimensión connotativa. Ambas dimensiones son parte de un continuo, cuando se va hacia la parte denotativa describiendo un objeto o una situación, los significados son más nítidos y pueden ser fácilmente compartidos por muchas personas dentro de un contexto amplio o universal, es lo que se pretende "objetivo"; mientras que conforme la descripción contiene aspectos inferenciales que no son tan evidentes estamos avanzando hacia la dimensión connotativa que depende más de los contextos espacio-tiempo específicos del emisor, del mensaje y del receptor del mensaje. Aquello que es más denotativo tiene escasas modificaciones por el cambio de época o cultura, mientras que lo connotativo se altera significativamente conforme se modifican las culturas o situaciones en que se inserta. Así, una imagen o un texto pueden ser denotativamente los mismos y sin embargo haber cambiado de manera esencial en su connotación. Sin embargo, aún lo denotativo implica una interpretación contextual, por lo cual toda denotación es también una connotación; la distinción entre una y otra es análoga a la diferencia entre frío y caliente, es decir, relativa.

LA FORMACIÓN DEL LÉXICO ESPAÑOL

El español es una lengua romance y, por tanto, la inmensa mayoría de nuestro vocabulario es de origen latino. Sin embargo es conveniente que hagamos algunas diferenciaciones dentro del vocabulario español de origen latino:

a. Léxico patrimonial.- Son las palabras que tienen su origen en el latín pero que a lo largo de los siglos han sufrido una evolución que las ha ido transformando según las reglas fonéticas específicas del español:

MULIER > muller > mujer

b. Cultismos.- Son las palabras que casi no se ha adaptado a la fonética española:

Referéndum, máximo, currículo, ...

c. Semicultismos.- Son palabras que se han adaptado en parte, pero no completamente:

CAPITULUM > cabildo

Un fenómeno interesante que se produce con mucha frecuencia es el del doblete, que consiste en que una palabra latina produzca en su evolución dos resultados, uno patrimonial y otro
culto o semiculto:

CATEDRA > cátedra
CATEDRA > cadeira > cadera

Pero el léxico española no se completa solamente con palabras de origen romano, sino que, como hemos visto antes, se puede ampliar por diferentes mecanismos, unos propios de la lengua y otros procedentes de otros idiomas: los préstamos lingüísticos.
Estos préstamos podríamos intentar clasificarlos según la relación establecida entre su lengua de
origen y el español:

a. Relación de sustrato, es decir, restos de las lenguas que se hablaban en la Península cuando se produce la colonización romana y la imposición del latín como lengua de comunicación:
§ Iberismos.- perro, manteca, balsa, ...
§ Vasquismos.- izquierda, pizarra, ...
§ Americanismos.- Se trata de un casi especial de sustrato, ya que se produce como consecuencia de la conquista y colonización de América por España: la mayoría de las lenguas indígenas desaparecieron, pero dejaron su rastro en el vocabulario español: patata, tabaco, tomate, huracán, tiburón, ...

b. Relación de superestrato.- Se trata de palabras procedentes de lenguas de pueblos conquistadores de la Península Ibérica posteriores a Roma, pero que no consiguieron desplazar el latín como lengua de comunicación:

§ Germanismos.- Procedencia visigoda. Suelen estar relacionados con la guerra (yelmo, espía, espuela, ...) o son antropónimos (Fernando, Rodrigo, Álvaro, ...).
§ Arabismos.- Están relacionados con muchos ámbitos semánticos: agricultura (azúcar, alcachofa, berenjena), comercio (almacén, aduana, tarifa), ciencia (álgebra, cifra, cero, alcohol), arte (zéjel, ajorca, damasquinado), política (alcalde, alguacil), guerra (atalaya, alférez, almena), topónimos (Algeciras, Guadalquivir, Medina Sidonia).

c. Relación de adstrato.- Proceden de lenguas con las que se han mantenido relaciones bien de proximidad, bien culturales.

§ Galleguismos: morriña, vigía, quien, ...
§ Catalanismos: capicúa, faena, nao, forastero.
§ Lusismos (portugués): buzo, brincar, mermelada, mero.
§ Galicismos (francés): afán, batalla, dama, hotel, joya.
§ Italianismos: escopeta, piloto, escolta, fachada.
§ Helenismos: cisma, hidráulico, hipopótamo.
§ Anglicismos: cheque, líder, mitin, tren.

Relaciones semánticas

- Un campo semántico es un conjunto de palabras o elementos significantes con significados relacionados, debido a que comparten un núcleo de significación o rasgo semántico (sema) común y se diferencian por otra serie de rasgos semánticos distinguidores. Un campo semántico estaría constituido por un grupo de palabras que están relacionadas por su significado, compartiendo ciertas características comunes o referenciales.El conjunto de todos los semas de una palbra se denomina semema. Un ejemplo de campo semántico sería el de términos relacionados con muro entre los cuales podemos encontrar:

palabra semas compartidos semas distinguidores

pared [+obstáculo][+vertical] [+alto]
tapia [+obstáculo][+vertical] [+alto][+piedra][+delgado]
muro [+obstáculo][+vertical] [+alto][+piedra][+grueso]
pretil [+obstáculo][+vertical] [-alto][+piedra]
cerca [+obstáculo][+vertical] [-alto][+rústico]
verja [+obstáculo][+vertical] [+metálico]
muralla [+obstáculo][+vertical] [+defensivo]


- La polisemia (de "poli"-, muchos, y el griego σῆμα, significado), en lingüística se presenta cuando una misma palabra o signo lingüístico tiene varias acepciones. Por ejemplo, cabo: 1. (masculino) Punta de tierra que penetra en el mar. 2. (masculino/femenino) Escalafón militar. 3. (masculino) Cuerda en jerga náutica.
- La sinonimia es la relación que se establece entre dos palabras, A y B, cuando uno de los significados de A es idéntico a uno de B. Se habla de sinonimia parcial o cognitiva cuando dos palabras sólo son intercambiables en determinados contextos (mandar y enviar), y de sinonimia total o absoluta cuando son equivalentes en cualquier contexto (comenzar e iniciar).
- La antonimia es la relación semántica basada en la oposición de significados. Se puede distinguir entre antónimos binarios o complementarios, aquellos que son incompatibles entre sí (vivo/ muerto), antónimos inversos (tío/ sobrino; comprar/vender) y antónimos de grado, que representan los extremos opuestos de una escala (frío/ caliente).
- La hiponimia es la relación de inclusión de un significado en otro. Al término incluido se le llama hipónimo (silla) y al término inclusor hiperónimo (asiento) y cuando un hiperónimo tiene más de un hipónimo se dice que éstos son cohipónimos (silla y banqueta).
- La homonimia consiste en que dos o más palabras distintas coinciden en el significante, aunque sus significados no guardan ninguna relación entre sí: llama, animal andino; llama, fuego; llama, del verbo llamar.
Son homógrafas las que se escriben igual: vino, ?bebida?; vino, de venir; y homófonas las que se pronuncian igual pero se escriben de distinta manera: asta, cuerno; hasta, preposición.

Blog Apunte y fuego de Concha Caballero
Sobre la formación de palabras en español por Luis Alberto Hernando Cuadrado (UCM) (Google Docs)

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