Leer puede ser para los chicos y adolescentes, además de un placer, una inversión a largo plazo. Dos estudios, uno argentino y otro internacional, dan cuenta de esta evidencia, mientras que los especialistas consultados por Clarín coinciden: la lectura en los tiempos de ocio hace que los futuros adultos rindan mejor en la vida.
Una reciente investigación británica de la Universidad de Oxford, que siguió a casi 20.000 personas entre la adolescencia y la adultez, reveló que leer por placer asegura un mayor éxito profesional. Los testearon a los 16 años y volvieron a hacerlo a los 33. Los lectores habían llegado a ocupar mejores puestos en empresas que aquellos para los que la lectura no había sido una prioridad.
En la Argentina, se comprobó que los estudiantes que egresan del secundario salen mejor preparados si en sus casas hubo una biblioteca. La conclusión se desprende del último Operativo Nacional de Evaluación del Ministerio de Educación, que examinó a los alumnos de quinto año: a medida que crece la cantidad de libros en el hogar, los desempeños en Lengua y Matemática mejoran. Y la falta de libros en casa explica, en parte, las bajas notas que obtienen en el colegio.
El verano, fuera de las obligaciones escolares de todo el año, es una época ideal para incentivar la lectura, sobre todo en los más pequeños de la familia. Desde la Fundación Leer, aseguran que dedicarles unos 20 minutos diarios a leerles un libro es clave para generar el hábito y que luego, una vez alfabetizados, ellos continúen haciéndolo por sus propios medios.
Según Rafael Gagliano, docente de Filosofía y Letras de la UBA, leer libros “permite un nivel de concentración y focalización mayor, reduce la dispersión de la vida mental y posibilita mirar detalladamente una trama o historia y ser fiel a su comprensión e interpretación”.
Gloria Gitaroff, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, enumera una serie de ventajas difíciles de rechazar: “El hábito de la lectura no sólo nos entrena; ayuda a expresarnos mejor y acostumbra a una correcta ortografía y gramática, y a ampliar el vocabulario. Además, desarrolla la imaginación y la creatividad, aumenta la capacidad de memoria y ejercita la concentración”.
Abraham Gak, ex rector de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, considera que la lectura “permite hablar mejor y, en matemática, contribuye a desarrollar un pensamiento lógico. Quienes están acostumbrados a leer libros adquieren una sensibilidad diferente y se expresan con mayor exactitud, a contramano de los que sólo leen por Internet, donde sólo picotean y adquieren un conocimiento fragmentario”.
Para Patricia Mejalelaty, directora ejecutiva de la Fundación Leer, la lectura es una habilidad transversal a todas las áreas del conocimiento. “Un chico que no lee libros tiene dificultades para comprender y seguramente le va a ir mal en todas las asignaturas. No sólo en Lengua. Por ejemplo, no va a ser capaz de comprender el enunciado de un problema matemático o de sacar ideas de un texto”, grafica. Por eso destaca que es importante que tanto padres como maestros ejerzan un rol de mediadores en el hábito de implantar la lectura. “Donde no sólo sea la lectura sino donde circule la palabra y esté presente la anécdota, en donde los abuelos tengan un rol determinante”, aconseja Mejalelaty. Y agrega: “Cuando los chicos tienen acceso a libros que han sabido captar su interés, como lo logró Harry Potter con una historia atrapante, se sumergen de lleno”.
Axel Rivas, director del Programa de Educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), destaca que el buen desempeño en relación a la disposición de libros en el hogar está emparentado fundamentalmente con una cultura familiar: “Esa correlación no se debe al hecho de que sólo tengan libros, sino a que hay una familia con predisposición a transmitir ese habito desde temprana edad. Se trata de una responsabilidad conjunta en que juegan varios aspectos: el principal es generar confianza en los chicos: todos pueden aprender”.
Los especialistas coinciden en que la presencia de libros en el hogar depende de una tradición y cultura familiar. Y del estrato social. En muchos casos, la ausencia de libros se debe a limitaciones de espacio e incomodidades propias del hacinamiento en las casas. Gak opina que “esto está unido a las condiciones de vida y a los derechos que deben tener todos los chicos. Por eso es tan importante la igualdad de oportunidades”.
Fuente: clarin.com
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