domingo, 21 de noviembre de 2010

Alfonso Canales, poeta de la soledad y la amistad


En su casa de Málaga en 2002

Recibió en el año 1965 el Premio Nacional de Literatura


SANTIAGO BELAUSTEGUIGOITIA 20/11/2010. El País

 
"¡Oh soledad, mi soledad, aroma / de la muerte, naufragio / del contiguo vivir, cuchillo, llama, / que corta, quema el mundo y manos, voces / que el mundo alza como alambres para / tender los paños, las banderas limpias / de la amistad!/ ¡Oh soledad, presagio / de la tierra movida o de la cal y el canto / clausurados!". Los primeros versos del poema El lecho trazan algunos aspectos clave de la literatura de Alfonso Canales. Esa soledad que se imbrica en el juego de la vida y la muerte como los flujos y reflujos de una marea interminable ha abrazado para siempre al poeta malagueño. Canales, uno de los poetas de la Generación de los años 50, murió ayer, 19 de noviembre, a los 87 años.

"La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú"
Parecía destinado desde niño al quehacer poético. En su infancia vivió en la casa de su abuelo en Málaga, en la céntrica calle Larios. Al otro lado del tabique tenía su residencia Emilio Prados, uno de los poetas del 27. Canales recordaba la costumbre que tenía Prados de cantar. Por cosas como esa en Málaga le tachaban de loco. Y también consideraban unos chalados a otros poetas que se movían por aquella ciudad, como Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa. Pero Málaga, la capital que el poeta y Nobel Vicente Aleixandre inmortalizó como "la ciudad del paraíso", era también un objeto de pasión para Canales. "Málaga quizás sea la ciudad más democrática de España. Nadie levanta la cabeza por encima de los demás", dijo Canales en una entrevista a EL PAÍS en 2002. "Yo siempre me he encontrado bien en Málaga. En ningún sitio he estado mejor. He tenido buenas ofertas para trabajar en Madrid, pero siempre he preferido estar aquí", recalcó para dar cuenta de su intenso vínculo con la ciudad.
Canales recibió el Premio Nacional de Literatura por su libro Aminadab en 1965. A otra obra suya, Réquiem andaluz, fue a parar otro prestigioso galardón, el Premio de la Crítica en 1973. Entre su obra poética figuran también Sonetos para pocos (1950), Port Royal (1956), Cuenta y razón (1962) y Tres oraciones fúnebres (1983).
Canales se unió a otro gran poeta, el antequerano José Antonio Muñoz Rojas, para promover en 1950 la revista Papel Azul y la célebre colección de poesía A Quien Conmigo Va, con su inolvidable nombre que evoca el Romance del Infante Arnaldos. "Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va", concluye el romance medieval con una decidida apuesta por una poesía que se siente como parte esencial de la vida. En esto coincidía varios siglos después el propio Canales al no querer mercantilizar su escritura y convertirse en un profesional de las ideas y las imágenes poéticas.
"Muñoz Rojas decía que no era profesional de la literatura. A mí me pasa lo mismo. Él es un agricultor y yo, un abogado. De la abogacía vivo. La poesía es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres tú. Tiene sus temporadas de silencio, su efervescencia, pero eso no lo manejas tú", afirmaba Canales. El poeta fue asimismo uno de los fundadores de la revista Caracola, que promovió desde Málaga mucha de la mejor poesía de la posguerra.
En los años cincuenta y sesenta, Canales organizó en su casa tertulias literarias en las que, además de Muñoz Rojas, participaron el novelista Camilo José Cela, el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja y poetas del 27 como Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Aleixandre. Eran reuniones en las que brillaba su culto a la amistad y la literatura. Su biblioteca, que contaba con cerca de 20.000 volúmenes, era famosa por la calidad de sus libros.
El escritor Eduardo Jordá recordaba ayer a Canales como "un buen poeta y, a la vez, un poco excesivamente barroco". "A Canales se le encasilló en la injustamente atribuida segunda división del Grupo Poético de los años 50 junto a otros autores nada desdeñables como Eladio Cabañero, Alfonso Costafreda y los hermanos Carlos y Antonio Murciano", señaló Jordá.
"¿Adónde vamos a parar con tanta / ráfaga que se va por un postigo, / si el cisne se nos muere cuando canta? // ¿Qué puede alimentarnos este trigo / que siempre se nos queda en la garganta? / ¿Adónde vamos a parar, amigo?", decían los últimos versos de su soneto El poeta se lamenta de la fugacidad del querer humano. La respuesta a estas preguntas se hace ineludible en el momento de su muerte.

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