Hay un uso del plural que es privativo de la autoridad. Me refiero al denominado plural mayestático. Este presenta dos caras.
La primera es la que antes se nos viene a la cabeza: una alta o altísima autoridad habla en plural cada vez que se refiere a sí misma. Esto es típico de reyes, papas y emperadores y es lo que encontramos en esta ley que da Carlos I en Toledo en 1528:
Ordenamos, i mandamos que los Estrangeros, que de Nos, i de los Reyes nuestros predecessores tuvieren cartas de naturaleza dadas según el tenor, i forma de las leyes antes de esta, para aver Beneficios en estos nuestros Reinos, que sean obligados de venir à residir personalmente à los dichos Beneficios dentro de ocho meses después que de ellos fueren proveìdos, sopena que, si ansi no lo hicieren, ayan perdido, i pierdan por el mismo hecho la dicha naturaleza, i que con ellos, como con Estrangeros, se guarden las leyes, que sobre esto hablan: i mandamos à los del nuestro Consejo que dèn sobre ello las provisiones, que fueren necesarias.
Como es fácil comprobar, el plural no solo afecta a los verbos (ordenamos, mandamos), sino que se extiende de manera coherente a todos los elementos del discurso que hacen referencia al hablante, lo que incluye los pronombres (nos) y los posesivos (nuestros). Resulta llamativa la forma particular que suele adoptar el pronombre personal sujeto: del nos-otros se desgaja el otros para dejar solamente el nos, tras el que se oculta el hablante del que dimana la autoridad y que posee, por tanto, la potestad para expresarse así. Aunque mayestático venga de majestad, hay que aclarar que este uso no es exclusivo de monarcas. En textos antiguos también lo encontramos en boca de dignatarios que ejercen una suerte de autoridad delegada, como ministros, rectores, obispos, etc.
El siguiente ejemplo ilustra el reverso de la forma mayestática. El plural no solo lo emplea la autoridad que habla, sino que también compromete a quien se dirige a esa autoridad, que ha de nombrarla en plural, como en este texto en que el entonces príncipe Juan Carlos responde a un discurso de su padre, Juan de Borbón, por el que este renuncia a sus aspiraciones a la corona de España:
Hoy, al ofrecer a España la renuncia a los Derechos Históricos que recibisteis del rey Alfonso XIII, realizáis un gran acto de servicio. Como hijo, me emociona profundamente. Al aceptarla, agradezco vuestra abnegación y desinterés y siento la íntima satisfacción de pertenecer a nuestra Dinastía. Y es mi deseo que sigáisusando, como habéis hecho durante tantos años, el título de conde de Barcelona [discurso de Juan Carlos de Borbón pronunciado el 15 de mayo de 1975].
El plural mayestático conserva hasta cierto punto su vigencia en el mundo contemporáneo. Por eso he querido escoger como segundo ejemplo uno procedente de un rey que a día de hoy (18 de diciembre de 2011) está en el trono como Juan Carlos I. Es evidente, eso sí, que se halla en franco retroceso, pues los tiempos apenas dejan espacio para tales formas de expresión.
Curiosamente, la pluralidad, lo mismo que sirve para ensalzar, puede prestarse también a empequeñecer. Eso es, al menos, lo que se persigue con el plural de modestia. Es esta una buena muestra de la polivalencia de las formas lingüísticas, que, siendo idénticas en lo exterior, pueden dar pie a interpretaciones diferentes e incluso opuestas.
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