El periodista de EL PAÍS Juan Cruz, el guionista Javier Rodríguez de Fonseca y la escritora Eugenia Rico ofrecen pistas para contar historias en 'Saber narrar'
TOMMASO KOCH Madrid 20 ABR 2012 - El País
El periodista y escritor Juan Cruz.
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Imaginen una familia con un padre guapísimo y una madre estupenda. Los hijos, preciosos, son estudiantes impecables y tienen perfectamente claro qué va a ser de su vida cuando sean adultos. También son nietos inmejorables, extremadamente cariñosos con sus maravillosos abuelos que, lejos de envejecer entre sufrimientos, solo morirán en edad ya avanzada y tumbados en sus camas, apaciblemente. Si ya se han planteado ustedes dejar de leer este artículo es que están de acuerdo con Javier Rodríguez de Fonseca. “Esa historia no le interesa a nadie”, sostiene el guionista y escritor. “La gente espera que aparezca un conflicto, que es lo que obliga al ser humano a poner en marcha sus recursos para salir de ello”, añade.
Precisamente el conflicto, y también “un protagonista, un contexto y una idea que se desarrolle mediante la integración entre los personajes” son las claves de un buen guion según Rodríguez de Fonseca. Y así lo explica en el capítulo dedicado al cine del recién publicado Saber narrar (Instituto Cervantes). El periodista de EL PAÍS Juan Cruz se ha encargado de contar cómo se narra en periodismo mientras que la escritora Eugenia Rico ofrece los ladrillos para construir literatura.
“Es como andar. Pones un pie adelante y el otro atrás. Si mueves los dos a la vez te caes”, es el símil con el que Juan Cruz resume la narración. Aunque para que la caminata sea periodística hace falta algo más que coordinar los pies. “Poesía, ritmo, capacidad de síntesis y capacidad de dudar”, relata Cruz, mostrando un buen control de la tercera. En un despacho repleto de libros y periódicos, ante una enorme foto de Sofía Loren, aquella “fantástica” actriz a la que entrevistó en 1978, el periodista se mueve seguro, rápido, entre las preguntas sobre las características y los matices de esa profesión en la que lleva casi 50 años.
Tan seguro que Cruz podría ser el personaje de uno de los guiones de Rodríguez de Fonseca. “Tienes que crear personas que van a durar 90 minutos. No pueden perder el tiempo ni decir tonterías. Todo tiene un significado, un porqué”, relata el guionista. Algo parecido ocurre hoy en día en la redacción de un diario. La llegada de Internet ha pulsado el botón de fast forward en la grabación cotidiana de un periódico. “Es un gran desafío. Nos han impulsado a creer que lo rápido es mejor. Pero el periodista se tiene que curar de la urgencia para llegar a la sustancia”, afirma Cruz.
Para ello recomienda una receta tan simple que cabe en cuatro palabras. “Habría que colocar en las redacciones un cartel que ponga: ‘Nos estamos volviendo locos”, sonríe. Tan locos que, por ejemplo, algunos se acaban creyendo “omniscientes”. A ellos el también novelista ofrece su medicina: “Últimamente se habla mucho de que el Rey ha pedido perdón. El periodista lo hace muy pocas veces. Incluso si se demuestra que se ha equivocado procura buscar algún subterfugio. Pero el redactor honesto debe saber que es tan falible como la gente de la que escribe”.
Y para la que escribe, ya que en el fondo este oficio es “gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente”, como sostiene el fundador de La Repubblica Eugenio Scalfari, al que Cruz cita en Saber narrar. A eso se dedica el periodista canario desde aquella crónica deportiva de un partido de fútbol en Puerto de la Cruz (Tenerife) que escribió con 14 años y que salió publicada en un periódico isleño. Cinco décadas y miles de artículos después, Cruz sigue buscando cada día los secretos de la narración: “Esta mañana he estado pensando en cómo arrancar un artículo sobre la entrega de unos premios. Hasta que no he dado con el comienzo, no me he sentido satisfecho. Será una frase de Bertolt Brecht: ‘También se puede cantar en los tiempos oscuros”.
Su pensamiento, como otras miles de veces, acabaría impreso (y colgado online), a disposición de todos los lectores. Por aquel entonces sin embargo alguien ya lo habrá repasado: “El periodista necesita a un lector: él mismo. Una vez, un conocido filósofo se quedó dormido en su propia conferencia. Hoy parece que muchos periodistas hacen lo mismo mientras escriben sus textos”. Solo falta que hablen de padres estupendos e hijos perfectos.
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