Regeneracionismo y crítica social son otros rasgos destacados de la obra
Luís Martínez González
Inevitablemente, en la obra de todo novelista hay mucho de autobiográfico. Si bien es cierto que esta premisa no se da en todos por igual, también lo es que, a la hora de crear una historia o unos personajes, ninguno puede sustraerse a sus propias vivencias, es lógico. Algunos lo niegan tajantemente pero ello no deja de ser una pose estudiada o una forma de alejar el foco de atención de su persona y acercarlo a la obra que han escrito.
Esta circunstancia se da muy acusadamente en el español Felipe Trigo (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1864-1916), un autor hoy poco recordado pero que, en su tiempo, gozó de gran popularidad. Bien es cierto que ésta se debía más a sus novelas de tono erótico –entonces llamadas “sicalípticas”- que a sus textos más importantes.
El médico rural se desarrolla en un pueblo de Extremadura como el de la foto. |
En éstos últimos los protagonistas son, invariablemente, trasunto del propio autor en distintas fases de su vida. Por ejemplo, ‘En la carrera’ narra su etapa como estudiante en Madrid. Además, su experiencia como médico rural en distintos pueblos de Extremadura marcaría profundamente sus obras. Allí conocería de primera mano los latifundios y el caciquismo que dominaban la zona sur de España, una situación social que no se cansaría de fustigar a través de su pluma. A ello responde su novela más importante: Jarrapellejos, que nos muestra el dominio que ejerce el cacique así llamado en el pueblo de La Joya, donde nada se mueve sin su autorización.
También El médico rural, publicada en 1912 se ajusta a estas características. Esteban es un joven doctor que llega a un pequeño pueblo de Sierra Morena acompañado de su mujer y su hijo. Es su primer destino y pronto tendrá que lidiar, además de con sus propias inseguridades, con los habitantes de la zona, anclados en unas estructuras sociales arcaicas.
Es la historia tantas veces repetida del joven moderno e imbuido de nuevas ideas que llega a una zona en la que aún dominan formas de vida pasadas –recuérdese la Doña Perfecta de Galdós-, con lo que el choque entre ambas partes es inevitable. Formalmente, la obra se adscribe a los cánones del Naturalismo. Si bien puede considerarse a Trigo un epígono del movimiento, pues, cuando la novela fue publicada, éste ya había caído en trance de desaparición. En consecuencia, no rehúye los elementos más escabrosos y descarnados. Sin embargo, se trata de una excelente narración autobiográfica y de tonos regeneracionistas.
Fuente: Escritores de Extremadura.
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