Robert Saladrigas recopila en un libro las entrevistas que hizo a 21 escritores hace casi cuatro décadas
ANTONIO PANIAGUA / MADRID
Día 12/02/2012 - ABC.es
ISBN978-84-938909-5-7Pag240P.V.P18 €Formatorústica, 20 x 13 cm |
Barcelona se convirtió en los años sesenta y principios de los setenta en un refugio de escritores latinoamericanos. Gracias al editor Carlos Barral y la agente Carmen Balcells, la ciudad acogió entonces a prometedores narradores que con el transcurso del tiempo ocuparon las cimas de la literatura. Esta circunstancia permitió al escritor y periodista Robert Saladrigas entrevistar a muchos de ellos. Ahora, casi cuatro décadas después, la editorial Alfabia recoge en Voces del "boom" muchos de aquellos encuentros. Son 21 entrevistas que recaban el testimonio de los más sobresalientes prosistas de aquella época dorada, entre los que destacan Jorge Amado, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Se trata de conversaciones en profundidad, que Saladrigas ha hilado dándoles forma de monólogos.
Según el autor de las entrevistas, que publicó sus trabajos entre 1968 y 1975 en la revista 'Destino', muchos de los protagonistas del tan traído y llevado boom carecían del menor sentimiento de pertenencia a un grupo. "Es cierto que en cierta manera la mayoría de ellos eran exiliados, pero conviene no olvidar que el boom propiamente dicho era una marca publicitaria", dice el novelista. Los de mayor edad, como es el caso de Onetti, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda y Juan Rulfo, aprovecharon la charla para reivindicar que su obra "era anterior al estallido del boom".
En el libro hay ausencias destacadas, como las de Julio Cortázar, Ernesto Sábato, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Octavio Paz o Augusto Monterroso, no por decisión voluntaria de Saladrigas, sino porque fue imposible coincidir en tiempo y espacio con ellos.
Después de aquel tiempo glorioso para las letras, la cosecha del boom no puede ser mejor: dos novelistas y un poeta (García Márquez, Vargas Llosa y Octavio Paz) fueron coronados con el Nobel. Por añadidura, la extensa nómina de entrevistados han dejado un "puñado de ficciones intemporales", entre los que destacan los cuentos de Cortázar y esa audaz novela que se titula 'Rayuela'. No obstante, la machacona etiqueta con que se bautizó la eclosión de escritores latinoamericanos concita cierto recelo. Además, está la certeza de que "nada puede ya superar lo que entonces nos maravilló".
Pese al enriquecimiento literario que supuso, Saladrigas considera que hay autores que han resistido mal el paso del tiempo. Pone como ejemplos los casos de José Donoso o Severo Sarduy. De otros sencillamente se pierde el rastro. Poco se sabe de Miguel Arteche, Luisa Mercedes Levinson, Agustín Yáñez, Gustavo Álvarez Gardeazábal o Néstor Sánchez, aunque este ha sido últimamente reeditado por RBA. "Por el contrario, creo que los años han sentado estupendamente a Borges, Onetti y Rulfo, clásicos entre los clásicos de la gran literatura".
Creación y crisis
De todos los que se avinieron a contestar a sus preguntas, Saladrigas recuerda con especial agrado a Juan Rulfo y Manuel Puig, "tan vulnerable y a la vez convincente". Puig aborda con desgarro la historia de sus libros. "Fíjese qué cosas: para mí cada novela es consecuencia inmediata de una crisis", confiesa a Saladrigas. El novelista, quien experimentó la fascinación por el cine desde muy temprana edad, se sintió escindido por el mundo bello y mágico que las películas le ofrecían y la realidad de su pueblo, "de una dureza terrible, propia del 'far west'".
A quien también le marcó el desabrimiento de la tierra en que nació fue a Juan Rulfo. El autor de esa obra inmortal que es 'Pedro Páramo', denuncia del caciquismo y a la vez sobrecogedor retrato de un pueblo devastado por la soledad, las calles desiertas y la muerte, contó al entrevistador un episodio autobiográfico que esclarece los orígenes de esta novela. Cuando volvió a su pueblo, Rulfo lo encontró cambiado: alguien había plantado 'casoaricas', un tipo de árbol que, en vez de sisear, gime cuando sopla el viento. "Escuchar aquellos gemidos lastimeros en la soledad de lo que había sido mi pueblo, un pueblo que dejé próspero y recuperé gimiente, como si fuesen las piedras, las calles, las almas de los habitantes enterrados o huidos quienes expresaran su dolor en sollozos, me impresionó tanto, que de aquella estancia mía nació 'Pedro Páramo'", dice Juan Rulfo a Saladrigas.
Un escritor especialmente imaginativo y vocacional, Juan Carlos Onetti, no se anda con zarandajas cuando habla de las implicaciones políticas de la escritura. "Lo del compromiso específicamente político es el pretexto que utilizan los escritores mediocres", zanja.
Los protagonistas del boom saben bien del esfuerzo y la tenacidad que exige la literatura. Escribir 'Conversación en la catedral' le causó a Vargas Llosa muchos dolores de cabeza. No en balde, invirtió cuatro años en la tarea y al final redujo el original a una cuarta parte de lo que había escrito. García Márquez tardó dos años en alumbrar 'Cien años de soledad', un empeño para el que nunca se veía preparado. Al final lo consiguió trabajando a fondo con un horario estricto. Cuando acabó, las deudas se acumulaban y hasta escaseaba la comida.
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