La regla general es que se escriben en minúscula los tratamientos honoríficos que anteceden al nombre de una persona. Así, en una secuencia como don Carlos, lo correcto es dejar en minúscula el honorífico don y reservar la mayúscula para el nombre propio Carlos.
Lo mismo vale para cualquier tratamiento religioso, académico o del tipo que sea que preceda a un nombre: escribimos santa Teresa, san Mateo, sor Juana Inés de la Cruz, fray Bartolomé de las Casas, el reverendo Martin Luther King, el mahatma Gandhi, el doctor Mabuse, etc. Como se puede comprobar en la lista anterior, se incluyen aquí apelativos como san(to), santa, que tradicionalmente requerían mayúscula, y tratamientos estereotipados como mahatma ’gran alma’ aplicado a Gandhi.
Tampoco se libran los tratamientos que preceden a un nombre propio en el encabezamiento de una carta, por ejemplo:
Estimado señor Cifuentes:
Estimada doctora Llorente:
Sin embargo, cuando estos tratamientos se abrevian, se mantiene la mayúscula que tradicionalmente tenía la abreviatura: D.ª Sofía, Sr. Chinarro, S. Juan de la Cruz, Dra. Téllez, etc.
No se aplica la escritura en minúscula cuando el honorífico no es tal, sino que forma parte integrante e inseparable de un nombre propio. Sin ir más lejos, en Extremadura hay un pueblo que se llama Don Benito. Como es natural, no se le puede quitar la mayúscula inicial, como no podemos hacerlo con San Miguel cuando nos referimos a una conocida marca de cerveza española. Existe el apellido San Segundo, y una persona que lo lleve se llamará Rosa San Segundo, con mayúscula en el San. Lo mismo ocurre cuando el honorífico en cuestión es la palabra inicial del título de una obra, pues, como es sabido, la primera palabra de un título se ha de escribir en mayúscula:
Estoy leyendo Don Segundo Sombra, una novela de Ricardo Güiraldes
La regla que se expone en este artículo es la que prescribe la Ortografía de la lengua española de 2010. Se alinea con la que rige el uso de la mayúscula con denominaciones de cargos, títulos, etc. y supone en algunos aspectos una ruptura con la tradición hispánica. Es sabido que la publicación de la última versión de la Ortografía estuvo rodeada de una viva polémica; pero, curiosamente, mientras las redes sociales se inflamaban por un quítame allá esa tilde, se estaba poniendo patas arriba el uso de las mayúsculas sin que nadie o casi nadie se enterara.
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