Posted by javiermariasblog in Críticas, Libros
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Este párrafo de “La ley del balbuceo” es sumamente revelador: el traductor de El espejo del mar de Conrad se sirve del lenguaje marino para desarrollar la metáfora de lo que a todas luces sucede con la lengua. Marías es un buen capitán de nave que conoce los rumbos del idioma y se propone animar a los individuos pensantes que lo lean a perseverar en la busca de su auténtico dominio expresivo; porque es la inercia colectiva lo que favorece la corrupción y empobrecimiento de la lengua, y sólo un continuo esfuerzo personal puede impedir que estos se extiendan como una peste mental con su consecuente marisma verbal, promovida incesantemente por la ignorancia lingüistica de no pocos periodistas y pseudotraductores, así como por la vacua o mendaz ufanía de los políticos y por la pereza y cobardía de tantos ante las coerciones de variada “corrección política” que imperan hoy en día amenazando uniformar el habla.
Estos 50 artículos escritos a lo largo de 16 años se insertan, como señala Grohmann, en la tradición de orientar a los hablantes en el ejercicio de su libertad expresiva; único modo de que la lengua evolucione del mejor modo posible como vehículo de comunicación rico y capaz de repeler las manipulaciones de los nuevos inquisidores del habla. que quieren impedir que sepamos quién es quién. Sin ser purista (lo reitera el autor), y precisamente por ello, continúa la labor del poeta Pedro Salinas que, en El defensor, se preguntaba: “¿por qué habríamos de renunciar a aplicar nuestra inteligencia humana a la marcha y destino de la lengua, habiendo lanzado nuestra facultad crítica a todos los rincones de la vida humana?” Con denuedo y hasta por compulsión, Javier Marías lo hace festivamente ya desde el título en algunas de las piezas reunidas bajo cuatro de los apartados más nutridos del libro: “Don y daño de lenguas”, “Malas hablas”, “Navío recadero”, “Fastidioso y muy embarazados”, “¿Es usted el Santo Fantasma?”, “Todas las farsantas son igualas”, entre otros. La penúltima cierra así: “¿cómo es que estas barbaridades no las controla y enmienda nadie en el trayecto que va desde la metedura de pata del traductor-lumbrera hasta que la misma llega al público que paga por su libro, su periódico, su televisión o su vídeo? Que baje el Santo Fantasma a explicármelo, que lo voy a tutear”.
Finalmente, “En desuso por abuso” se refiere a tergiversación, calumnia, contradicción y “otras palabras que más caen en desuso cuanto mayor es la vigencia de lo que nombran, pero quizá una las englobe a todas, y es ‘cinismo’”. Con defensores como éste nuestra lengua gozará por largo tiempo de buena salud, claro que sí.
JUANA ROSA PITA
El Nuevo Herald, 13 de mayo de 2012
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