19.06.11 - VICTORIA M. NIÑO VALLADOLID. El Correo de Castilla
El segoviano Ignacio Sanz acaba de publicar Titirilibro, a los títeres vamos, un poemario que se canta con el ritmo del Nuevo Mester de Juglaría. Con la primavera llegan los títeres a Segovia. Esos seres sin voluntad propia toman las calles y pocos trayectos escapan a su hipnótico dominio. Ignacio Sanz es uno de los que los ha visto crecer y multiplicarse desde hace 25 años. «Dejan una estela profunda en la memoria de los segovianos, es la gran fiesta de la ciudad». Esa impronta visual y ese goce de paseante han devenido en el caso de este escritor en dos cuentos homenaje al Titirimundi.
Acaba de llegar a las librerías Titirilibro. A los títeres vamos, un libro-disco de poemas musicados por el Nuevo Mester de Juglaría, editado por Kalandraka. «Ya había colaborado con el Nuevo Mester en un disco sobre la matanza y otros sobre el vino. Cuando terminé los 20 poemas se los pasé, y aquí está el resultado».
Música tradicional sobre un género dramático de posibilidades infinitas. «Después de tantos años, el público de Segovia se ha ido haciendo experto en los diferentes lenguajes de los títeres, desde los clásicos hasta la vanguardia». A Ignacio le gustan más las canciones del disco que tienen un aire «más lírico, como la 'Nana titiritera' o 'La marioneta no es de madera'. Es una mirada más introspectiva, una música acariciadora». Canciones de corro y pasacalles también figuran entre las favoritas de quien firmó 'En la barca de Noé' (Hiperión), una recopilación de folclore infantil, «porque me influyen mucho, son parte de la música soterrada que me acompaña y sirve de inspiración».
En 2008 publicó 'Titirimundi', un cuento largo sobre el festival del mismo nombre, con ilustraciones de Ana G. Latitegui. Tres años después, son canciones ilustradas con las fotografías de Pelu Vidal.
Aunque su obra para adultos se acerca a la treintena de títulos entre libros de viaje, etnografía y narrativa, Ignacio Sanz es reconocido como autor de literatura infantil y juvenil. «El mundo infantil me es más gratificante porque me ha hecho visible, me saca de mi estudio unas cinco semanas cada año para acudir a colegios de toda España y las editoriales se interesan por uno y le reclaman», resume.
«La literatura infantil es más democrática, no funciona con un nombre que arrastra y deslumbra. Todos partimos de una igualdad de oportunidades y es el editor el que analiza el texto sin tener en cuenta quién es el autor. En cambio en la adultos, el hecho de vivir en provincias remotas como lo pueda ser Segovia o Albacete, te resta posibilidades en los centros del negocio editorial. En la infantil te reciben sin etiquetas».
Sin concesiones
«Se me instala una historia en la cabeza y la desarrollo según mi música en ese momento y puede que para niños o adultos, es posterior», reconoce el ganador del premio Ala Delta de 2010 por 'Una vaca, dos niños, 300 ruiseñores'. Aunque precisamente este último título suyo galardonado, el viaje de Huidobro y su familia a París en los años veinte y su regreso a Chile al cabo de un tiempo, «ha sido muy regalado a adultos. La historia era curiosa para todos. Elegí a los niños como protagonistas, por eso parece infantil».
Sin concesiones literarias a priori: «Procuro ser sencillo, uno de mis referentes es Delibes y la autenticidad de sus personajes les viene de su lenguaje. Pero uno de los reproches que me hacen los chavales cuando me encuentro con ellos es que hay palabras que se les hacen cuesta arriba».
Cuatro libros en la imprenta
Reconoce que se están haciendo álbumes magníficos, que en España se ha pasado de la traducción masiva a la producción propia «con un lenguaje de vanguardia muchas veces», y que ya hay clásicos españoles en la literatura infantil y juvenil como «Juan Farias, Xavier Docampo o Alfredo Gómez Cerdá». En cuanto a la relación con la ilustración, «hay labores de aliño que no aportan nada al texto y otras que te permite trabajar juntos. Por ejemplo. yo lo he hecho con Noemí Villamuza en 'El bosque encantado' (Macmillan) y gracias as sus sugerencias, hice cambios con resultado dichoso».
Con la ilustradora palentina ha vuelto a trabajar en 'Un ángel travieso', de Narval, que se publicará en breve. En esta misma editorial publicará una secuela de 'El bosque encantado', que homenajeará a las manos y estará ilustrado por Patricio Metola. 'Cómo como' será un libro sobre la gastronomía con poemas que se acercan a platos como la tortilla, la paella o la figura de la abuela en los fogones desde el punto de vista afectivo.
Y antes de cerrar el año Macmillan publicará 'El ladrón de caballos', «un libro tierno -dice su autor-, homenaje a un abuelo que tiene la fijación de hacer volar a un caballo en una playa del Cantábrico
El segoviano Ignacio Sanz acaba de publicar Titirilibro, a los títeres vamos, un poemario que se canta con el ritmo del Nuevo Mester de Juglaría. Con la primavera llegan los títeres a Segovia. Esos seres sin voluntad propia toman las calles y pocos trayectos escapan a su hipnótico dominio. Ignacio Sanz es uno de los que los ha visto crecer y multiplicarse desde hace 25 años. «Dejan una estela profunda en la memoria de los segovianos, es la gran fiesta de la ciudad». Esa impronta visual y ese goce de paseante han devenido en el caso de este escritor en dos cuentos homenaje al Titirimundi.
Acaba de llegar a las librerías Titirilibro. A los títeres vamos, un libro-disco de poemas musicados por el Nuevo Mester de Juglaría, editado por Kalandraka. «Ya había colaborado con el Nuevo Mester en un disco sobre la matanza y otros sobre el vino. Cuando terminé los 20 poemas se los pasé, y aquí está el resultado».
Música tradicional sobre un género dramático de posibilidades infinitas. «Después de tantos años, el público de Segovia se ha ido haciendo experto en los diferentes lenguajes de los títeres, desde los clásicos hasta la vanguardia». A Ignacio le gustan más las canciones del disco que tienen un aire «más lírico, como la 'Nana titiritera' o 'La marioneta no es de madera'. Es una mirada más introspectiva, una música acariciadora». Canciones de corro y pasacalles también figuran entre las favoritas de quien firmó 'En la barca de Noé' (Hiperión), una recopilación de folclore infantil, «porque me influyen mucho, son parte de la música soterrada que me acompaña y sirve de inspiración».
En 2008 publicó 'Titirimundi', un cuento largo sobre el festival del mismo nombre, con ilustraciones de Ana G. Latitegui. Tres años después, son canciones ilustradas con las fotografías de Pelu Vidal.
Aunque su obra para adultos se acerca a la treintena de títulos entre libros de viaje, etnografía y narrativa, Ignacio Sanz es reconocido como autor de literatura infantil y juvenil. «El mundo infantil me es más gratificante porque me ha hecho visible, me saca de mi estudio unas cinco semanas cada año para acudir a colegios de toda España y las editoriales se interesan por uno y le reclaman», resume.
«La literatura infantil es más democrática, no funciona con un nombre que arrastra y deslumbra. Todos partimos de una igualdad de oportunidades y es el editor el que analiza el texto sin tener en cuenta quién es el autor. En cambio en la adultos, el hecho de vivir en provincias remotas como lo pueda ser Segovia o Albacete, te resta posibilidades en los centros del negocio editorial. En la infantil te reciben sin etiquetas».
Sin concesiones
«Se me instala una historia en la cabeza y la desarrollo según mi música en ese momento y puede que para niños o adultos, es posterior», reconoce el ganador del premio Ala Delta de 2010 por 'Una vaca, dos niños, 300 ruiseñores'. Aunque precisamente este último título suyo galardonado, el viaje de Huidobro y su familia a París en los años veinte y su regreso a Chile al cabo de un tiempo, «ha sido muy regalado a adultos. La historia era curiosa para todos. Elegí a los niños como protagonistas, por eso parece infantil».
Sin concesiones literarias a priori: «Procuro ser sencillo, uno de mis referentes es Delibes y la autenticidad de sus personajes les viene de su lenguaje. Pero uno de los reproches que me hacen los chavales cuando me encuentro con ellos es que hay palabras que se les hacen cuesta arriba».
Cuatro libros en la imprenta
Reconoce que se están haciendo álbumes magníficos, que en España se ha pasado de la traducción masiva a la producción propia «con un lenguaje de vanguardia muchas veces», y que ya hay clásicos españoles en la literatura infantil y juvenil como «Juan Farias, Xavier Docampo o Alfredo Gómez Cerdá». En cuanto a la relación con la ilustración, «hay labores de aliño que no aportan nada al texto y otras que te permite trabajar juntos. Por ejemplo. yo lo he hecho con Noemí Villamuza en 'El bosque encantado' (Macmillan) y gracias as sus sugerencias, hice cambios con resultado dichoso».
Con la ilustradora palentina ha vuelto a trabajar en 'Un ángel travieso', de Narval, que se publicará en breve. En esta misma editorial publicará una secuela de 'El bosque encantado', que homenajeará a las manos y estará ilustrado por Patricio Metola. 'Cómo como' será un libro sobre la gastronomía con poemas que se acercan a platos como la tortilla, la paella o la figura de la abuela en los fogones desde el punto de vista afectivo.
Y antes de cerrar el año Macmillan publicará 'El ladrón de caballos', «un libro tierno -dice su autor-, homenaje a un abuelo que tiene la fijación de hacer volar a un caballo en una playa del Cantábrico
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