Un mito que llegó a crear escuela iconográfica y puso las bases para la lectura canónica de la obra cervantina en España
JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS - ABC
Ante una edición del Quijote tan conocida, de la que tanto se ha dicho y escrito a lo largo de los siglos, como la que termina de imprimir a finales de 1780 Joaquín Ibarra, a costa de la Real Academia Española, y que es considerada por muchos (y con razón) obra maestra de la tipografía hispana, uno se acerca con la reverencia de encontrarse ante un mito, ante un mito hecho realidad y papel (¡y qué papel!) gracias al empeño de muchas personas de oficios muy dispares: filólogos, escritores, artistas, tipógrafos, papeleros, talladores… Un mito que llegó a crear escuela iconográfica y puso las bases para la lectura canónica de la obra cervantina en España, dejando atrás las risas y carcajadas de los siglos anteriores. Un mito al que nos acercamos con los labios cerrados, susurrantes de oraciones tipográficas y filológicas, o al que podemos plantar cara y preguntar: ¿Qué posee en especial la edición del Quijote de la Academia de 1780, qué tiene de única, de digna de ser reproducida en la actualidad? Las razones son muchas y cada uno tiene sus preferidas. Yo me quedo con una de las primeras respuestas que pudieron leerse en el siglo XVIII, en concreto todo aquel que el 22 de mayo de 1781 abriera por la página 414 la Gaceta de Madrid, ese periódico que con el tiempo llegó a convertirse en memoria de nuestra vida política con el nombre de Boletín Oficial del Estado. Estas son las palabras del pasado, las palabras destinadas a los primeros lectores de la edición del Quijote de Ibarra:
«El Ingenioso Hidalgo D. Quixote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra. Nueva edición corregida por la Real Academia Española, y cotejada exactamente con la primera y la segunda hechas en vida del autor. El texto se ha arreglado a la primera y se han conservado las variantes de la segunda. Precede a la obra la Vida de Cervantes nuevamente escrita y comprobada con documentos, y un Juicio Crítico o Análisis del Quixote, en que se hace ver la novedad, artificio y singular mérito de esta fábula, escrito igualmente que la Vida por el difunto Académico del número D. Vicente de los Ríos . Cuatro tomos en cuarto real con láminas finas, cabeceras y remates, con retrato de Cervantes copiado de una pintura del siglo pasado, y con un mapa que comprende una gran parte de España, señalados en él los viajes de D. Quixote, de los cuales se ha puesto también un plan cronológico a continuación del Análisis. Los trajes de las estampas se han copiado de pinturas del tiempo en que supone Cervantes haber existido los personajes de su fábula. Se hallará esta obra en casa de D. Joaquín Ibarra, calle de la Gorguera, a trescientos reales sin encuadernar».
Por el cuidado de su texto, nuevamente fijado con criterios filológicos, por los estudios que preceden a la obra, por las magníficas estampas (incluida la de un joven Francisco de Goya que nunca se publicó) que recuperan los trajes, geografías y costumbres españolas del siglo XVII para la iconografía quijotesca, a los que habría que añadir el excelente papel y los nuevos tipos abiertos por Antonio Gil, hacen de la edición del Quijotede la Real Academia Española, impresa por Joaquín Ibarra en 1780, una joya que traspasa los tiempos, que nos sigue emocionando y asombrando, una joya que ahora se dispone a vivir una segunda vida gracias a esta magnífica edición facsimilar.
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