El congreso sobre el poeta cordobés desmontó ayer en su primera jornada la contraposición entre los dos escritores y sus estilos literarios
Comenzó a pintarse el retrato. No será un cuadro individual, con la mirada de una única persona que se acerque a la figura de Luis de Góngora, una de las más trascendentales de la literatura en lengua española, sino un retrato a muchas manos, cada una con un estilo y una forma de tomar el pincel fingido para hablar del gran renovador de la poesía española a finales del siglo XVI y principios del XVII.
El congreso internacional «El Universo de Góngora. Orígenes, textos y representaciones», el primero que se dedica a la figura del autor de las «Soledades» dio comienzo ayer y traerá durante los próximos días a los máximos especialistas mundiales en Góngora, que abordarán una multitud de temas diferentes.
Uno de los primeros tuvo como virtud derribar un mito: el de la controversia entre el culteranismo y el conceptismo, y por ello entre Góngora y Quevedo. El profesor Antonio Carreira, del Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, tenía una conferencia bajo un título sugestivo: «Presencia de Góngora en la poesía de Quevedo», y antes y después de ella parecía dispuesto a derribar mitos. «Se inventó eso seguramente un arqueólogo malagueño, lo recogió Menéndez Pelayo y de ahí se difundió en la historias de la literatura, lo de que en el Siglo de Oro hubo dos escuelas contrapuestas, con dos jefes respectivos, que son Góngora y Quevedo», dijo, para después aclarar que no hubo dos escuelas, sino muchas escuelas.
«El culteranismo y el conceptismo son dos vertientes que se practicaron por los poetas y a veces por los prosistas», afirmó, para después insistir en que el culteranismo, al que se adscribía al poeta cordobés, «es una consecuencia del Renacimiento, porque significa tener presente la antigüedad clásica para renovar el lenguaje poético acudiendo a los procedimientos de la lengua latina». Esto, dijo, lo hacen los dos.
Por otro lado está el conceptismo, que «no es más que una moda que viene de Italia y que consiste en utilizar procedimientos retóricos cada vez más complejos», y que está presente en la literatura de toda Europa, además de en la pintura.
Los dos poetas, además, pertenecían a generaciones diferentes. Góngora era casi veinte años mayor que Quevedo, «podía ser su padre». Cuando empieza a escribir, el cordobés era un autor famoso y cuando murió, el autor de «El Buscón» apenas había publicado nada, con lo que «no tenía donde leerlo». Y tampoco iba a ocuparse por un aspirante que apenas había publicado nada entonces.
«Quevedo, que no era tonto, sí que leyó a Góngora y sabía que era el gran maestro de la renovación poética de su tiempo», manifestó. Incluso cita una décima de Góngora, «como criterio de autoridad», en una pequeña obra. A lo largo de la conferencia, fue tomando algunos versos del autor madrileño donde, a su juicio, se puede encontrar la huella del cordobés, pero también puso ejemplos de textos de Góngora que podrían pasar, por el estilo y la temática, como propios de Quevedo.
¿Contestación juvenil entonces o búsqueda de la propia voz yendo contra la gran referencia de su tiempo?
De ambas cosas podía haber, según Antonio Carreira. Quevedo escribió muy joven, unas décimas contra una letrilla de Góngora. El cordobés había estado en Valladolid en 1603, cuando estaba allí la Corte, y el río Esgueva se convirtió en cloaca. Escribió entonces una letrilla burlesca muy conocida: «¿Qué lleva el señor Esgueva? / Yo os diré lo que lleva?».
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