El académico publica Alma Venus, poema unitario que coincide con sus 50 años de actividad. Lasa y Zabala, Paesa y Palma Arena desfilan por sus páginas
“No hace falta que los lectores capten todas las referencias y si lo hacen es que me he equivocado. Lo que busco es un efecto estético y ético en cada uno de los versos. ¿Qué justifica la poesía? Es la expresión literaria que más se aleja del uso utilitario de la palabra. Es un reducto de libertad y de individualidad ante la realidad de la globalización”, explica el autor.
Con Alma Venus (Seix Barral), Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) “no” celebra los 50 años de su primer poemario, Mensaje del Tetrarca (1963). “Muchos creen”, avisa, “que mi primer libro fue Arde el mar [1966, premio Nacional de Poesía], porque fue más leído, pero no”. No le apetece hablar de esos 50 años. “Alma Venus no tiene carácter conmemorativo. No es su misión ni es un jubileo artístico”.
Causa cierta sorpresa que aborde temas políticos y sociales de la actualidad. “No exageremos. Hay temas políticos y sociales, pero no superan el 10% o el 15% del conjunto. Parece que el lector no lo asocia con mi estética y aparentemente resulta raro, pero no es la primera vez que lo hago”. Es cierto, ya habló del Che Guevara en los años 60, y de temas de actualidad en Mascarada, Tornado o El diamante en el agua.
“Muy pocos personajes del mundo social aparecen con su nombre. Con alguna excepción, solo doy el de las víctimas”, aclara. No es difícil de entender. “¿Urganda la desconocida? No”: / “en pieza separada, Palma Arena”[...]. “Urganda es un personaje del Amadís de Gaula, que luego apareció en El Quijote”, se limita a decir Gimferrer.
En otro poema, encontramos a Lasa y Zabala, los etarras cuyos cuerpos fueron enterrados en cal viva e identificados diez años después. Ya los citó en El diamante en el agua y en Alma Venus vuelve a mencionarlos en un escenario de la película Muerte en Venecia: “[Death in Venice, cal viva en las esquinas” / “como Lasa y Zabala sepultados”[…]. Como vuelve también al Che Guevara. Y tampoco ha sabido resistirse al caso Paesa. “No me interesa tanto su fingida muerte en Tailandia como que encargaran misas gregorianas en su memoria en el monasterio de Cardeña, el del Mio Cid”.
Pere Gimferrer aborda asuntos de gran calado, como el fascismo —“No menciono a Mussolini”—, cuyas consecuencias, afirma, llegan hasta nuestros días. O Europa, con la que se muestra muy duro. “Europa como cultura e historia puede existir, aunque, a mi juicio, esta Europa llega hasta Rusia. No podemos prescindir de autores como Dostoievski y Pushkin. Otra cosa muy distinta es la UE que inventaron unos electos reversibles con la pretensión de crear una realidad irreversible. Esta Europa sin fronteras ni pasaportes ya la intentaron Napoleón y Hitler. Ahora, no lo hacen genocidas ni militares sino burócratas”.
Pero hay, sobre todo, en este libro una reflexión constante sobre la palabra, la dignidad de la palabra, decía Blas de Otero, y sobre la poesía. “Alma Venus trata más de la poesía que del amor”, aunque hay un poema que los une: “Fantaseando, descubrí el amor” / “pero el amor es algo realista;” / “fantaseando, descubrí el poema,” / “mas el poema crea realidad”. “Es una paráfrasis de Àusias March, al que traduje al castellano. El amor y la poesía son maneras distintas de ver la realidad”.
“Todo poema tiene un tema sólo:” / “cómo decir otra cosa con la palabra”. Gimferrer afirma: “Las palabras crean otra realidad, no argumental”. Por cierto, el académico sigue poniendo acento en el adverbio solo. “Yo no soy el único. Javier Marías también lo hace. Como escritor no puedo vincularme a ciertas normas de la Real Academia”.
Gimferrer es “muy optimista” respecto al futuro de la poesía. “Sería como si con la desaparición de los discos desapareciera Mozart. Puede ir en cualquier soporte, papel o digital, no le afecta”. El autor de Alma Venus descarta por ahora escribir otra novela (publicó Fortuny, en 1983) o terminar sus memorias, que inició en 1984. “Estoy concentrado en la poesía”. Escribió Alma Venus entre el 8 de julio y el 20 de agosto de 2012, “trabajando 12 horas seguidas”. Al revés que Jaime Gil de Biedma, “que planeaba previamente”, Gimferrer no lo hace. “Concibo el verso, antes de conocer su sentido lógico y semántico. Primero, el ritmo, luego, el sonido y después, la palabra. Cuento con que dentro de mí hay una coherencia. Las palabras se organizan si por dentro estás organizado. Cada cuatro o cinco versos, tomo notas rápidamente casi con taquigrafía. Es importante hacerlo deprisa porque a veces no entiendo mi propia letra”.
Y concluye: “Soy un formalista extremo. Cada vez más”.
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