MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
BABELIA - 11-09-2010
Ambiciones
Para Clarín yo sería un mal lector. Dice en su artículo (escrito hace 100 años) 'El arte de leer' (en Siglo Pasado, incluido en el tomo VII de las Obras Completas de la Biblioteca Castro): "Esos que leen en la cama para dormirse y leen cualquier cosa
... son malos lectores. Vale más dormir y meditar que leer el libro que, por casualidad, está sobre la mesilla de noche". Se nota que el autor de La Regenta no era insomne y con Dios se acostaba y con Dios se levantaba. Yo leo (también) porque duermo poco: libros malos, libros buenos y libros que olvido pronto, pero ninguno está "por casualidad" en la estantería que tengo junto a mi cama. Leo en diagonal, en mi lecho y en pruebas (lo que es un formato particularmente incómodo) Belén Esteban y la fábrica de porcelana, de Miguel Roig, que Península publicará a finales de mes. La "reina del trash", a quien es imposible no conocer, la dominatrix de la audiencia en esta época en la que los discursos sobre nada sustituyen a la nada de los discursos sin capacidad de seducción (política), encuentra en el libro del publicista Roig (prólogo de Christian Salmon) explicación nada consoladora. La "chica del montón", una criatura de Pigmalión catódico que pretende hablar con la voz de quienes no la tienen, convertida en sujeto sociológico de excepción y en abanderada de un Zeitgeist mediocre: una matrioska-marioneta hecha de sucesivas muñecas pintadas de colores histriónicos, presidiendo ese neorrealismo enfermo que difunde, como el ventilador la mierda, una televisión que hace caja con desperdicios populistas. Sálvame, el programa en el que tiene su morada la (¿republicana?) princesa del pueblo emite casi veinte horas semanales: lo que hubiera dado Stalin (y daría la señora Kirchner) por un estajanovismo mediático semejante. Apago la luz y en mi (breve) sueño oigo algo que me grita la nada sencilla muchacha (ya añosa) de San Blas. Me despierto con sobresalto condenadamente elitista.
Libertad
Cada generación obtiene su buena ración de "gran novela americana". Freedom, de Jonathan Franzen (Farrar, Straus & Giroux, 28 dólares; 15,12 si se compra a través de Amazon.com, gastos de envío aparte), es la última de la última. Estos días previos al aniversario del 11 de Septiembre alterno su lectura con la revisión apresurada e incompleta deMadmen, la estupenda serie "creada" por Matthew Weiner y emitida originalmente por la cadena AMC. En el fondo, la novela de Franzen y el blockbuster televisivo de moda se ocupan aproximadamente de lo mismo: el retrato -con distinto énfasis en la distancia y la crítica- de la clase media estadounidense en dos momentos muy diferentes de la contemporaneidad. De la América brillante de los sesenta a la más oscura (y desencantada) de hoy. Más consistente y profunda que Las correcciones (2001, Seix Barral), la cuarta novela de Franzen está destinada a convertirse en long seller, al menos en EE UU. Satírica y brillante, la novela, a cuyo autor ha dedicado portada la revista Time (y a quien quizás Oprah Winfrey conceda su perdón mediático promocionándola en su programa), será publicada (dentro de un año) por Salamandra. Sí: Salamandra, y no Seix Barral o Alfaguara, anteriores editoriales del autor. Se ve que la (estupenda) agencia literaria de Susan Golomb (subagente española: Mónica Martín) puso el listón económico muy alto, lo que no agradó a sellos con escasa paciencia para recuperar inversiones, sobre todo si con las obras anteriores no habían ganado tanto como habían esperado (lo que siempre desencadena el escepticismo en los mánager de los grupos). Por cierto: Franzen ha dedicado su libro a la señora Golomb y a Jonathan Galassi, presidente de la editorial Farrar, Strauss y Giroux. Él sabrá por qué.
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