miércoles, 30 de marzo de 2011

Etimología de ‘entusiasmo’

22 de marzo de 2011


El sustantivo entusiasmo procede del griego enthousiasmós, que viene a significar etimológicamente algo así como ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’.
En efecto, el sustantivo griego está formado sobre la preposición en y el sustantivo theós ‘dios’. La idea que hay detrás es que cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo es un dios el que entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse, como les ocurría —creían los griegos— a los poetas, los profetas y los enamorados.
Todos ellos estaban poseídos por la divinidad y por ello merecían respeto y admiración, pues llegaban a alturas que no podían ni siquiera vislumbrar las gentes de a pie, por no decir pedestres.

Los mejores libros del año (Babelia)

Los autores de Los mejores libros de 2010 de Babelia, según 55 críticos y periodistas de la revista literaria y cultural de EL PAÍS son: Coetzee, Yeats, Piglia, Vargas Llosa, Guelbenzu, Talese, Judt, Vila-Matas, Pacheco, Zambrano, Giralt y Lahiri.
Las memorias y autobiografías noveladas son la gran revelación del año. El ensayo y la poesía vuelven a eclipsar el dominio de la novela. Los encuestados citaron más de 250 títulos y entre los veinte primeros la mitad son autores en español.

Poema "Real Madrid" de Luis García Montero

A veces las infancias escapan de sí mismas
y corren por la lluvia como en fuera de juego
sin oír las sirenas de los árbitros.

Es verdad que son mares en un vaso de agua,
pero hay olas que tienen esa espuma
de las alineaciones,
paraísos que aguardan los despachos
del último minuto
o días que amanecen
con la tranquilidad de un tres a cero,
de un cinco a cero en punto de la tarde.

Por lo demás también hay labios
en el extremo izquierdo del domingo,
lesiones en las dudas del mañana,
pasados que regresan
igual que una llamada de teléfono.
- ¿Y lo de ayer? Sonríe la memoria
cuando parece amiga del equipo contrario.

Las verdades del área,
con sus rayas de fría matemática,
son ardientes amores de ficción
en manos de un penalti.

Por eso saben mucho
de la felicidad y la belleza.

No conviene que demos a estas cosas
un valor excesivo.
Son noventa minutos en un vaso de agua.
Pero a mí me han quitado muchas veces la sed.

(extraído de la publicación "Infancia" de Luis García Montero y editado por el Centro Cultural "Generación del 27", pág. 35 y 36, Málaga, 2006. Publicaciones de la Antigua Imprenta Sur)

lunes, 28 de marzo de 2011

Entrevista: La ilusión y el sentimiento del fútbol a través de los versos de Luis García Montero


Patricia Alcubilla

“… son noventa minutos en un vaso de agua. Pero a mí me han quitado muchas veces la sed”. Así termina “Real Madrid”, el poema que Luís García Montero, premio Nacional de Poesía en 1995, ha dedicado al conjunto blanco dentro de su libro “Infancia”. Este magnífico poeta, es un acérrimo seguidor del Real Madrid, al que acude a ver puntual todos los fines de semana en el Estadio Santiago Bernabéu. Es, además, un vivo ejemplo de la relación histórica entre fútbol y literatura, la unión sobre la que intenta llamar la atención el Real Madrid a través de su Causa Justa de febrero, en la que se trata de fomentar la lectura infantil. De hecho, el autor, que próximamente va a presentar su nuevo libro “Vista Cansada”, publicó en 1999 sus “Lecciones de poesía para niños inquietos”, en las que, a través de conceptos deportivos, invitaba a los más pequeños a aprender a disfrutar de la literatura.
¿Desde cuándo es Luis García Montero seguidor del Real Madrid?
Soy del Madrid porque mi padre ya lo era. Creo que las pasiones deportivas se heredan. Recuerdo desde niño estar atento a la televisión, viendo jugar al Real Madrid. Eso de que los equipos son más que un club me parece algo muy solemne. Uno debe ser del equipo del que era su padre y yo soy del Madrid porque mi padre lo era.
Después de tantos años como madridista, imagino que tendrá muchos recuerdos relacionados con este equipo.
Tengo recuerdos muy buenos de los momentos felices, por ejemplo, cuando gana, pero también algún mal rato, pero no porque pierda el equipo, sino porque la pasión deportiva me ha jugado alguna que otra mala pasada. Recuerdo una del año pasado: se estrenaba en Granada una Sinfonía dedicada a la ciudad y a mí me habían pedido la letra como poeta. Lorenzo Palomo, el compositor de la Sinfonía, me pidió que el primer fragmento de la misma la recitara yo con la orquesta sinfónica de la ciudad, pero con la mala suerte que todo esto fue el domingo siguiente a que el Real Madrid jugara el año pasado en Zaragoza. En ese minuto en el que marcó el Madrid y empató el Espanyol di tal grito que a la mañana siguiente estaba afónico y no pude recitar la sinfonía que había estado ensayando tanto tiempo. Ese es el último mal recuerdo que me ha dejado el fútbol. Sin embargo, tengo muchos buenos recuerdos, de infancia, de familia o con mi hija disfrutando con el Real Madrid.

¿Por qué se decidió a escribir este poema en honor a tu Real Madrid?
El poema es una reivindicación del fútbol en general y un canto a mi equipo. Me interesaba dedicarle un poema al fútbol en un libro de poemas, porque durante un tiempo se heredó la idea de que el fútbol y los intelectuales estaban reñidos. Sin embargo, yo recuerdo importantes poemas de Bertolt Brecht o Rafael Alberti y cómo, en la época de la vanguardia, el deporte, en general, y el fútbol, en particular, significaron una mirada nueva sobre la sociedad. Yo quería reivindicar el fútbol y alejarme de una idea muy rara que hay de los intelectuales, porque éste debe ser una persona que comprenda la sociedad en la que vive, y alejarse de un fenómeno social tan importante como es el fútbol dice muy poco de los intelectuales. Por otro lado, quería dedicarle un poema al Real Madrid porque el fútbol es una parte de la infancia en la que uno no se siente responsable de nada. Sólo quiere con pasión que ganen los suyos. Esa inocencia que se escapa de la infancia con el fútbol me gusta mantenerla. No me siento responsable cuando vengo al campo y quiero que gane mi equipo. Me apasiono y eso se lo agradezco al fútbol.

En él dice que el fútbol es como un vaso de agua, pero que, le ha quitado muchas veces la sed.
Es verdad. Como decía Eduardo Galeano, el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes. En la vida hay cosas decisivas, pero dentro de lo que no lo es, el fútbol ha sido importante en mi vida, me ha dado alegrías y malos ratos; me acompaña en las tardes de los sábados y domingos desde que era niño; y es una felicidad en un vaso de agua porque uno no se juega la vida en un partido de fútbol pero ese vaso me quita la sed todos los fines de semana.
Tuvo mucho que ver para escribir este poema el que en su día, Alberti escribió a Platko
Rafael Alberti era muy amigo de José María Cossío, que en 1928 era Presidente del Racing de Santander. Estando Alberti con él se disputó en El Sardinero la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y la Real Sociedad. Alberti fue al campo y se quedó impresionado, sobre todo, con Platko, que tuvo una actuación excelente, pero se dio un golpe y, aun así, volvió a salir lesionado. Se convirtió, de este modo, en el artífice de esa victoria. Cuando hice mi tesis doctoral sobre Alberti, me di cuenta que Alberti, en ese poema estaba anticipando las crónicas deportivas.

Cuando se sentó a escribir el poema, ¿qué recuerdos o sentimientos te vinieron a la mente?.
El poema está publicado en un libro que se llama Infancia y yo quise cerrar el libro con ese poema porque, para mi, el fútbol es la parte de la infancia que se ha escapado y que me acompaña como hombre maduro. El fútbol tiene mucho que ver con la ilusión y yo quería contar eso. Cómo la ilusión se mezcla con nuestra vida. Hay versos que recuerdan esa sensación que tenemos los aficionados los lunes por la mañana cuando ha perdido tu equipo y llegas al despacho sabiendo que te van a preguntar “¿qué pasó ayer?”. He utilizado las metáforas del fútbol para hablar de la vida porque el fútbol es como el resumen, en noventa minutos, de las cosas que ocurren en la vida. El fútbol nos permite ajustar cuentas con la realidad. Me explico: cuando yo era niño empecé a escribir poemas casi al mismo tiempo que jugaba en casa de mis padres a inventarme partidos de fútbol. La literatura tiene mucho que ver con un ajuste de cuentas con la realidad. Hay cosas que te gustas y tú las imaginas o cosas que no te gustan e imaginas cómo deberían ser. Del mismo modo, yo de pequeño me imaginaba un partido y cuando tiraba en nombre de Gento tiraba con más cuidado que cuando lo hacía en nombre de cualquier otro jugador y acababa siempre ganando, cuando en la realidad no se gana siempre…La literatura, como ejercicio de imaginación, es igual, uno quiere ajustar cuentas con la realidad y quiere cambiar lo que no te gusta. La imaginación te ayuda a saber cómo te gustaría que fuera la realidad y el fútbol tiene mucho que ver con eso. Esto es lo que quería contar en mi poema.

Comenta en el poema la tranquilidad que da terminar un encuentro con tres a cero. ¿Cómo son los partidos de Luis García Montero cuando pierde o gana el Real Madrid?
Me pongo nervioso en los partidos. Yo disfruto del fútbol cuando llevamos dos goles de ventaja. A mi me gusta que los equipos jueguen bien, creo que deben tener su propia identidad. Eso lo tiene el Madrid. Nosotros en el campo somos muy exigentes porque estamos acostumbrados a ver buen fútbol. En ese sentido, el Madrid que se encierra no me gusta, pero hasta que el partido no está encarado y llevamos varios goles de ventaja yo no veo el partido tranquilamente.
Habla también de la belleza y felicidad, ¿prefiere ver un buen partido, aunque se pierda o busca el resultado por encima de todo?
Prefiero ver un buen partido en el que gane mi equipo y creo que esa es la identidad del Real Madrid. Aunque cuando salgo del campo prefiero llevarme los tres puntos, no me consuela el haber hecho un buen partido, si perdemos. Tengo alma de forofo, aunque, a la hora de planificar un equipo, sea partidario de ver un partido creativo.

Hay mucha relación entre el fútbol y la literatura. ¿Quién sería para usted un poeta del balón?
En este momento, Guti. Agradezco sus jugadas y pases y hay veces que no hace falta jugar bien al fútbol para marcar el ritmo del partido y levantar al campo. Hace que el campo se anime y levanta la moral. Pero aquí he visto muy buen fútbol. Recuerdo, por ejemplo, a Michel, Martín Vázquez o Zidane, pero, de entre todos estos poetas, me quedo con Guti.
¿En qué más se parecen el fútbol y la literatura?
Hay mucha relación. Por ejemplo, cuando alguien habla de leer el partido y es que, los partidos se leen. En un momento determinado saben algunos jugadores lo que le conviene al equipo, cómo se puede abrir el partido y cómo se pueden crear situaciones. Son estos jugadores a los que más relaciono con la literatura. Eso de que fútbol y literatura no están relacionados no es verdad. Yo tengo muchos amigos, escritores, editores… y discutimos de fútbol. Me parece importante y es que la creación es ilusión, imaginación y deseo y todas esas cosas se dan desde muy pequeños en el fútbol. La gente que quiere encerrarse en una torre de marfil y que cree que la cultura no tiene relación con el gusto de la gente, me preocupa. Habla peor de la cultura que del fútbol.
¿El Bernabéu tiene poesía?
En este estadio hay mucha poesía, se ha jugado muy bien al fútbol desde hace mucho tiempo. Me gusta cuando me cuentan historias, emociones, sentimientos que han pasado aquí y eso tiene que ver mucho con la poesía, porque la poesía es sentimiento. La última Copa de Europa que ganamos, por ejemplo, llamé a mi hija y ésta empezó a hablarme ronca porque de gritar había perdido la voz y yo recordé la cantidad de veces que había perdido la voz gritando en casa. Eso es la emoción. Yo escribí en ese momento y al ver emocionada a mi hija que a ver cuándo ganábamos la siguiente.

¿Cómo definiría al Real Madrid en un verso?
Resumir al Real Madrid en un verso es difícil, pero sería “El corazón blanco”.

Si el Real Madrid fuera un libro, ¿cuál sería?
Sería un poema y una novela. Un poema por la provocación inmediata de emociones. En ese sentido, me acuerdo del libro de Cernuda, “Realidad o Deseo”, porque el fútbol es un diálogo entre la realidad y el deseo. En cuanto a la novela, sería una con mucha historia y tradición. En este aspecto, me voy al Quijote.

¿Qué es más placentero: un buen libro o un buen partido?
Las dos cosas son emociones distintas y no están regañadas. Yo al campo vengo a disfrutar, animar, gritar y en casa dedico mucho tiempo a la lectura y no son incompatibles. Se puede ser aficionado al fútbol y a la lectura.

¿El fútbol es sólo deporte o tiene algo de arte?
El fútbol es un deporte, es un negocio, pero tiene algo de belleza. Siempre lo comparo con el arte porque el arte nos enseña las reglas de juego de la vida. Si uno comprende lo que significa el amor, el odio, la muerte o la relación con los demás, uno vive la vida más intensamente y las reglas nos las enseña el arte. Y eso ocurre también con el deporte, porque el que conozca las reglas del fútbol disfruta mucho del espectáculo que ve y puede apreciar la belleza del fútbol.

¿A qué jugador o a qué momento que ha vivido en un Estadio le dedicaría un poema?.
Se lo dedicaría a Zidane. Hablaría de esa volea fabulosa que enganchó en la final de la Copa de Europa. Si tuviera que hablar de mi infancia, hablaría de Gento. Era otra manera de entender el fútbol y recuerdo sus galopadas por la banda, tras las cuales acudía al remate él mismo.

¿Qué le parece que el Real Madrid haga este tipo de iniciativas?
Muy importante. Los clubes saben la repercusión que tienen, sobre todo, sobre los niños. Si utilizan esa repercusión para que se compren la camiseta o para defender causas justas, creo que estamos cumpliendo una labor social muy importante. Yo lo agradezco porque se suele decir que nunca se interesan por temas sociales. El que conoce esto sabe que no es así y ahora, gracias a estas iniciativas, se sabe que el Real Madrid defiende la lectura o la integración de los inmigrantes.

Porque la falta de lectura entre los más pequeños es un problema preocupante
Sí, pero todavía los niños leen algo, pero cuando son adolescentes ya no leen nada. A veces se recupera ese placer y, por eso, es muy importante hacer esta labor educativa con la infancia. Nos conviene a todos formar a los niños durante su infancia, pero si queremos evitar la violencia del fútbol, que no se identifique nuestro deporte con la violencia, tenemos que educar ciudadanos. Eso se hace en la escuela y en las edades a las que va dirigido este proyecto en pos de la lectura infantil.

FUERA DE JUEGO "El fútbol es una religión laica"



JUAN CRUZ

EL PAÍS  -  Deportes - 28-03-2011


Peruano de la misma patria que el legendario Hugo Sotil (un gran futbolista del Barça), Mario Vargas Llosa no nació para practicar deportes, pero cree que un escritor es "como un deportista, se construye con disciplina y con terquedad".
No practica, pero antes de ponerse a escribir, cada mañana del año, esté donde esté, el premio Nobel de Literatura de 2010 sale con su mujer, Patricia, y con los amigos que le hayan ido a visitar a correr por los parques que tenga a mano. En Lima, donde está ahora, corre por las cercanías de su casa, en Barranco; en Madrid conocen sus pisadas las baldosas del templo de Debod; en Nueva York, cuando le dieron la noticia del Nobel, en la madrugada americana, no perdonó el rato de sus correrías y se fue por Central Park a conceder entrevistas a los ávidos reporteros de la televisión sueca que le asaltaron en el vestíbulo del edificio donde tenía su apartamento. Hoy (como su colega el español Julio Llamazares) cumple años; él llega a los 75 y sigue corriendo. Quizá, porque siempre ha corrido. "Con disciplina y con terquedad". De resto, ningún deporte; de chico, cuando era como los amigos de sus primeros cuentos, fue muy feliz cuando le llevaron a jugar "con los muchachos de la U", el Universitario de Deportes, de Lima, su equipo de grandes también, "a jugar al fútbol". La U le dedicó un homenaje cuando le dieron el Nobel. "Fue muy emocionante: me pusieron a hacer el saque de honor y tuve que dar un discurso en el que dije lo que siento, que la U no es solo un equipo de fútbol: es una leyenda". Como el Madrid. Para él, que vivió en Barcelona, donde nació su hija Morgana (es del Barça): "El Madrid es el equipo español que me atrajo". En medio de aquel color gris de la vida bajo Franco, "el fútbol era de las pocas cosas que se podían ver sin tanta presión como la que se vivía en las calles" y el fútbol, entonces, en la capital, era el Madrid. Así que Mario Vargas Llosa fue blanco entonces y es tan blanco ahora que el club le ha conferido algunos honores académicos, pero uno, sobre todo, que le resulta tan emocionante como si hubiera marcado un gol junto a Alfredo Di Stéfano. Cuando le dieron el Nobel, la noche anterior a su viaje a Estocolmo, fue al Madrid-Valencia "a ejercer el honor del saque de centro"; allí lo saludó el capitán, Casillas, y solo el frío le heló tanto como la sensación que sintió ante el graderío. Jorge Valdano, el director general del equipo de Vargas Llosa, acuñó la expresión "miedo escénico" para referirse a lo que pasa allá, dentro del césped, en ese punto fatídico. "Es una experiencia exaltante y terrorífica. Estar en el centro del estadio del Madrid, con las tribunas absolutamente abarrotadas, exaltadas, te da la impresión de lo que debieron de ser los circos romanos. El jugador, que es aplaudido o vilipendiado por esa multitud gigantesca, vive esa psicología de masas... ¡Debe de ser estremecedor! Pues sí, es como una enorme responsabilidad, estar allí, ante miles de ojos, delante de la pelota. No conozco un espectáculo que nos conecte más con los grandes espectáculos de masas más primitivos: los circos romanos, los grandes movimientos de masas de los pueblos primitivos, cuando creían que los grandes terremotos eran castigos divinos... ". Es un misterio lo que encierra la pasión por el fútbol, en España y en el mundo. Él cree que "el fútbol es una religión laica; antes, solo las religiones convocaban esa especie de manifestación irracional, colectiva; hoy en día, eso que antes era prototípico de la religión es la religión laica de nuestro tiempo", desata pasiones y fanatismos. "Una irracionalidad a flor de piel que a la corta o a la larga genera violencia. Un deporte que es apasionante, a mí me apasiona desde niño, pero que al mismo tiempo genera actitudes de desfogue que uno ni se imagina que pueden suceder... ¡Espero que jamás lleguen mis exabruptos en el graderío!". Se siente tan del Madrid, de lo que supone este equipo en la historia, que algunos de sus amigos lo han visto indagar, en los lugares más insospechados, sobre los sitios donde pudiera contemplar tanto los partidos grandes como los partidos chicos. Y se exalta o se deprime como los aficionados fieles. Entre esos honores que le ha dado la vida, antes y después del Nobel, hay uno en particular, el marquesado que le otorgó la Corona española al mismo tiempo que a Vicente del Bosque, el seleccionador español de fútbol. "Claro que fue un honor. Le ha dado un premio tan importante al fútbol español... Y es una persona que me inspira tanto respeto... Es un hombre que no ha perdido la sencillez, la modestia. Así que he considerado un honor haber compartido con él ese reconocimiento".




Las gestas y los honores
- ¿Una gesta reciente
que le haya emocionado?
El triunfo de España
en el Mundial de fútbol.
Fue un espectáculo exultante.
Había tanta dificultad
que la victoria se disfrutó aún más.
- ¿Una gesta peruana?
No la viví, pero el gran gol
de Lolo Fernández al frente
del equipo de Perú en los Juegos Olímpicos de Berlín resulta algo inolvidable para cualquier peruano.
- ¿Y una gesta del Madrid?
Cuando fui a hacer el saque de honor, antes de recibir el Nobel,
me enseñaron las nueve copas.
Es emocionante
estar delante de esa historia.
- ¿Un momento emocionante relacionado con el fútbol?
Cuando mi equipo peruano, la U [Universitario de Deportes, de Lima], me llevó a rendirme
un homenaje en medio
de la cancha y tuve que hacer un discurso sobre
la leyenda que representa.

Análisis sintáctico de subordinadas adverbiales

Señala las proposiciones que forman parte de cada una de las oraciones, identifica en cada caso la proposición subordinada adverbial, y señala de qué tipo de subordinada adverbial se trata.








Jaime ha pasado el examen como ha podido.

La perdiz hacía como que no podía volar.

Te veré donde solíamos quedar.

Llegaré a la reunión no bien me lo permitan mis obligaciones.

El secuestro ocurrió hace ya treinta días.

Estaba como si le hubieran clavado banderillas negras.

No lo hemos visto por donde suele hacer su paseo diario.

Se quedó callado, como para concentrarse mejor.

Caminaba alegre por la calle, sonriendo con una expresión feliz.

Todavía hay disturbios por ahí, así que sé prudente.

Era tal su mal genio que todos sus amigos acabaron por apartarse de él.

Su casa es tal como yo me la había imaginado.

En el examen de conducir Etelvina se portó mucho mejor de lo que tú creías.

Tiene tanto cuanto quiere.

Esther come que da gozo verla.

Felicia come menos que un pajarito.

Lo escrito, escrito está; así pues, obedece.

Remigio sabe más que Einstein

La comunidad de propietarios rechazó mi propuesta y por consiguiente me marcho.

Eres más tonto que el que asó la manteca.

Eres tan tonto que serías capaz de asar la manteca.

Tú lo quisiste así, carga ahora con las consecuencias.

Estudia y el día de mañana llegarás a ser algo en la vida.

Aun habiendo tanta gente por la calle, el asesino consiguió escapar.

Te escucharé siempre que no tardes mucho.

Vete a tu casa, mamón, a que te frían un huevo, o voy a partirte la cara.

Como nadie me vio, pude colarme en la sala.

Con ser Estefanía tan remilgada, a los chicos les gusta.

Lo metieron en la cárcel por robar un saco de harina.

Una vez decidida la acción, no puedes rajarte.

No dije nada a la policía, con objeto de proteger a Julián.

Como me toque la lotería, dejo este cochino curro inmediatamente.

Como quiera que se había hecho tarde, decidieron pasar la noche en la cueva.

Cuando Marta lo asegura tan convencida, poderosas razones tendrá.

Habiendo estudiado a fondo el tema, no tengo miedo en presentar mi informe.

Me escucharás hasta el final, mal que te pese.

Los chicos bailaban para divertirse.

Siendo así las cosas, no tendremos ningún problema.

De haberme enterado de esta noticia, te la hubiera contado antes.

De tanto hablar se le quebró la voz.

No me haré miembro de ese partido así me aspen.

Os repetiré la definición por si no la habéis entendido.

Espérame, cariño, que ya voy.

Me enviaron a Tours, en Francia, a estudiar el proceso de embotado de la fresa.

Invertiré mucho dinero con tal de que me aseguren rápidos beneficios.

Vendrás a mi casa, quieras que no

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Ejercicio interactivo: Determina la clase y la función sintáctica de las proposiciones subordinadas de las oraciones siguientes

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sábado, 26 de marzo de 2011

De la posguerra a la generación X

Abecedario de los últimos 70 años de la literatura en España. Ese es el periodo que cubre el nuevo volumen del proyecto Historia de la literatura española. Derrota y restitución de la modernidad: 1939-2010

AGENTES LITERARIOS
Figuras poco o nada presentes en sistemas literarios vecinos como el francés, en España se han convertido hoy en imprescindibles, más desde la concentración e industrialización del sector, donde ahora ejercen funciones de editores al estilo anglosajón ante los originales de sus representados. Su génesis está en 1959, cuando Carmen Balcells, tras cinco años en la agencia Acer, del también escritor rumano Vintila Horia, creó su empresa en Barcelona. Luis Goytisolo fue el primer autor español al que representó. Estipular límites a los contratos que firmaban los autores, rescatar derechos cautivos y mejorar su tratamiento fiscal fueron sus grandes aportaciones al ecosistema libresco. Ella es también la causa de la instalación de autores del Boom latinoamericano (Vargas Llosa, García Márquez...) en Barcelona. Tras su estela han surgido nombres tan notables como los de Antonia Kerrigan, Mercedes Casanovas, Raquel de la Concha, Silvia Bastos, Mónica Martín, Anna Soler-Pont
..., sin las cuales tampoco podría entenderse la mayor exportación de autores españoles y la plasmación en los medios audiovisuales de sus obras. En 2006 se creó la asociación de agentes literarios (ADAL), con una treintena de afiliados.Carles Geli
BENET, JUAN
Su obra puso patas arriba la literatura española de su época. Vino a decir que no importaba tanto la anécdota ni el compromiso de transformar el mundo, tampoco la habilidad o el ingenio para armar una trama o la verosimilitud de los personajes. Todo eso podía servir, claro, pero el desafío era otro. Así que construyó un estilo, hecho de una sobria elegancia, y desplegó un territorio, el de Región, para dejar que su voz penetrara en los secretos de los paisajes, en las entrañas de los hombres y mujeres que pueblan sus libros y, en muchos casos, en la Guerra Civil. No hizo ninguna concesión: "Si el escritor para escribir tiene que matar al público, que lo mate", dijo alguna vez. Recogió las técnicas más sofisticadas de algunos de los mejores de fuera (Conrad, Faulkner, Joyce) y eso le sirvió para alejar a la literatura española de su provincianismo. José Andrés Rojo
BOOM
Fue una gran luz en las sombras del franquismo, que habría de irradiar e insuflar más vida a la literatura. A finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, América Latina ofrecía una gran vitalidad literaria y editorial, y algunos de los libros que no se editaban en España se hacían en Argentina o México, y luego llegaban al país. A su vez, jóvenes autores latinoamericanos exploraban nuevas formas literarias y daban un salto estético que habría de cambiar a los escritores y a los lectores. Varios de estos autores habían emigrado a Europa por diferentes motivos (trabajos, huyendo de sus propias dictaduras, estudios, etcétera). Introdujeron nuevos aires, redescubrieron las posibilidades del idioma e influyeron en la narrativa más contemporánea. Entre ellos, títulos como Los premios y Rayuela, del argentino Julio Cortázar. La ciudad y los perros, del peruano Mario Vargas Llosa, premio Biblioteca Breve en 1962, al que siguieron La casa verde y Conversación en La Catedral. Entremedias apareció Tres tristes tigres, del cubano Guillermo Cabrera Infante; El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez; La región más transparente o La muerte de Artemio Cruz, del mexicano Carlos Fuentes. Una literatura que rompió moldes y enseñó a perder el miedo a la innovación. Winston Manrique Sabogal
CENSURA
La censura fue el instrumento más coactivo de vigilancia ideológica sobre la libertad de creación. Las bibliotecas fueron depuradas, en algunos casos, mediante la salvaje quema de libros para impedir la "exposición de ideas disolventes, conceptos inmorales, propaganda de ideas marxistas, y todo lo que signifique falta de respeto a la dignidad de nuestro glorioso Ejército, atentado a la unidad de la patria, menosprecio de la religión católica y de todo cuanto se oponga al significado y fines de nuestra gran cruzada nacional", según una orden del 16 de septiembre 1937 del bando sublevado. Un decreto dictado en Burgos en 1938 restringe de manera provisional la libertad de prensa, los libros pornográficos y la literatura "socialista, comunista, libertaria y, en general, disolvente". Esta provisionalidad duró hasta 1966, cuando se promulgó la Ley de Prensa de Fraga Iribarne. Y fue peor: ya no se requería depósito previo, pero se podían secuestrar tiradas enteras de libros. Los censores no fueron únicamente funcionarios. Escritores como Camilo José Cela, Leopoldo Panero, Darío Fernández Flórez estaban en la nómina. Curiosamente, Panero fue uno de los censores de La colmena, de Cela. Rosa Mora
CERVANTES, PREMIO
Es la mejor conexión con el buen momento literario que suspendió la Guerra Civil en 1936. La más alta distinción a los mejores escritores en lengua española. Otorgado desde 1976 por el Ministerio de Cultura, pero a propuesta de las Academias de la Lengua de los países de habla hispana, se ha convertido en el mejor y más decisivo sistema desde la democracia para promover y difundir el conocimiento de autores hispanohablantes de primer nivel, introduciendo además a los elegidos y sus obras en el circuito de un cierto conocimiento (por la exposición a los medios de comunicación) y consumo popular que, sin este premio, suelen estar en ámbitos más minoritarios. Desde Jorge Guillén (1976) a Ana María Matute (2010), pasando por narradores como Gonzalo Torrente Ballester, Francisco Ayala, Miguel Delibes o José Jiménez Lozano; y un buen número de poetas como Gerardo Diego, Rafael Alberti, José Hierro, Luis Rosales y Antonio Gamoneda. El galardón, que podría bautizarse como el Nobel de las letras castellanas, ha jugado con sutileza a la geoestrategia entre el mundo hispano, concediendo casi tantos galardones a autores españoles (19) como al resto de escritores de los otros países (17), entre los que figuran Alejo Carpentier (1977), Jorge Luis Borges (1979), Mario Vargas Llosa (1994), Álvaro Mutis (2005), Juan Gelman (2007) y José Emilio Pacheco (2009). Carles Geli
DIOSAS BLANCAS
El hecho de que haya solo dos escritoras españolas (María Zambrano y Ana María Matute) en el palmarés del Premio Cervantes da una idea de cómo están las cosas. O de cómo han estado. Igual que hay muchas mujeres en el mundo laboral pero pocas en la dirección de las empresas, hay muchas autoras en las librerías pero menos en la historia de la literatura. Fruto del progreso, su número crece a medida que nos acercamos al presente. Ahí está, en pie de igualdad, la obra de las dos citadas y la de Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Gloria Fuertes, María Victoria Atencia, Julia Uceda, Clara Janés, Esther Tusquets, Ana María Moix, Olvido García Valdés, Blanca Andreu, Cristina Fernández Cubas, Soledad Puértolas, Rosa Montero, Almudena Grandes, Elvira Lindo o Belén Gopegui. En 1985, Ramón Buenaventura publicó en Hiperión una antología de poesía escrita por mujeres que fue un pequeño hito. Se titulaba, con ecos de Robert Graves, Las diosas blancas. Javier Rodríguez Marcosi
EXILIO
1939, la guerra ha terminado. Y al exilio salieron muchos de los mejores. Antonio Machado y Manuel Azaña, ese hombre de letras que presidió la República, murieron enseguida. Otros sobrevivieron y fueron encontrando acomodo en distintos lugares: Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez, Max Aub, Francisco Ayala, José Gaos y tantos y tantos más. A la dictadura franquista no le gustaban ni el espíritu crítico ni la independencia, y la originalidad le producía urticaria: así que combatió todo eso. A los que estuvieron fuera les tocó conservar esa manera de ver el mundo que combatieron la Iglesia y los militares: abierta, sin ataduras, curiosa, emprendedora. Los exiliados fueron perdiendo el hilo con su país, porque el régimen les volvió la espalda, así que se hicieron suyos los países adonde llegaron y dejaron allí lo mejor de sí mismos. España rescató a algunos al llegar la democracia; a otros, los perdió definitivamente. J. A. Rojo
FALANGE
La escritura de Falange fue literariamente pobre y no surgió ningún gran escritor, aunque sí trayectorias intelectuales y algunos libros estimables. Autores como Giménez Caballero (Genio de España) o Sánchez Mazas (La nueva vida de Pedrito Andía) ya eran fascistas antes de la guerra. Los adscritos al falangismo, como Laín Entralgo, Torrente Ballester, Dionisio Ridruejo, Rafael García Serrano o Álvaro Cunqueiro, entre otros, pudieron tener actividad pública en aquel sombrío periodo. Pero pronto vieron la pobreza de un sistema que dejó de ser estimulante incluso para ellos mismos. Agustín de Foxá se hizo popular con Madrid, de corte a checa y Ernesto Giménez Caballero no recuperó después de la guerra la brillantez ni la imaginación que lo habían convertido en el ideólogo perfecto. La Falange juvenil, retadora y chulesca, de culto al héroe, encontró a su mejor portavoz en Rafael García Serrano (Eugenio o la proclamación de la primavera o La fiel infantería).
R. Mora
GENERACIONES
A nadie le convence la teoría de las generaciones pero todo el mundo la usa. "Para entendernos". Consagradísima la del 27, la otra gran generación clásica del siglo XX es la del 50, la de los niños de la guerra -de Marsé a Gil de Biedma, para entendernos-. El problema no es qué fechas usar como límite generacional sino qué nombres poner en juego sin ser injustos. Contra el riesgo de que la moda descubra una generación cada otoño-invierno y de que la desmemoria piense que solo cuentan los jóvenes, basta recordar que a la altura de, pongamos, 1987, Rafael Alberti (nacido en 1902) convivía con Cela, Matute, Carlos Bousoño, José Hierro, Eduardo Mendoza, Luis García Montero o Luisa Castro (nacida en 1966).
J. Rodríguez Marcos
GUERRA CIVIL
El primer rastro literario de la contienda es duro: Agustín de Foxá y su Madrid, de corte a checa, y Rafael García Serrano, con La fiel infantería, son las tristemente mejores (desde lo estético) reacciones de primera hora de los vencedores, obras cargadas de descripciones ofensivas contra la República, panfletos justificativos del alzamiento, desafiantes, violentas, de ideales mesiánicos. Un paso adelante será el que representarán Miguel Delibes (Cinco horas con Mario, 1966) y Camilo José Cela (San Camilo, 1936, 1969), primera recapitulación de la victoria y donde los propios vencedores empiezan a purgar las culpas de su actitud. Un paso más: El tragaluz (1967), de Antonio Buero Vallejo, o Volverás a Región (1967), de Juan Benet, o Si te dicen que caí (1973), de Juan Marsé, muestran una posguerra que es aún estar en guerra. Habrá que esperar hasta Javier Marías (Tu rostro mañana, 2002-2007) y a Javier Cercas (Soldados de Salamina, 2004) para hallar una narrativa que no sea novela de propaganda de defensa del vencido: ya se sabe que ganaron los que perdieron, ahora se medita desde la voluntad del nieto: comprender por qué hizo lo que hizo quien en realidad no ganó. Lo había prefigurado ya, desde 1986, Antonio Muñoz Molina con su Beatus Ille y lo ha mantenido hasta hoy, con La noche de los tiempos (2009): la sublevación moral contra el abuso de la historia de la Guerra Civil como contaron los vencedores. Por ahí, por el rescate del olvido que hacen los nietos, va también Almudena Grandes en esta especie de Episodios Nacionales en seis entregas sobre la guerra que ha empezado con Inés y la alegría (2010).C. Geli
HETERODOXOS
La literatura española está llena de tipos que se apartaron de las normas. Ramón Gómez de la Serna se inventó las greguerías y estuvo lleno de rarezas. La heterodoxia viene desde el Siglo de Oro, donde muchos se apartaron de lo establecido para conquistar su verdad. Bien visto, los mayores heterodoxos del siglo XX fueron los autores de la generación del 50: fueron libres, brillantes, talentosos y consiguieron disfrutar de los placeres de la vida en la España gris de la dictadura, que consagró el miedo como norma y la mediocridad como modelo. El cuento, pues, es largo: ahí están los experimentos de Aliocha Coll o Julián Ríos, o Enrique Vila-Matas, que se apartó con sus prosas de lo previsible, o los poetas Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Scala y Eduardo Cirlot, inclasificables siempre, o Pedro Casariego Córdoba, que exploró las formas más diversas para decir, por ejemplo, que la vida puede ser una lata. J. A. Rojo
INTÉRPRETES
Al teatro le ha tocado siempre llevarse los conflictos del presente a un escenario para propiciar una respuesta del público: la crítica al mundo, la identificación con los personajes y sus problemas, la emoción lírica, la risa que hace añicos la realidad, el escapismo. Antonio Buero Vallejo se ocupó de los grises avatares de la dictadura y Alfonso Sastre quiso desenmascarar críticamente al régimen. Otros, como Miguel Mihura o Enrique Jardiel Poncela, procuraron sortear la tristeza de una época mediante el humor. Fernando Arrabal irrumpió para trastocar las reglas de juego y forzar los límites, y Francisco Nieva inventó figuras extremas y distorsionadas para reflejar una época concreta. Miguel Romero Esteo o Luis Riaza ensayaron la mezcla de vanguardia y compromiso. Y luego vinieron José Luis Alonso de Santos, José Sánchez Sinisterra o Fermín Cabal para dar cuenta de una España que cambiaba. Hasta hoy, donde las propuestas se abren en múltiples direcciones. J. A. Rojo
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Murió en el exilio en 1958, dos años después de obtener el Premio Nobel. Fue el único maestro de la poesía española moderna que vivió la posguerra (Unamuno murió en 1936 y Antonio Machado, en 1939). Del modernismo a la metafísica pasando por el simbolismo, la poesía pura, JRJ fue, él solo, toda una literatura. Influyó en la generación más influyente -la del 27- y su sombra atraviesa todo el siglo XX. La poesía social prefirió mirarse en el espejo de Machado durante el franquismo, pero hoy el autor de La estación total vuelve a ser una referencia y su poema 'Espacio', una composición que muchos sitúan a la altura de La tierra baldía, de T. S. Eliot. J. Rodríguez Marcos
KAFKA
¿Qué hace Kafka en un glosario de literatura española? Certificar que las letras universales también forman parte de un panorama cultural y editorial que en un 30% se nutre de las traducciones. En el último medio siglo, además, se han revisado las viejas versiones de los clásicos (de Shakespeare a Thomas Mann) y se ha normalizado la traducción directa de lenguas como el ruso o el chino, tradicionalmente puenteadas por la vía del francés o el inglés. A todo ello habría que añadir la labor como traductores de novelistas y poetas como José María Valverde, Carmen Martín Gaite, Ángel Crespo, Antonio Colinas, Clara Janés, Javier Marías o Justo Navarro. J. Rodríguez Marcos
LITERATURA
En un poema contra Franco, León Felipe daba por sentado que los exiliados se habían llevado la canción. En parte fue así. Y nada se diga de las literaturas en lengua no castellana, que no tuvieron cauce normalizado hasta el fin de la longa noite de pedra (Ferreiro). En el erial franquista comenzaron a emerger algunos islotes existenciales, en versión espasmódica (Dámaso Alonso) o apagada (Laforet). El agonismo de los cuarenta, que hablaba directamente con Dios o con la Nada, bajó un día de las nubes a la calle. Se inauguraba así el socialrealismo, que a menudo supeditó el arte a su función testimonial. Pero no siempre: en ese tiempo de silencio Martín Santos mostró la inconsecuencia de subvertir el orden con el lenguaje del orden. La literatura del tardofranquismo se sacude el costumbrismo y su dependencia excesiva de la tradición española. Muerto Franco y abolida la censura, no salieron en tropel del armario obras geniales de autores amordazados, como se había supuesto. Viejos o jóvenes, los escritores hubieron de relacionarse con un lector ya no por fuerza cómplice. Al apuntar el tercer milenio, con el lector había cambiado también el entorno de la escritura, y solo parecía quedar en pie aquella pregunta de Sartre: ¿qué es la literatura? Ángel L. Prieto de Paula
MERCADO
La actividad editorial no se detuvo durante la guerra ni en la posguerra. En 1939 llegó a Barcelona con las tropas nacionales un capitán de la Legión, José Manuel Lara, que fundaría con el tiempo el imperio Planeta. En 1944 regresó del exilio el gran editor José Janés y ese mismo año, la editorial Destino, fundada por catalanes de Burgos, creó el Premio Nadal. La editorial se convirtió en la más importante de la posguerra y su premio fue fundamental para dar a conocer autores: Delibes, Sánchez Ferlosio, Matute, Martín Gaite... Bruguera fue refundada y los quioscos se llenaron de colecciones del Oeste (Marcial Lafuente Estefanía o Silver Kane). En los años cincuenta y sesenta surgió un estimulante mercado negro del libro impulsado por las editoriales españolas de América Latina (Losada o Sudamericana). José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo José Ortega, se puso al frente de la editorial Revista de Occidente en 1940 y fundó años más tarde Alianza Editorial. En ella Javier Pradera y Jaime Salinas, que había sido el factótum de Seix Barral, lanzaron la colección El Libro de Bolsillo, que tuvo un éxito arrollador y que se mantiene. Como Austral, de Espasa Calpe, que llegó a vender un millón de ejemplares de la edición en bolsillo del Quijote. Taurus, que habría de ser una de las editoriales más importantes de pensamiento, fue creada en 1955. Ese año, Víctor Seix y Carlos Barral crearon Seix Barral. Una década después llegaron Lumen, Alfaguara (la de las tapas azules) y un poco después Anagrama y Tusquets, todas ellas imprescindibles para la modernización de la España literaria. Los años ochenta fueron los de la concentración. El paradigma es el Grupo Planeta, que hoy es propietario, entre otras editoriales, de Seix Barral, Destino, Crítica, Espasa, Ariel, Minotauro, Temas de Hoy, Backlist, el grupo francés Editis, las cadenas de librerías Casa del Libro y Bertrand, y un largo etcétera. Random House Mondadori agrupa, entre otros sellos, Mondadori, Lumen Grijalbo y Plaza & Janés. El Grupo Santillana posee Alfaguara, Taurus, Aguilar, Suma, Ediciones Generales, Educación y los brasileños Editora Moderna, Editora Objetiva, Editora Fontaner y Uno Educaçao, entre otros. Una de las últimas grandes operaciones es el acuerdo entre Planeta y Enciclopèdia Catalana para quedarse con la veterana Edicions 62. La primera década del siglo XXI está marcada por el contraste entre grandes grupos, editoriales pequeñas-medianas (Pre-Textos, Renacimiento, Quaderns Crema/Acantilado, Páginas de Espuma o DVD) y el florecimiento de pequeñas y combativas editoriales (Minúscula, Periférica, Menoscuarto o Libros del Asteroide, Barril y Barral o Funambulista). España es un país de premios, de premios a obras inéditas y con una calculada estrategia comercial, inaugurada con el Premio Nadal y el Planeta, luego. Ha habido premios fundamentales, como el Biblioteca Breve (Seix Barral) en su primera etapa; y otros más como el Herralde de Novela o el Alfaguara, ahora en su segunda etapa. El Anagrama de Ensayo canalizó el nuevo pensamiento español. En el apartado de memorias y biografías destaca el Premio Comillas, de la editorial Tusquets. En poesía están el Adonais, durante toda la posguerra, y más recientemente el Hiperión y el Loewe. Entre los premios institucionales están los nacionales, los de la Crítica. El debate actual gira en torno al libro electrónico y las futuras formas de lectura. R. Mora
NOBEL
Contraste lacerante entre el momento de amargura en que Juan Ramón Jiménez recibió el Nobel, en 1956, y el jaleado (en España) galardón a Camilo José Cela, en 1989. El poeta de La estación total, En el otro costado o Dios deseante y deseado estaba en el exilio y poco se celebró en España. Su mujer, Zenobia Camprubí, estaba gravemente enferma y murió cuatro días después de que le fuera comunicado el premio. Juan Ramón no le iba a sobrevivir mucho más de un año. Cela, al que muchos aún le recordaban como censor y cuya literatura producía ya un cierto cansancio, lo recibió en olor de multitud. El Nobel le pareció poco y en 1994 ganó el suculento Premio Planeta con La cruz de San Andrés, escrita con ciertas prisas y que fue acusada de plagio. También lo recibió en este periodo el poeta Vicente Aleixandre (1977), que se sumaría a los ya otorgados a José de Echegaray (1904) y Jacinto Benavente (1922). R. Mora
NOVÍSIMOS
Nueve novísimos poetas españoles (1970), de Josep Maria Castellet, nació, como alguna otra antología suya, con cierto aire de provocación. Hecha con el concurso de Pere Gimferrer, incluyó a poetas y memorialistas como Antonio Martínez Sarrión y José María Álvarez; a escritores como Félix de Azúa, Vicente Molina Foix y Ana María Moix, que progresivamente dejaron la poesía; a poetas como Guillermo Carnero y Leopoldo María Panero, y a autores de varios registros, como Manuel Vázquez Montalbán y el propio Gimferrer. El libro es estupendo y da tristeza que algunos autores no continúen escribiendo poesía. Como era de prever, hubo polémica: ¿por qué no estaban José-Miguel Ullán, Clara Janés o Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, por ejemplo? La crítica más articulada llegó del grupo Claraboya (Luis Mateo Díez, Agustín Delgado o José María Merino). De todos modos la generación del setenta -que tuvo su versión narrativa en los primeros libros de José María Guelbenzu, Julián Ríos, Germán Sánchez Espeso, Mariano Antolín Rato- no fue toda tan experimental, ahí están nombres como Eloy Sánchez Rosillo, Miguel D'Ors o Juan Luis Panero. R. Mora
Ñ DE ESPAÑOL
Ha sido la reconquista dentro del universo literario.
Un idioma de mil años cuya presencia e importancia han crecido paralelas a su número de hablantes y a la calidad de su producción literaria. Si en los años sesenta los autores latinoamericanos pusieron en el mapa internacional la literatura en castellano del siglo XX, desde los ochenta esa presencia se ha reafirmado con los nombres surgidos a partir de la llegada de la democracia española a mediados de los setenta. Tras el paréntesis de la dictadura franquista, España empezó a recuperar el gran espíritu y momento creativo que vivió antes de la Guerra Civil, al pasar de las sombras del franquismo a la restitución de la modernidad. La diversidad y pluralidad de la creación literaria en el extranjero, tanto en América Latina como en traducciones, es un reclamo en aumento con nombres como Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Enrique Vila-Matas o Arturo Pérez-Reverte. Dentro del valor literario, también está el comercial y popular que lo ha llevado a entrar en el mercado de los superventas internacionales con escritores como Carlos Ruiz Zafón. W. Manrique Sabogal
OBSERVATORIO
Descifrar el mundo, hacerle las preguntas correctas, expresar de manera adecuada sus derroteros. La distancia de otros tiempos, ese observatorio distante e impoluto, ya casi queda como una referencia inalcanzable: el pensador de nuestro tiempo ha tenido que afanarse con sus ideas en medio de las contradicciones y batirse con las sombras. Algunos han explorado en la tradición filosófica (Emilio Lledó), otros se han mezclado con el arte o la literatura (Rafael Argullol, Félix de Azúa), han sufrido la tentación de la política (Xavier Rubert de Ventós), de las letras o la filología (Claudio Guillén, Francisco Rico) o incluso han pensado a partir de los Beatles (José Luis Pardo). Hay quienes han sido más sistemáticos, como Eugenio Trías, que ha centrado su filosofía en la idea de límite, y quienes han disparado a distintas dianas, como Miguel Morey o José María Ridao. Caminos muy distintos para una riqueza inagotable. J. A. Rojo
POESÍA
P de poesía y también de péndulo. Pintada con brocha gorda, la lírica de la posguerra -"un arma cargada de futuro"- vio cómo, junto al clasicismo oficialista, triunfaba el compromiso social. Sus representantes no siempre estuvieron a la altura de Blas de Otero y Gabriel Celaya y la generación del 50 -Ángel González, José A. Goytisolo- elevó el listón y trufó la ética de estética para dar dignidad al tono conversacional. Alrededor de 1968, los novísimos cambiaron conversación por experimentación hasta que la poesía figurativa de los ochenta -Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes- volvió a poner los pies en la tierra de lo cotidiano. Los poetas de hoy no quieren matar al padre sino comer en la mesa del hermano mayor. Con todo, el péndulo, de vez en cuando, se da un paseo por el ya centenario repertorio de las vanguardias. La actualidad siempre ha sido ecléctica. J. Rodríguez Marcos
POSGUERRA
La posguerra duró 20 años, con dos etapas diferenciadas. La primera se vivió bajo la asfixiante coacción del fascismo nacional católico, una idea dogmática de la hispanidad y un férreo control ideológico, del que ni siquiera pudieron escapar algunos de los vencedores. El objetivo básico fue erradicar las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, el laicismo y restituir el pensamiento de Menéndez Pelayo. La universidad fue descabezada. Como diría tardíamente Pedro Laín Entralgo, se produjo un "atroz desmoche". El proceso de modernización se inició en los años cincuenta. Referentes como Unamuno, Ortega, Baroja, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado se sentían próximos. Carmen Laforet ganó el primer Premio Nadal en 1944 con Nada, y en 1948 Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada. Escritores como Matute, Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Martín Gaite o Valente hablan con un lenguaje nuevo. Josep Maria Castellet publica Notas sobre la literatura española contemporánea en 1955. La larga posguerra tiene muy buenos relatores. Prácticamente toda la obra de Juan Marsé narra la Barcelona derrotada. Si te dicen que caí, Un día volveré, Ronda del Guinardó, El embrujo de Shanghai, Rabos de lagartija y la reciente Caligrafía de los sueños son algunos de sus títulos sobre esos tiempos oscuros. Antonio Rabinad, que mereció un mayor reconocimiento, nos legó dos buenas historias de Barcelona de la posguerra: Los contactos furtivos y Memento mori. Juan Eduardo Zúñiga centra su espléndida trilogía sobre los desastres de la guerra (Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria) en el Madrid republicano de la Guerra Civil, pero también trata la posguerra, tema que aborda en El coral y las aguas, una novela simbólica, de episodios casi independientes. Luis Mateo Díez cuenta la vida en una ciudad de provincias en los años cincuenta en La fuente de la edad.
R. Mora
QUIJOTE
El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha no solo es la obra más importante del español y uno de los libros esenciales de la literatura universal, sino una de las obras con la que permanentemente dialogan los escritores. Acaso por ser una de las cunas de la novela moderna y contener muchas de las claves de la narrativa actual. En estos setenta años su categoría de clásico se ha desempolvado y acercado más a la gente. La reivindicación de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra y su influencia en la segunda mitad del siglo XX es notoria y los escritores reconocen que pertenecen, como dijera Carlos Fuentes, a ese territorio de La Mancha. W. Manrique Sabogal
REVISTAS
De la extensa pero a veces efímera hemeroteca literaria, Escorial (1940-1947/ 1949-1950) merece el primer recuerdo, por su esfuerzo en recuperar el espíritu de Revista de Occidente o de Cruz y Raya de antes de la guerra: cierto liberalismo intelectual de alto vuelo. Ella y Destino (1937-1980), con un longevo tono más informativo, disimularon el erial de posguerra. Por contra, seis números bastaron a Revista Española (1953-1955) para afrontar las nuevas realidades de los cincuenta, por eso fue la primera que sintieron como propia la generación de Ignacio Aldecoa, Fernández Santos y Sánchez Ferlosio. Para sus colegas poetas la cabecera decisiva sería durante décadas Ínsula. Labor notable también entonces la de Papeles de Son Armadans (1956-1979) que dirigió Cela, primer gran puente entre la vanguardia del interior y el exilio. Por su parte, el vínculo entre las letras españolas y latinoamericanas sería Cuadernos Hispanoamericanos. Ya en el tardofranquismo, Camp de l'Arpa (1972-1981), editada por José Batllo (creador de El Bardo) y con Vázquez Montalbán de director, abrió desde Cataluña mensualmente una ventana que permitió el canon del momento. También desde la periferia (Asturias) llegaría la posmodernidad del crisol temático en los 59 números de Los Cuadernos del Norte (1981-1990) que dirigió Juan Cueto. Quimera, Revista de Libros, Clarín, Turia y Letras Libres toman, de algún modo, el relevo hoy. Creada ya en 1980, Quimera es la primera revista literaria para jóvenes de la democracia, de una cultura democrática que ya no es antifranquista. La segunda, de matriz mexicana, abrió redacción en España en 1999 y, ya centenaria en números, es un ensayo de revista cultural de formato claramente combativo en lo político e intelectual. Con vocación más popular surgió a finales de los noventa la revista Qué Leer.
C. Geli
SANCHÉZ FERLOSIO, RAFAEL
Empezó por una novela de la que luego renegó, El Jarama, pero que lo colocó entre los maestros de la palabra. Después se entretuvo con las andanzas de Alfanhuí, y atrapó el aire de los mitos y las viejas narraciones. Más adelante fue abducido por otros intereses que acaso resumen bien el narrador de El testamento de Yarfoz: "Dio primero en volver a sus veleidades de gramático y pseudo-filósofo y después en meterse a periodista". Se enfrascó en cosas del lenguaje y empezó a transitar por los asuntos relacionados con la actualidad: la guerra, las razones de Estado, los medios de comunicación, el deporte, la moda... Todo lo tocó con una escritura compleja y rigurosa, atenta a cada argumento, y con la fiereza de un pensamiento radical, que va al fondo: a mover las aguas turbias sobre las que se sostiene la pulcra apariencia de la realidad. J. A. Rojo
SAVATER, FERNANDO
Tener los sentidos enchufados al ruido del mundo y la artillería de las palabras dispuesta para intervenir han sido dos de las marcas con que Fernando Savater ha estado al lado de los lectores desde que publicó su primer libro. Filósofo, por servirse de ideas y conceptos para desentrañar los hechos y los embrollos de las gentes en su lucha con la muerte; ciudadano ilustrado, por servirse de argumentos para intervenir en los asuntos de la polis; novelista, por el gusto de contar, y hombre de teatro (amén de otras cosas), por el afán de que sus palabras toquen al público desde un escenario, Savater ha hecho de la alegría un emblema y de la inteligencia, su arma más eficaz para agitar las conciencias, y se ha servido del entusiasmo para contagiar su pasión por sus lecturas y sus maestros, una de sus mayores y más gratificantes habilidades. J. A. Rojo
TRANSICIÓN
Empieza a restituirse la modernidad. El 23 de abril de 1975, pocos meses antes de la muerte de Franco (el 20 de noviembre), se publicó La verdad sobre el caso Savolta, primera novela de Eduardo Mendoza. Parecía el pistoletazo de salida de una nueva narrativa española. Pero, en lo literario, la transición había empezado antes. Con el precedente de Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín-Santos, tres novelas muy significativas se publicaron en la segunda mitad de los años sesenta: Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo; Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé, y Volverás a Región (1967), de Juan Benet. En la Transición los lectores españoles empezaron a leer cada vez con mayor interés a autores españoles. Se recuperó el paréntesis de la guerra, había nacido la Nueva narrativa española. Javier Marías, Álvaro Pombo, Soledad Puértolas, Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Luis Mateo Díez, Juan José Millás, José María Merino, Jesús Ferrero, Alejandro Gándara, Ignacio Martínez de Pisón, Almudena Grandes, Rafael Chirbes, Luis Landero y un largo etcétera conquistaron al público. Paulatinamente fue disminuyendo el gusto por los textos políticos, que tanto habían interesado en los años setenta. Jorge Herralde, fundador de Anagrama en 1969, fue el primero en advertirlo y dio un giro importante a su editorial. R. Mora
URGENCIA
De Azorín a Ortega, las letras españolas no serían las mismas sin los periódicos. Por un lado, porque hay periodistas como Manuel Chaves Nogales, Josep Pla o Julio Camba que merecen su propio capítulo en los manuales. Por otro, por los cientos de páginas que han publicado en la prensa autores como Miguel Delibes, Francisco Umbral, Juan Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán, Rosa Montero o Juan José Millás.J. Rodríguez Marcos
VANGUARDIA
La literatura española ha contado en cada decenio con nombres que abrieron brecha, una especie de vanguardias, nunca numerosas ni pronunciadas. Entre los años cuarenta y cincuenta el neorrealismo que permitirá una interpretación de la guerra y sus crudas consecuencias desde una cierta ética e independencia vendrá facilitado por Rafael Sánchez Ferlosio y su reconocida (premio Nadal 1956) El Jarama. El otro gran nombre será Carmen Martín Gaite, quien, por ejemplo en Entre visillos (1957), mira las cenizas de la guerra muy distinto. La punta de lanza, ya en los sesenta, de la reinstauración de la modernidad literaria europea en España será para Luis Martín-Santos. En Tiempo de silencio hay retazos de Kafka, Proust, Faulkner..., pero sobre todo del Joyce triturador de Ulises. Junto a él, Juan Benet aunará complejidad, sutileza y estilo que cederá generoso a la nueva novela española. Esta será ya absolutamente homologable con la tercera oleada, cercanos los ochenta. Tres conquistadores: Álvaro Pombo, Javier Marías y Javier Cercas.C. Geli
WHISKY
A medida que pasa el tiempo, el whisky, el tinto y la ginebra van quedando recluidos en el anecdotario de la generación de los años cincuenta. Niños durante la guerra y, a la altura del medio siglo, bebedores y vividores -"partidarios de la felicidad"-, los miembros de esa galaxia policéntrica forman el gran grupo clásico de la posguerra española, los maestros de hoy. Como narradores (los Aldecoa, García Hortelano, Juan Benet, Luis Martín-Santos, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Juan Marsé, Ana María Matute, Juan Goytisolo); como poetas (Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines, María Victoria Atencia, Antonio Gamoneda) o como dramaturgos (Alfonso Sastre, Lauro Olmo). O como narradores y ensayistas (Ferlosio) o poetas y narradores (José Manuel Caballero Bonald). La distancia, además, permite comprobar que la amistad que unió a muchos de ellos no impidió que cada uno explotara su singularidad: del socialrealismo al hermetismo y de la ironía a la metafísica. J. Rodríguez Marcos
X, GENERACIÓN
La eterna incógnita. El triunfo de la sociedad de consumo abrió paso con la democracia a la primera generación que estaba en primaria cuando murió Franco. Ya lo habían hecho los autores del 68, pero ellos radicalizaron sin complejos la promiscuidad entre alta y baja cultura, biblioteca y discoteca. Además, autores como Ray Loriga demostraron en los noventa que de aquella mezcla podía salir buena literatura (y un ejército de epígonos). Una década después, el pop se convirtió en afterpop cuando Agustín Fernández Mallo publicó su trilogía Nocilla, demostrando que toda cultura -incluida la de masas- es susceptible de generar su propio culturalismo. J. Rodríguez Marcos
YO
Aunque España no gozaba de una gran tradición de libros de memorias, diarios o autobiografías en el último medio siglo no han faltado escritores que han cultivado este género. Una de las mejores autobiografías españolas es Automoribundia (1948), de Ramón Gómez de la Serna, mientras La arboleda perdida, de Rafael Alberti, recorre todo el siglo XX, relatado también a su modo por compañeros suyos de generación como Francisco Ayala, Rosa Chacel y Max Aub. Con el tiempo, los escritores se han ido uniendo a la corriente literaria de la autoficción (Jorge Semprún, Carlos Barral, Juan y Luis Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Gamoneda y Antonio Martínez Sarrión). La reelaboración y potenciación de la primera persona tiene importantes registros en Carmen Martín Gaite, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y Juan José Millás. En cuanto a diarios contemporáneos destaca Andrés Trapiello con su proyecto Salón de pasos perdidos. Y a su lado la obra de José Jiménez Lozano, Miguel Sánchez Ostiz y José Luis García Martín. Una vuelta de tuerca es la mezcla de géneros narrativos y ensayísticos como en Visión desde el fondo del mar, de Rafael Argullol. W. Manrique Sabogal
ZAMBRANO, MARÍA
Fue antes que nada pensadora, porque venía de la tradición de los filósofos, pero tuvo siempre una pata metida en la poesía, así que su obra está llena de resonancias. Se sirvió de la imaginación y de la metáfora para proponer un conocimiento que, más allá de los sistemas, supiera atrapar las minúsculas y sutiles transformaciones de las cosas.J. A. Rojo

Los santos inocentes - Miguel Delibes

Otros enlaces de interés:

Miguel Delibes




Se trata por tanto de una de las grandísimas figuras de la literatura española posterior a la Guerra Civil, por lo cual fue reconocido con multitud de galardones, pero su influencia va aún más allá, ya que varias de sus obras han sido adaptadas al teatro o se han levado al cine.





jueves, 24 de marzo de 2011

Camilo José Cela

Otros enlaces de interés:

La obra de Camilo José Cela, estará en Dominio Público a partir del día 1 de enero de 2073.

Se impone las españolización de los términos relativos a Twitter

 
Noticia sacada de marketingdirecto.com



Hay fenómenos que provocan no sólo que se cambien los modos de comunicación, sino que cambie el lenguaje. Es el caso de Twitter, la red de moda ha conseguido que se generalicen expresiones como tuitear o tuitero, algunos de los términos castellanizados que ha recomendado recientemente la Fundación del Español Urgente (FUNDÉU).
Asesorado por la Real Academia Española, el centro, patrocinado por la agencia Efe y el BBVA, lleva apenas cinco años funcionando como observatorio de los usos de las palabras en los medios de comunicación y en la calle. El pasado mes de octubre propuso la adaptación a nuestra lengua de las palabras relativas a Twitter.
“Este término no se puede modificar porque se trata del nombre propio, de la amrca comercial, pero sí todas las acciones que se desarrollan a su alrededor”, declara Álvaro Peláez en nombre de la institución. Además, en las declaraciones recogidas hoy por El Mundo, Peláez indica que la sociedad española está utilizando cada vez más estas expresiones que ellos aconsejaron.
La FUNDÉU puede funcionar como antesala de lo que más tarde debata la Real Academia Española. Aunque, tal y como indica el secretario de la RAE, Darío Villanueva, es conveniente esperar para asegurarse de que no es un fenómeno fugaz: “Twitter se está convirtiendo en un instrumento universal utilizado incluso por los gobiernos, pero hay que esperar. Los fenómenos de la Red son mpactantes e incluso efímeros”.

Dos maestros (y Góngora) pasean por Recoletos



José Manuel Caballero Bonald y Pere Gimferrer homenajean al maestro barroco en la apertura de un ciclo de poesía en la Fundación Mapfre de Madrid


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS  -  Madrid

ELPAIS.com  -  Cultura - 23-03-2011 Casi todos los caminos llevan a Góngora. También los que salen de Jerez, Barcelona y el café Gijón. Bien lo saben José Manuel Caballero Bonald y Pere Gimferrer, que tienen muchas cosas en común. Los dos están ya en las historias de la literatura, los dos son Premio Nacional de las Letras y los dos tienen libro reciente: el poeta andaluz, Ruido de muchas aguas (Visor), una antología que contiene el adelanto de un poemario nuevo que se publicará en invierno; el catalán, un largo poema titulado Rapsodia (Seix Barral).
A los dos les unen, efectivamente, muchas cosas, pero tal vez ninguna como su pasión por Góngora. El campeón cordobés de la lírica barroca fue ayer el catalizador que Gimferrer (Barcelona, 1945) y Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) usaron como arranque para la lectura comentada de sus propios versos. Con su charla se inauguró el ciclo Conversaciones de poetas, que se celebra en la sede del Paseo de Recoletos de la
Fundación Mapfre de Madrid. Allí llegaron los dos escritores desde el vecino café Gijón, pertrechados contra el frío traicionero de la tarde-noche de marzo. José Manuel Caballero Bonald comenzó reconociendo que si escribe poesía es porque antes leyó la de otros. Y recordó también su deslumbramiento adolescente por la vida de Espronceda: hombre de acción, perseguido por su republicanismo, exiliado, huido con una mujer casada, muerto a los 33 años... "Leí una mediocre biografía suya y me cautivó su vida más que su obra", recordó el autor de Las adivinaciones. "Como no podía imitar su hazañas imité las dos cosas que estaban a mi alcance: escribir poemas y llevar una vida licenciosa, que en el caso de un jovenzuelo consistía en llegar tarde a casa". Luego vendría el descubrimiento de la antología de Gerardo Diego, donde le esperaban Juan Ramón Jiménez y los poetas del 27. Con todo, la mayor revelación se produjo con la lectura de Góngora: "Aquel hecho fundamental diluyó todos los influjos. Leí las Soledades deslumbrado ante aquel alarde de invención de un mundo". De allí también extrajo una "lección inolvidable": la poesía se hace con palabras, no con ideas. "Y en un poema, las palabras tienen que tener un significado más rico que el que tienen en el diccionario. A veces pones juntas dos palabras que nunca lo han estado y abren un mundo, rompen un sello. Y lo hacen por el puro atractivo fonético, por la música de las palabras. Siempre digo que la poesía es una mezcla de música y matemáticas: tonalidad y rigor". El autor de clásicos de la poesía española del siglo XX como Las horas muertas, Descrédito del héroe o Laberinto de fortuna, explicó que, si bien su obra ha tenido diferentes etapas -"tengo ya muchos años y lo menos que puedo tener son etapas"-, en los poemas que escribe actualmente subordina siempre "el pensamiento lógico a la intuición iluminadora". Por su parte, Pere Gimferrer, retomó el hilo de esas iluminaciones y explicó que antes de llegar a Góngora -"nadie ha ido tan lejos"- él pasó por otro gigante: Rubén Darío. De los dos aprendió que la poesía "se impone al lector por la capacidad evocativa de cada palabra; antes incluso de que se te pase por la cabeza pensar en lo que significa". Y citó a su amigo Octavio Paz: "El sonido, bastón de ciego del sentido". La hora de los versos Llegó, entonces, la hora de los poemas. "Por las ventanas, por los ojos / de cerraduras y raíces, / por orificios y rendijas / y por debajo de las puertas / entra la noche", leyó Caballero Bonald en un poema que tiene casi 60 años. "Góngora vive sólo en sus palabras, / no en aquella mirada velazqueña; / el caldero de oro de los versos / que estampara en tramoya Calderón / es ya por siempre la verdad de Góngora", recitó Gimferrer, leyendo de su último libro unos versos que terminan: "Al explicarse, el verso nos explica; / lo verdadero es siempre inexplicable / y el poema se explica al llamear". "Una declaración de principios", apostilló Caballero Bonald antes de decir, de vuelta a sus poemas, que la botella vacía se parece a su alma, que somos el tiempo que nos queda y que, como quería Pavese, a veces la poesía es una defensa contra las ofensas de la vida. Gimferrer atacó entonces, a petición de su compañero de mesa y de memoria, los alrededor de 60 versos de su celebérrima Oda a Venecia ante el mar de los teatros, tal vez el poema más famoso de Arde el mar, el libro que lo consagró con 21 años: "Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos". Y así, a velocidad de crucero, hasta: "Es doloroso y dulce / haber dejado atrás la Venecia en que todos / para nuestro castigo fuimos adolescentes / y perseguirnos hoy por las salas vacías / en ronda de jinetes que disuelve el espejo / negado, con su doble, la realidad de este poema". Acallado el eco del último verso, Caballero Bonald leyó de su último libro publicado, La noche no tiene paredes, y sorprendió anunciando que leería un poema de Gimferrer, de La muerte en Beverly Hills: "En las cabinas telefónicas / hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios. / Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias que / con el escote ensangrentado se refugian allí para morir". El poeta barcelonés correspondió leyendo Salvedad, de Caballero Bonald, un epigrama que recuerda la leyenda según la cual aquellos que han sobrevivido a tres naufragios alcanzan la inmortalidad. Tras la lectura, su autor explicó que, después de naufragar dos veces, él ha dejado de navegar para no sobrevivir a un tercer naufragio: "Qué incómodo ser inmortal". Puede que sea verdad, pero ayer, durante hora y media larga, la inmortalidad de instaló, mientras se hacía de noche, en el rincón más gongorino del Paseo de Recoletos de Madrid. El ciclo Conversaciones de poetas continúa hoy con la intervención de Darío Jaramillo y Andrés Trapiello. Hasta el día 31 les seguirán Amalia Iglesias y Juan Carlos Mestre, Blanca Andreu y Juan Cobos Wilkins, Clara Janés y Jaime Siles, Antonio Colinas y César Antonio Molina.

miércoles, 23 de marzo de 2011

España, de las sombras a la modernidad


Aparece el esperado tomo de Historia de la Literatura Española,
dirigido por José-Carlos Mainer, que va de la posguerra hasta el presente.
Babelia avanza hoy la introducción del libro

WINSTON
MANRIQUE  -  Madrid


ELPAIS.com  -  Cultura - 23-03-2011
De las sombras del franquismo a la conquista de los lectores españoles y extranjeros. Esa es la espiral ascendente que ha vivido en los últimos 70 años la literatura de España y que retrata el esperado séptimo volumen del proyecto Historia de la literatura española, dirigido por José-Carlos Mainer, titulado Derrota y restitución de la modernidad: 1939-2010 (Crítica). Un trabajo que funciona como una especie de biografía de un país a través de su creación literaria y que explica gran parte del presente de sus letras, a cargo de Jordi Gracia y Domingo Ródenas. Como antesala a este acontecimiento
literario, que llegará mañana a las librerías, Babelia, el suplemento cultural de este diario, adelanta hoy su Introducción. En ella se aprecia el gran arco creativo y de lucha de una literatura dentro y fuera del país, combatiendo un franquismo que intentaba esterilizar todo atisbo de arte, hasta que llega la democracia y empieza a restituirse la modernidad.
Es el último eslabón de la historia literaria de España. "Es tentador leer un círculo que se abre con la
guerra como campo de batalla y con ella se cierra como campo mítico, pero quizá es una concesión excesiva a la geometría imaginaria de la historia", escriben los profesores Gracia y Ródenas en la introducción. Una acertada imagen del periodo que cubre este volumen que muestra un ecosistema creativo y de mercado
que se expande lentamente a nivel global.

Más de mil páginas en las que se aprecia la manera en que la vida manipulada por el ser humano irradia toda creación: Narrativa, poesía, ensayo, diarios, biografías y toda clase de vanguardias y experimentalismos. Múltiples corrientes literarias, movimientos, generaciones, impulsos, intenciones, rebeldías, sueños. En suma, derroteros literarios que docenas de autores han ido forjando y trazando a lo largo de siete décadas y que hoy muestran un territorio con todos sus accidentes geográfico-literarios. Derrota y restitución de la modernidad, título del tomo, es la historia de una literatura que siempre luchó por seguir vinculada a Europa y al mundo.

Un libro que se puede leer como la biografía de un país con nombres propios entre los que están desde Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Carmen Laforet, Max Aub, Camilo José Cela, Carmen Martín Gaite, Juan Benet, Carlos Barral y María Zambrano; hasta Fernando Savater y Javier Marías y la nueva generación de autores que incluye lo minoritario y lo más comercial; pasando por escritores que han protagonizado casi todo este periodo como Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Miguel Delibes.



El libro está dividido en tres grandes apartados: Historia y sistema literario, Autores y obras y Textos de apoyo. Una estructura arriesgada y que funciona que permite ir y venir en el tiempo acompañado por los autores y sus
obras creando un gran complemento. Babelia publicará este sábado un especial para entender estos setenta años de literatura de España a través de un diccionario con todas sus letras.

martes, 22 de marzo de 2011

¿Qué es un grafema? (Blog de Lengua española)


Un grafema es la mínima unidad distintiva de un sistema de escritura, o sea, el mínimo elemento por el que se pueden distinguir por escrito dos palabras en una lengua. Así, para inventariar los grafemas que intervienen en la escritura de una lengua, lo que tenemos que hacer es ir comparando palabras escritas para descubrir diferencias mínimas que van asociadas a un cambio de significado. Por ejemplo, capa se diferencia de caza, cava, casa, caca, cana, cara, cala, cada, etc., lo que nos indica que
son grafemas en la escritura del español.
La convención lingüística para indicar que nos estamos refiriendo a un grafema (y no, por ejemplo, a un fonema) consiste en escribir el signo en cuestión entre paréntesis angulares <>, por ejemplo, . Esta convención la hemos utilizado ya en el párrafo anterior y seguiremos haciendo uso de ella durante el resto del artículo
Acabo de mencionar el concepto de fonema, y cualquiera que tenga unas mínimas nociones de lingüística ya se habrá percatado de que el procedimiento para reconocer los grafemas es paralelo al que se emplea para identificar los fonemas de una lengua. De hecho, la noción de grafema surge por analogía con la fonema. Y no acaba aquí el paralelismo. De la misma manera que los fonemas presentan alófonos, que son diferentes posibilidades de realización de un mismo fonema, los grafemas presentan alógrafos, que son variantes de un mismo grafema. Por ejemplo, son alógrafos del grafema las variantes redonda (a), cursiva (a) y negrita (a) con que puede aparecer realizado en un escrito.
Para determinar exactamente el inventario de grafemas propio de la escritura del español hay que resolver varios problemas. El primero es si son grafemas secuencias como rr, qu y, muy especialmente, ch y ll. Para decidir si nos hallamos ante un grafema complejo o una sucesión de grafemas independientes, lo que tenemos que hacer es determinar si la función distintiva corresponde a los dos signos en bloque o a cada uno de ellos individualmente.
Empecemos por los que nunca se han considerado parte del alfabeto español. En el caso del dígrafo rr, una palabra como carro se opone en la lengua escrita a otras como cardo o cargo, por lo que, claramente, estamos ante una secuencia de dos grafemas idénticos. El caso de qu es un poco más complicado porque en nuestra escritura lo normal es que la cu aparezca seguida de la u. No obstante, sí que hay casos, aunque sean periféricos, en los que esta consonante puede resultar distintiva. Por ejemplo, Qatar se opone a catar, datar y matar; e Iraq se opone aIrán. Se me podrá objetar que la Ortografía de 2010 ha jubilado, precisamente, las grafías Qatar e Iraq; pero, aunque normativamente hayan perdido su vigencia, no necesariamente han desaparecido del uso. También podemos encontrar la cu con función distintiva en siglas. Por ejemplo, no es lo mismo el CNQ (Club Náutico de Quilmes) que el CNI (Centro Nacional de Inteligencia). O si nos vamos al terreno de los símbolos alfabetizables, se da una oposición entre q(quintal) y g (gramo). En definitiva, aunque sea de manera marginal o por los pelos, hay que reconocer el carácter digrafemático de la secuencia qu.
Especial atención merecen las secuencias que históricamente se consideraron parte del alfabeto, es decir, ch y ll. También estas se revelan como la simple agregación de dos grafemas: chavo se opone a clavo, y llave se opone a clave.Parece, por tanto, que fueron decisiones coherentes excluirlas del sistema de alfabetización de los diccionarios primero y del alfabeto después.
El siguiente problema que hay que resolver es el del estatus de las mayúsculas. ¿Tienen valor grafemático o son simples alógrafos? Atendiendo a la capacidad distintiva, es fácil constatar que, efectivamente, las mayúsculas pueden entrar en oposición significativa con las minúsculas correspondientes. No es lo mismoMarco (nombre propio de persona) que marco (‘cerco’). No obstante, este valor distintivo está fuertemente restringido porque solo se da en posición inicial de palabra. Habría que admitir, por tanto, que hay oposición entre y , y , etc., pero para añadir a continuación que esta oposición se encuentra por lo general neutralizada y solo se manifiesta bajo circunstancias muy específicas. Esto nos complica la descripción del sistema grafemático porque nos obliga a postular la existencia de archigrafemas que engloban pares de grafemas correspondientes a la mayúscula y la minúscula.
Otro escollo tiene que ver con el papel de los signos diacríticos, es decir, los añadidos que modifican a una letra, como los acentos (á, è, ô), la diéresis (ü), la virgulilla de la eñe (ñ), el háček o gancho (č, ě), etc. Está claro que estos signos tienen valor distintivo. Se crean precisamente con esa intención. En español no es lo mismo termino que terminó, ni cana que caña. ¿Debemos considerar entonces que á, é, í, ó, ú, ü, ñ son grafemas? ¿O son, más bien, grafemas los signos ´ y ~? Independientemente de las bondades y maldades que pueda tener cada solución, hay que indicar que las Academias, en la Ortografía de 2010 no se han inclinado ni por la una ni por la otra. Es más, ni siquiera le han dado un tratamiento unitario a este problema. La solución normativa (que no necesariamente científica) es la siguiente. El acento no se considera grafema. Se introduce para ello una condición adicional: para que un signo sea considerado grafema, este ha de tener carácter secuencial, es decir, aparecer ocupando su propia posición en la cadena de la escritura y no superpuesto a otro para modificarlo. En el caso de la eñe, en cambio, sí que se opta por incorporarla con todas las de la ley al inventario de grafemas y al abecedario sin que se sienta la necesidad de justificar esta decisión.
Los elementos centrales del conjunto de grafemas que utilizamos en nuestra escritura son, sin duda, las letras del alfabeto; pero el juego de grafemas no se agota ni mucho menos con estas. Hay que añadir otros signos de suma importancia, como son los números arábigos (<1 2="2" 3="3" 4="4">, etc.), así como una serie de signos que encuentran su uso en la notación matemática, lógica, científica, económica, etc., como +, *, >, @, $, &, etc.
El ideal de una escritura alfabética es que se dé una correspondencia biunívoca entre los fonemas de una lengua y los grafemas de su alfabeto, es decir, que a cada fonema le corresponda un grafema y solo uno y que a cada grafema le corresponda un fonema y solo uno. En la práctica se suelen dar desajustes entre fonología y escritura que nos alejan de ese ideal. Por ello, debemos evitar la simplificación de pensar que la escritura es un mero reflejo de la pronunciación o, al revés, que la pronunciación debe amoldarse a lo que marca la escritura.


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