lunes, 26 de diciembre de 2011

Libros enlutados (Cinco horas con Mario de Miguel Delibes)


Lo de Mario era excesivo. ¿Cómo casar la orla negra de seis cíceros de Pío Tello con su suéter azul? Los amigos se escondían en su hombro y le palmeaban la espalda sin miramientos, como si quisieran sacarle el polvo a su suéter azul. "Cierre del todo. Es mejor que cierre del todo". "Hace frío". "Es muy mala la corriente". "Así, gracias". "El corazón es muy traicionero, ya se sabe". "Lo dicho". "Una orla bien negra, Pío, por favor". Y no es que la agradasen las esquelas pero de perdidos, al río. Y  se me quedó plantado, delante, como haciéndome cara, te lo juro, que me asustó, "¿quién ha vuelto los libros?", "pues yo", le dije, y él dijo: "los libros eran él", ya ves qué salida, que así, tan llamativos, con esas pastas, no son luto ni cosa parecida, porque tú ya sabes, Valen, cómo hacen ahora los libros, que parecen cualquier cosa, cajas de bombones o algo así, que dan más ganas de comerlos que de leerlos, ésta es la verdad, que vivimos la época de los envases, hija, no me digas, que en todas las cosas vale más lo de fuera que lo de dentro, que es una engañifa y una vergüenza, figúrate en un caso así, tú dirás, con un muerto en casa y todo rodeado de colorines, al demonio se le ocurre, que yo, ya me conoces, tuve la santa paciencia de volver libro por libro, menos mal que los paños negros tapaban la mayoría, que si no, la mañana entera, como lo oyes, menuda trabajina, si no se ve no se cree.  Y  hay que ver las manos que me puse, la porquería que almacenan, para eso es para lo que sirven los libros, como yo digo, que lo que siento es no haberme dado cuenta a tiempo, que si me ayudan los chicos de la funeraria, figúrate, en un santiamén, claro que qué vas a pedir a esa gente, ni enterarse, a ver, natural, de detalles, cero, ellos atienden su oficio y adiós muy buenas, si te he visto no me acuerdo. "En la vida he visto un muerto así se lo aseguro. ¡Pero si ni siquiera ha perdido el color!" "¿No quieres pasar a verle, Valen? Te advierto que no impone nada". "De veras que no, bobina. Prefiero guardar un recuerdo de Mario vivo".  (Prólogo de la obra)

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