domingo, 12 de agosto de 2012

Libro de Buen Amor: Fragmentos (Blog Diente de León)



Literatura se aprende leyendo y aprender literatura debe servir, sobre todo, para leer. Así que no´podían faltar aquí unos cuantos textos que os permitiesen conocer un poco mejor esa obra única, sorprendente, llena de misterio, risas, crítica y sabiduría que es el Libro de Buen Amor. Pero eso sí, he seleccionado algunos de los fragmentos más atractivos para las mentes actuales que somos (qué le vamos a hacer) así que pertenecen todos a esa vertiente profana, lúdica, divertida a veces, seria otras, pero que forma parte ya de la riqueza cultural y literaria que nos ofrece nuestra lengua. Pero os recuerdo que en la obra, al lado y con la misma importancia, hay muchos textos religiosos serios, críticos y reflexivos que para el autor y los lectores tendrían como poco la misma importancia.

  • En primer lugar, aquí tenéis el fragmento del Prólogo en prosa donde el Arcipreste explica al lector, de forma tan ambigua como enigmática, su intención al escribir la obra. ¿Un aviso contra los peligros del amor humano? ¿O una invitación y una colección de trucos para disfrutarlos? Lo único que deja claro es que para él la cuestión está en manos del lector. Es decir, en las nuestras.
  • Lo que está claro es que al Arcipreste le preocupaba mucho la interpretación de su obra (precisamente, quizás, porque era consciente de que no estaba clara), así que dedica muchos textos, al principio y al final, enavisar al lector de la necesidad de leer con cuidado, porque la interpretación correcta pudiera no ser la que parece a primera vista... Entre esos textos está la divertidísima "Disputa entre griegos y romanos" en la que ofrece una visión de la Antigüedad Clásica muy al estilo medieval: adaptándola a la mentalidad del siglo XIV. Y así, los griegos aparecen como sabios cristianos. Pero eso, en la pluma del Arcipreste,  no le quita ni una gota de encanto.

  • Después el Arcipreste justifica su inclinación al amor (y por tanto, toooda la serie de aventuras amorosas que seguirán) atribuyendo una cita falsa a Aristóteles (los clásicos, ya entonces, imponían mucho como argumento de autoridad) y aludiendo al concepto también clásico de que hay que conocer lo bueno y lo malo para elegir. ¿Vosotros que opináis? Estemos de acuerdo o no, lo cierto es que como excusa, no está mal.



  • Las primeras aventuras amorosas son un fracaso: el Arcipreste no logra que ninguna dama acceda. Así que descarga su frustración con un personaje alegórico, D. Amor (que, obviamente, es la encarnación del amor), acusándole de ser el culpable de los siete pecados capitales, y demostrando cada uno de ellos mediante un exemplum (ya sabéis: uno de esos cuentos con moraleja que tanto gustaban en la Edad Media y que habían circulado abundantemente a través de traducciones desde el siglo anterior). Esta es una constante de la obra: muchas ideas, bien del arcipreste-narrador, bien de otros personajes, se ejemplifican mediante historietas. ¿Y qué hace D. Amor ante las acusaciones del Arcipreste? Pues no se defiende, sino que le da una serie de consejos sobre qué tiene que hacer para triunfar en el amor (así, seguro que dejará de culparle...), también salpicado de exemplos que los demuestran. Aquí el Arcipreste ni es original ni se inventa nada: lo que dice, está tomado del Ars Amandi deOvidio, una especie de manual clásico para ligar... Lo que queda claro es que Juan Ruiz tenía un buen conocimiento tanto del latín como de la literatura clásica. Y que le interesaba el tema, claro. Os dejo unos cuantos fragmentos (aunque la lectura de todo el pasaje es muy recomendable):
    • Empieza por lo básico: la mujer más idónea a elegir, que responde al ideal de belleza de la Edad Media.
    • Otro pasaje famosísimo: el amante debe ser generoso, que aprovecha para hacer una sátira contra el poder del dinero. Un tópico literario continuamente renovado a lo largo de la historia de la literatura, hasta nuestros días. Por algo será.
    • Y otro consejo con su exemplo correspondiente: el del pintor Pitas Payas. Ingenio al Arcipreste tampoco el faltaba.

  • D. Amor le da un consejo fundamental: buscarse una buena alcahueta (porque acercarse a una chica en la Edad Media no era fácil, y porque ellas, que se jugaban mucho si tonteaban mucho, podían ser difíciles de convencer) y el Arcipreste encuentra en la vieja Trotaconventos a la medianera ideal. Con ella, y transformado en D. Melón de la Huerta, intentará conquistar a la hermosa viuda Dª Endrina, que no está mucho por la labor. El autor adapta aquí unaobra latina medieval atribuida falsamente a Ovidio:Pamphilus De Amore. Y tras esta historia de final descarnado, el Arcipreste avisará a las mujeres de los peligros que encierran amantes aduladores y viejas alcahuetas. Otra vez la duda ... ¿a favor o en contra del amor?. Aquí tenéis algunos de los pasajes más conocidos.

  • Tras esta historia, y el famosísimo pasaje de la batalla entre D. Carnal  y Dª Cuaresma (alegoría del paso de la época del "desmadre", el disfrute y el pecado, a la época de penitencia y religiosidad, que parodia a un combate épico entre dos ejércitos, de ricos manjares y de austeras verduras respectivamente), y de una seria reflexión sobre la confesión (entre otras cosas), vienencuatro damas muy peculiares. Son cuatro serrranas, a las que el Arcipreste dedica dos composiciones: una narrativa en cuaderna vía, y otra lírica en estrofas de versos octosílabos. Aquí parodia el género provenzal de la pastorela, o de la serranilla castellana, que relataban el encuentro entre un caballero viajero por el monte y una hermosa pastora que le ayudaba a guiarse, y a la que requería galantemente de amores... Las serranas del Arcirpreste son una caricatura. enormes, hombrunas, feísimas, monstruosas, y que lejos de rechazar delicada y razonadamente al viajero -como hacían las pastorcillas de los poemas originales- acosan con rudeza a nuestro protagonista. Os dejo a la más fea de todas Aldara, de Tablada. Leedla con atención e imaginando cuidadosamente lo que cuenta, y enténderéis por qué es una caricatura en toda regla.

  • Tras ellas vendrán otras damas, entre ellas la monja Dª Garoza,que intercambia un intenso debate con Trotaconventos (salpicado, por supuesto, de exempla) y que finalmente accede al amor del Arcipreste, descubriéndole un amor puro y espiritual que parece por fin conciliar aquellos dos amores que parecían opuestos: el humano y el divino, el de hombres y mujeres, y el de Dios. PeroGaroza muere, y poco después lo hace también la vieja Trotaconventos. Y el Arcipreste le escribe un Planto (nombre medieval de la elegía) donde impreca a la muerte como fin de todo lo bueno: los goces, la amistad, el amor, el cuerpo, la vida. Esta vida. Muy lejos del teocentrismo y ascetismo medievales, encontramos una visión vistalista aterrorizada ante la idea de la muerte y la incertidumbre de lo que puede haber detrás (impropia, claro está, de un clérigo en principio lleno de fe). Otra nota desconcertante para un libro lleno de enigmas.

  • Y un penúltimo cambio de tercio: el delicioso Elogio de la mujer chiquita, con un giro irónico y sutil al final que lo convierte en sátira. Tras él, algún poema a la Virgen, alguna cantiga de ciego, y más textos sobre cómo leer este libro y qué hacer con él.




Todos un mosaico de temas, géneros y tonos. Para elegir no falta. Tal y como el Arcipreste quería.

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