domingo, 17 de octubre de 2010

Don Álvaro o la fuerza del sino - Duque de Rivas (comentario de texto)

PAUTAS PARA EL COMENTARIO

  1. El texto corresponde al final de la obra: Puede ser interesante conocer en lo esencial (ampliando el libro de texto) cuáles son los acontecimientos que conducen irremisiblemente a un final tan patético. Infórmate, pues, del argumento del drama.
  2. El destino cumple un papel esencial desde el mismo comienzo de la acción: se superpone a la voluntad y a la acción de los personajes, quienes, arrastrados por él, verán frustrados todos sus anhelos. En muchas ocasiones, este destino se manifiesta como una casualidad forzada por el propio autor. ¿Aparece de esta forma en algún momento del pasaje? Coméntalo.
  3. En conexión con el destino, se presenta también el tema del error funesto. ¿Qué es lo que provoca el cambio de actitud de don Alfonso, quien, herido de muerte, se manifiesta arrepentido de su actuación y pide confesión, y un instante después, preso nuevamente de la ira, mata a su propia hermana?
  4. Los elementos escenográficos cobran una importancia fundamental en este final de la obra. Señálalo y coméntalo. ¿Cuál es su función en el texto?
  5. Las palabras finales de don Álvaro son muy significativas. Las actitudes irreverentes y aun demoníacas son muy frecuentes en ciertos personajes románticos (pueden observarse también en don Juan Tenorio y en el protagonista de El estudiante de Salamanca). Comenta cómo se entiende en la obra esta reacción del personaje. ¿Con qué ideas y presupuestos básicos de la ideología romántica se relaciona esta tendencia hacia lo demoniaco?



[JORNADA V ESCENA SEXTA]




DON ALFONSO. Ya lo conseguiste. ¡Dios mío! ¡Confesión! Soy, cristiano...


Perdonadme.... salva mi alma...


DON ÁlVARO (Suelta la espada y queda como petrificado). ¡Cielos!... ¡Dios


mío!... ¡Santa Madre de los Ángeles!... ¡Mis manos tintas en sangre..., en sangre de


Vargas!...


DON ALFONSO. ¡Confesión!, ¡confesión!... Conozco mi crimen y me arrepiento...


Salvad mi alma, vos que sois ministro del Señor...


DON ÁLVARO (Aterrado.). ¡No, no no soy más que un réprobo, presa infeliz del


demonio! Mis palabras sacrílegas aumentarían vuestra condenación. Estoy manchado


de sangre, soy irregular.. Pedid a Dios misericordia... y.. esperad..., cerca vive un santo


penitente..., podrá absolveros... Pero está prohibido acercarse a su mansión... ¿Qué


importa? Yo que he roto todos los vínculos, que he hollado todas las obligaciones...


(Don Álvaro corre hasta la puerta de la ermita. El ermitaño que vive


apartado en ella resulta ser doña Leonor, la enamorada de don Alvaro y


hermana de don Alfonso. a quien ambos creían muerta. Es ya la escena


VII)


DON ÁLVARO (Retrocediendo horrorizado por la montaña abajo.) ¡Una


mujer!... ¡Cielos!... ¡Qué acento!... ¡Es un espectro!... Imagen adorada.., ¡Leonor!


¡Leonor!


DON ALFONSO (Como queriéndose incorporar.). ¡Leonor!... ¿Qué escucho?'


¡Mi hermana!


DOÑA LEONOR (Corriendo detrás de DON ÁLVARO).


¡Dios rnío! ¿Es don Álvaro?... Conozco su voz... El es... ¡Don Álvaro!


DON ALFONSO. ¡Oh furia! Ella es... ¡Estaba aquí con su seductor!... ¡Hipócritas!...


¡Leonor!


DOÑA LEONOR. ¡Cielos!... ¡Otra voz conocida!... ¿Mas que veo?... (Se precipita


hacia donde ve a DON ALFONSO)


DON ALFONSO. ¡Ves al último de tu infeliz familia!


DOÑA LEONOR (Precipitándose en los brazos de su hermano.).


¡Hermano mío!... ¡Alfonso!


DON ALFONSO (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a


LEONOR.). Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra...


Muero vengado. (Muere.)


DON ÁLVARO. ¡Desdichado!... ¿Qué hiciste?... ¡Leonor! ¿Eras tú?... ¿Tan


cerca de mí estabas?... ¡Ay! (Sin osar acercarse a los cadáveres.) Aún respira..., aún


palpita aquel corazón todo mío... Ángel de mi vida..., vive, vive..., yo te adoro...


¡Te hallé, por fin..., sí, te hallé... muerta! (Queda inmóvil.)


[ESCENA ÚLTIMA]


(Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca,


crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el «Miserere» a la


comunidad, que se acerca lentamente.)


VOZ DENTRO. Aquí, aquí; ¡qué horror! (DON ÁLVARO vuelve en sí, y


luego huye hacia la montaña. Sale el PADRE GUARDIÁN con la


comunidad, que queda asombrada.)


PADRE GUARDIÁN. ¡Dios mío!... ¡Sangre derramado! ¡Cadáveres!... ¡La mujer


penitente!


TODOS LOS FRAILES. Una mujer... ¡Cielos!


PADRE GUARDIÁN. ¡Padre Rafael!


DON ÁLVARO (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso,


dice:) Busca, imbécil, al Padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el


demonio exterminador... Huid, miserables.


TODOS. ¡Jesús, Jesús!


DON ALVARO. Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo, perezca la


raza humana; exterminio, destrucción... (Sube a lo más alto del monte y se


precipita.)


EL PADRE GUARDIÁN Y LOS FRAILES (Aterrados y en actitudes diversas.).


¡Misericordia, señor! ¡Misericordia!

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