ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS - Madrid EL PAÍS - Cultura - 09-05-2011
"Salamanca le da de comer a mis hijos. Y los cuentos les dan de merendar". Para Miguel de Unamuno, icono del intelectual vehemente y melancólico, el relato corto fue una importante fuente de ingresos y también un terreno para medir su pulso literario. Padre de nueve hijos, justificaba así el asunto práctico: "Si por un cuento te dan cinco, seis u ocho duros, libres de gastos, ten por seguro que una novela 20 veces más extensa que él no te daría 100, 120 o 160 duros".
Pero más allá de las cuentas domésticas del viejo rector, los relatos fueron uno de sus más importantes campos de experimentación. "En los cuentos de Unamuno están todas sus ideas, la génesis de posteriores desarrollos, los núcleos del resto de su obra", explica Óscar Carrascosa Tinoco, encargado de la edición de cuentos completos que ahora publica Páginas de Espuma. Ochenta y siete relatos que suponen la mayor recopilación hecha hasta la fecha de su obra breve. "En definitiva", añade Carrascosa, "en los cuentos de Unamuno está todo Unamuno, su heterodoxia, todo su asistematismo, que llena de perlas sus relatos, y también toda su coherencia de pensamiento".
"Hasta ahora ninguna edición había recogido tantos", asegura el encargado de este libro que incluye relatos que a veces no superan las dos páginas y llevan títulos como Ver con los ojos, El héroe, ¿Por qué ser así?, El desquite, El que se enterró, Un cuentecillo sin argumento o Carbón, carbón. Eso sí, Carrascosa advierte: "La prudencia investigadora nos obliga a decir que podría aparecer alguno más en el futuro, pero a día de hoy es la primera vez que se reúnen todos". Entre los relatos, algunos (¡El amor es inmortal!) jamás se habían editado antes. "Este relato se publicó originalmente en la revista venezolana El Cojo Ilustrado el 1 de julio de 1901. Pero lo curioso es que 20 años después, Unamuno incluyó este relato en el capítulo VII de La tía Tula. Él solía decir que escribía a la que salga, pero no era verdad".
Unamuno publicó cuentos a lo largo de toda su vida en revistas y periódicos. En ellos ofrecía claves de su personalidad y de su pensamiento. La concisión del estilo, sus eternas preocupaciones filosóficas y la sátira social. "Era malhumorado, pero tenía humor, de ahí la bufotragedia, que está tan presente en sus cuentos como la meditatio mortis o la obsesión por la inmortalidad, la suya, claro", señala Carrascosa.
La publicación de los cuentos completos se suman a la serie de conferencias realizadas el pasado mes en la Fundación Juan March de Madrid por Jon Juaristi, que ultima una biografía sobre el autor de San Manuel Bueno Mártir y que desgranó durante tres jornadas la fascinante peripecia vital de este hombre que nació en Bilbao en 1864 y murió en Salamanca a finales de 1936, hace ahora 75 años. La última de las tres conferencias se centró en los meses finales del escritor (recogidos en el estremecedor Agonizar en Salamanca, el libro de Luciano G. Egido editado en 2006 por Tusquets) y que constituyen uno de esos puntos sin retorno en la historia de España. Unamuno -"aquella roca de resistencia y de rebeldía", señala G. Egido- moría acosado por ambos bandos y, como dijo Ortega, por causa del "mal de España". Un mal que Juaristi empieza a detectar cuando años antes, en su destierro a la isla de Fuerteventura por sus críticas a la dictadura de Primo de Rivera, Unamuno, que esperó sin éxito el apoyo de las masas ("y obviamente no se movió nadie"), empieza a cuestionar su rol histórico: "Llega a Fuerteventura y el pueblo español no chista. Y él empieza a tener serias dudas sobre su papel en la vida española. Si se habrá equivocado al representar un papel político que se aleja de su verdadera función: agitador de espíritus a través del pensamiento y la literatura".
Aunque el latigazo mortal le llegaría después de famoso enfrentamiento a Millán Astray en la Universidad de Salamanca, sobre cuyas consecuencias hablaría en estos términos antes de morirse: "Estoy desesperado. ¿Usted piensa sin duda que los españoles luchan y se matan, queman las iglesias o dicen misas, agitan la bandera roja o el estandarte de Cristo porque creen en algo? ¡No! ¡No! Escuche bien, ponga atención en lo que voy a decirle. Todo esto sucede porque los españoles no creen en nada. ¡En nada! ¡En nada! Están desesperados. Ningún otro idioma del mundo posee esta palabra. El desesperado es el que ha perdido toda esperanza, el que ya no cree en nada y que, privado de la fe, es presa de la rabia".
"Hay que empezar a ver a Unamuno como una de las claves de la modernidad", señala Carrascosa. "Y sus cuentos son una llave para entender de verdad la crisis de la modernidad. La crisis de Unamuno es el epítome de la crisis moderna. Y es ahí donde se entiende su grandeza y desde ahí se establece su canon. Representa la gran figura del intelectual inconformista con todo, con el poder y consigo mismo, que por desgracia hoy se ha perdido".
Poética de lo breve
- Para el narrador, filósofo y poeta Miguel de Unamuno no existían las fronteras entre los distintos géneros literarios. Todos ellos le sirven para expresar una misma problemática intelectual:
- "Sí, tus obras mismas, a pesar de su aparente variedad, y que unas sean novelas, otras comentarios, otras ensayos sueltos, otras poesías, no son, si bien fijas, más que un solo y mismo pensamiento fundamental que va desarrollándose en múltiples formas".
- "El escritor que hoy quiere ser leído, lo repito, ha de saber fabricar píldoras, extractos, quintaesencias. La cuestión estriba en hacerlo de modo que sean agradables de tomar; en saber dorarlas".
- "Son, pues, no pocos cuentos novelas abortadas, con lo que a menudo ganan. Pero otras veces pierden. Y así un cuento que sea más que un núcleo de novelas, como cuento es imperfecto, como imperfecta es la novela que no sea más que un estiramiento de un cuento".
No hay comentarios:
Publicar un comentario