jueves, 11 de julio de 2013

El tardío epílogo de Leño por DARÍO MANRIQUE NÚÑEZ (El País)


Rosendo, Tony Urbano y Ramiro Penas, ayer en Madrid. /LUIS SEVILLANO

Durante más de 20 años, Leño fueron nada más —o nada menos— que un recuerdo solo vivo en cintas de casete, camisetas y viejos vinilos. El motor del grupo, Rosendo Mercado, con una carrera consolidada en solitario, no quería ceder a la nostalgia. Pero poco a poco ha abierto la mano: en 2006 se recuperó un directo de 1983, en 2010 salió un disco de homenaje (en cuya presentación el trío tocó cinco canciones, por primera y única vez desde el 83) y ahora aparece la reivindicación definitiva, en forma de caja antológica (1978-1983, cinco CD y un DVD) y biografía (Maneras de vivir: Leño y el origen del rock urbano,escrita por Kike Babas y Kike Turrón). Pero que nadie espere más: ni conciertos ni música nueva.
Este último arreón, dice Rosendo (guitarra y voz, Madrid, 1954), es el fin de ciclo de Leño, “aunque decimos eso siempre y afortunadamente nunca se cierra”. “Pocas cosas nos quedan ya por sacar”, ironiza Ramiro Penas (batería, Tarragona, 1955): “Pero siempre es una alegría juntarnos”.
Ciertamente, cuando se ve al trío reunido de nuevo no se perciben rastros de resquemores, ni la aburrida rutina de las obligaciones laborales. Más parecen amigos de la mili o del colegio, solo que con historias mucho mejores. Por ejemplo, cuando Enrique Tierno Galván, alcalde que presumía de conexión con la juventud, les preguntó por qué cantaban aquello de “es una mierda este Madrid, que ni las ratas pueden vivir”. ¿Qué le respondieron? “Que cantábamos eso porque era lo que pensábamos”, comenta Tony Urbano (bajista, Tarragona, 1956).
Justo 35 años después de aquella sombría definición de Rosendo (que advierte hay que tomar “con un poco de ironía”), el carabanchelero, único del grupo que sigue viviendo en la ciudad, continúa siendo una voz inconforme, como la que desconcertaba por su crudeza a Tierno Galván y ganaba adhesiones entre los adolescentes de finales de los setenta: “Si vienes a Madrid de turismo y vas al Reina Sofía, al Prado y a la Plaza Mayor, fenomenal”, opina: “Ahora, vete luego a mi barrio a ver qué te cuentan”.
Leño no se sienten a disgusto con la etiqueta de rock urbano que exhibe la biografía: “Las letras hablaban de la calle, al fin y al cabo”, dice Penas: “Prefiero eso que heavy, pop rock, pop duro o rock de las cloacas, como nos decían”. Urbano sí se indigna (un poco) cuando Penas habla del “rock simplón” de Leño: “Es que tiene cojones”, suelta, fingiendo enfado. “Así se entiende bien”, le tranquiliza Mercado.
Kike Babas y Kike Turrón, madrileños de 1970, son de la generación que conoció a Leño ya por esos viejos discos, cintas y camisetas. Han tardado casi 10 años en completar su biografía oral, un collage de docenas de entrevistas, desde el día en el que Rosendo les dio su beneplácito con un “si alguien tiene que escribirla, que seáis vosotros”. Los Kikes, aguerrido dúo periodístico que firma siempre en comandita, recalcan la identificación de Leño con Madrid: “Rosendo era la esencia de Madrid, un tío de barrio que hacía botas de vino para llegar a fin de mes, tocaba la guitarra, llevaba el pelo largo y la policía le paraba continuamente. Eso era Madrid”.



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